4 de febrero de 2012

Etica: Escuelas éticas. Epicureísmo.

Escuelas éticas: Epicureísmo.

Los epicúreos, hijos de los siglos III y II a. C., deben su nombre, como ya se ha dicho en numerosas oportunidades, a Epicuro. El hombre helénico se refugia en las comunidades pequeñas o mínimas y ya no en la Polis. Ese refugio (símbolo y efectividad de la autarquía también cínica y estoica) aparece en el Jardín de Epicuro. La autarquía, en verdad es la ataraxía epicúrea. La ataraxía emana de la euthymía –serenidad de ánimo- y la hedoné –el placer en todas sus variantes-. Aristipo y los cirenaicos sólo consideraban como placer al corporal o epidérmico –la comida, bebida, la sexualidad-; para los epicúreos el placer se definirá más por su negatividad, es decir como ausencia de dolor. La ataraxía, autarquía o autosuficiencia da cuenta de esa definición del placer como ausencia del dolor. Y elogio de la estabilidad y la serenidad.

¿Cómo he de vivir? Esa es la pregunta de Epicuro. Es la pregunta del millón. La filosofía es un cierto saber para el vivir. Un saber que nos procura de herramientas para vivir rectamente, en otras palabras, para vivir mejor. El hecho de “ganarnos” la vida no nos dispensa de “vivirla”. Pero no sabemos vivir la vida. Nadie lo sabe. Quizá Epicuro nos proporcione herramientas muy efectivas en ese sentido: la filosofía era una terapéutica muy clara y simple explicada en el llamado tetrafármakon, es decir, un cuádruple remedio contra el miedo a los dioses, la muerte, el dolor y la infelicidad; además, una maravillosa forma de dar cuenta de nuestros deseos naturales y necesarios de aquellos que no son necesarios para vivir, y que solo nos producen dolor en el cuerpo y perturbación en el alma. De esa sabia clasificación epicúrea, es que podemos pensar nuestras propias existencias a menudo confundidas por el estímulo al consumo sin saber discriminar lo que precisamos verdaderamente de lo que no. Después de todo, la felicidad para Epicuro es alcanzable y sólo requiere de unas pocas cosas.

Foucault decía de los griegos que eran austeros en nombre de una bella vida, y no en el de una ciencia psicológica autorrealizada. Precisamente, se trata de una moderación o serenidad no propiciada por una instancia represiva o condenatoria que nos impida tal o cual acción sino en el nombre de un arte de vivir: Epicuro es el mejor ejemplo de ello.