11 de noviembre de 2013

Filosofìa de la Ciencia y de la Tècnica 2

"Mucho Facebook, ¿poca concentraciòn?" En un anuncio televisivo actualmente en emisión, dos niños dibujan a sus familias. Uno de ellos dibuja a papá, mamá y a sus hermanos, todos con un móvil pegado a la oreja. Lo que el spot quiere transmitir es una oferta con acceso ilimitado al móvil. ¡Usad el móvil todo lo que queráis! ¡Correo electrónico, vídeos, Facebook, Instagram, WhatsApp! Pasamos muchas horas pegados a una pantalla. Por trabajo, pero cada vez más por placer, porque es útil para comunicarnos, nuestra prioridad. Comprobar si hemos recibido un nuevo mensaje electrónico (cosa que solemos hacer varias veces al día, obsesión recientemente bautizada como infobesidad), mantener varias conversaciones en grupo por WhatsApp, consultar confesiones y noticias a través de Facebook, Twitter y otras redes sociales… Y lo hacemos en todo momento: mientras vemos la televisión, comemos o incluso en plena obra de teatro (algunos teatros optan, en ocasiones, por permitir el uso del móvil durante la función para que compartan lo que ven en redes sociales). Todos (o la mayoría) hemos caído víctimas del influjo digital. Los menores también. En Estados Unidos y Alemania, los adolescentes pasan siete horas y media diarias usando medios digitales. Los menores leen mucho, pero han cambiado el soporte y lo hacen de manera diferente Algunos autores han alertado sobre los efectos que estos procesos tienen en la mente. Lo hizo Nicholas Carr, quien decidió abandonar la vida ultrainformada y se mudó a las montañas de Colorado, donde no había telefonía móvil e Internet llegaba mal, con su obra Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011). Y también Manfred Spitzer, director de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Ulm y del Centro de Transferencia de Conocimientos para las Neuronas y el Aprendizaje, con Demencia Digit@l. El primero resumía así los efectos de Internet en sí mismo: “Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en un esfuerzo”. ¿Le está pasando eso a más gente? ¿Le cuesta zambullirse en un libro o ha dejado de hacerlo por comprobar sus mensajes en Facebook? Spitzer, por su parte, escribe lo siguiente en su libro (editado en español por Ediciones B): “La afirmación de que la competencia en las nuevas tecnologías tenga una correspondiente repercusión positiva no ha sido demostrada en absoluto por el momento. Es estúpido también que justamente la neurociencia sospeche antes bien lo contrario. Y es que algunos estudios demuestran que el cerebro crece justo allí donde se utiliza. Y el enunciado al revés es también válido. Si no se utiliza el cerebro, entonces se atrofia”. A Spitzer le preocupa cómo afecta el aumento de la tecnología en el cerebro de los niños. Su opinión es que tener más acceso a estas pantallas no les viene bien: “La utilización de ordenadores en edades muy tempranas en la guardería puede motivar trastornos de la atención, y a una edad posterior, todavía en edad preescolar, puede conducir a trastornos de la lectura”. Desde la Federación de Editores de España, sin embargo, no creen que los menores lean menos. “Frente al tópico generalizado, es el sector más lector”, dice Antonio María Ávila, secretario de la federación, cuyo Anuario 2012 concluye que el 84,6% de los menores lee en su tiempo libre. “Y es lógico, están escolarizados al 100%. Pero hay dos tipos de lectura, una práctica y otra más reposada. Lo que sucede al leer digitalmente, a través de una tableta o del ordenador, es que uno siente más la necesidad de comentar lo que lee con todo el que pueda”. Un experto: “La lectura profunda se ha convertido en un esfuerzo” Eva Martín, madrileña de 13 años, está de acuerdo con Ávila. Ella juega a Minecraft en el ordenador, usa “mucho” Facebook y Twitter, pero también lee casi todas las noches un libro en la cama. “Tengo tiempo para leer y para comunicarme por WhatsApp. Son cosas distintas. Me gusta hundirme en la lectura. Ahora estoy leyendo Las lágrimas de Shiva, que es misteriosa e interesante. Me lo han pedido en el colegio. Y he escrito un cuento de 28 páginas de un niño que encuentra un anillo mágico, que es la puerta a una casa muy extraña”. ¿Se nota el cambio en los institutos? Según Amparo Torralbo, profesora de Lengua y Literatura en el IES Joaquín Araujo, de Fuenlabrada, se nota el cambio en su manera de escribir. “Me acuerdo de la primera vez que vi ‘catalán’ escrito con k. ¡Hay que ser burro!, pensé. Vemos errores gordísimos que pueden deberse a las nuevas tecnologías y veo que afecta a los chicos, a su expresión, porque te plantan una abreviatura enseguida”. En cambio, mantienen el nivel de lectura, afirma esta profesora. “Leen lo mismo que antes, pero de otra manera, se lo descargan en vez de comprar el libro físicamente. Cambian el soporte. Pero que lean o no depende más de sus gustos e intereses. Aunque muchos tienen una dependencia total del móvil”. Torralbo tiene un hijo adolescente al que le encanta jugar con la videoconsola y, como muchos padres, le ha puesto límites: solo puede usarla el fin de semana. Adriana Díaz, cacereña de 24 años, lee directamente desde su móvil. “Se ve peor que en papel, pero… Es una novela ligera tipo Cincuenta sombras de Grey que me recomendaron”. Díaz aporta otra pista: confiesa que le cuesta ver una película entera. “Es que son dos horas, se me hace difícil mantener la atención… Una serie se me pasa más rápido. Creo que hemos perdido la capacidad de concentrarnos. Todo se ha vuelto más rápido, más en pequeñas píldoras”. “Estamos pendientes de muchas cosas, pero sin llegar a solidificar nada”, dice un profesor José Antonio Luengo, psicólogo educativo, imparte clases de Técnicas de Comunicación en Educación en la Camilo José Cela y dice que, aunque la creencia generalizada es que vamos a peor, él no lo cree. “Es cierto que nuestros chicos pasan mucho tiempo enganchados a las pantallas y a las tabletas. Básicamente están desarrollando procedimientos de comunicación diferentes a los ordinarios, pero que también son importantes. Lo importante, lo que debemos estudiar, es si en la escuela se introduce y se trabaja de forma eficaz la interpretación de textos y la escritura en formato digital. Es importante que sigan manejando el libro en papel y de esto depende que en educación primaria lean textos y hagan resúmenes. Eso se hace y se va a seguir haciendo en la escuela”. No hay que mirar hacia otro lado porque los adolescentes viven en la era digital y se comunican con todo el mundo, opina Luengo. El experto cree que las escuelas tienen un reto, que es enseñarles habilidades para la lectura digital. “El profesor tiene que saber que hay una serie de habilidades que él puede aprender. Esa es una asignatura que tiene el docente también para la que no estamos suficientemente formados”. A pesar de todo, Luengo cree que el cambio no está afectando a la capacidad de lectura de los más jóvenes. “Sí están leyendo, aunque sea en el Facebook, están adquiriendo las claves de la lectura. Yo creo que nuestros chicos cuando elaboran un texto o hacen un comentario están poniendo negro sobre blanco sus ideas. Lo que sucede es que en la lectura en pantalla, la lectura profunda es incompleta. El problema es que pasamos demasiado tiempo en ese tipo de lectura y dedicamos menos a la más sosegada. La captura no es la misma cuando lees una página en papel sin interrupciones. En la lectura digital hay una cierta dispersión. Vas de una pantalla a otra, el texto te lleva a un vídeo y luego a un mapa, y la concentración es menor, aunque la cantidad de lectura es mayor”. Cómo mejorar la lectura digital Consejos elaborados por el psicólogo educativo José Antonio Luengo para mejorar la lectura digital de los jóvenes: - Cuando entre a través de la pantalla en un texto del que tenga que sacar conclusiones, no dude en seguir determinadas orientaciones del propio texto que te lleven a otras referencias, no dude en moverse siguiendo sus consejos. Pero hágalo con un cuaderno y un lápiz a mano para ir registrando ideas y observaciones. - Al terminar la lectura del texto, elabore un resumen de lo que ha leído en seis o siete líneas. No se vaya a la cama o a jugar con la videoconsola sin haberlo hecho antes. Si no ordena las ideas, las perderá y olvidará. - Después de haber sacado una idea, de haberte ido a otra página, de haber hecho un esquema, procura volver a leer el texto original en una situación en la que no interrumpa nada, sin pinchar los hipervínculos, como si estuviera leyendo en un libro. Según los expertos, hay un nuevo fenómeno que afecta cada vez a más personas: la atención parcial continua. Es lo que sucede cuando pasamos mucho tiempo ante una pantalla, “que estamos pendientes de muchas cosas, pero sin llegar a solidificar nada”, describe Luengo. “Algo así como ‘el que mucho abarca poco aprieta”. Para luchar contra el fenómeno, cree que debemos buscar un equilibrio. “El libro en papel nos permite una vida interior que es indispensable vivir y que no es tan fácil de experimentar cuando se está ante una pantalla que permite ir de un sitio a otro. Hay que equilibrar el abordaje de los textos. Porque la incapacidad que estamos observando en los alumnos les impide tener ese mundo interior. Es importante que interpreten bien lo que leen. Les digo, pinchad y leed, pero volved a la página original y haced anotaciones de lo que habéis leído”. Isidro Moreno, profesor de Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, incluye una nueva referencia: el conocimiento puzle. “Internet y todos los dispositivos móviles hacen que los jóvenes interpreten el mundo mediados por las tecnologías, se crea un conocimiento puzle o una sociedad mosaico. Mis alumnos manejan los medios con bastante soltura, pero se quedan solo en la parte externa de los medios, no profundizan. No les da tiempo, nadie les ha preparado y los profesores no estamos preparados en ver qué hay detrás”. “Todo esto va en detrimento de la lectura clásica, tradicional”, continúa Moreno. “Pero nos falta tiempo y sosiego para sentarnos y leer. Y cuando a los más jóvenes se lo facilitas, lo hacen, pero hay que facilitar que se dé esa situación y crearles la necesidad. Por suerte la gente joven es muy lista”. La gente que maneja libros electrónicos dedica más tiempo a leer que antes En la Fundación Sánchez Ruipérez han hecho varios estudios (en los que han participado 300 personas) sobre el impacto de la lectura digital en menores y adultos. “Desde 2008 defiendo que lo digital va a cambiar la forma de leer”, dice Luis González, director de la fundación, que explica sus conclusiones: “Esta fundación cree que lo importante no es obsesionarse con cuánto leen las personas. Todos los estudios que manejamos nos dicen que los niños leen más ahora que los de hace 10, 20 y 30 años, tanto en número de libros como en frecuencia. La gente que maneja libros electrónicos dedica más tiempo a leer que antes. Luego, en el caso de las tabletas hay otro componente positivo y es que conecta unos con otros, al contrario de los libros confinados. La desventaja es que, al tener Internet en la tableta, me salen comunicaciones continuamente y me despisto. A partir de ahora vamos a tener varios tipos de lecturas: una lectura de navegación muy superficial y esa forma de ojear se va a trasladar a la lectura de libros digitales. Y luego va a haber una lectura más pausada”. González recuerda la primera vez que leyó en un Kindle: “Subrayé una frase y el aparato me informó de que 17 personas en el mundo habían subrayado la misma frase. Me pareció muy potente e inquietante”. Él también alude a la necesidad de buscar un equilibrio. “La lectura profunda es fundamental porque te genera una capacidad de abstracción mucho mayor, te obliga a mantener un concepto a lo largo de muchas páginas. Si nos dedicamos solo al pimpam pimpam, nos devaluamos como lectores. Yo ahora me defino como un lector posdigital. Personas que hemos asumido esto y nos reencontramos con la lectura en verano y nos entregamos a una lectura más lujosa y placentera que cuando solo teníamos el papel”. De El Paìs- sociedad, noviembre de 2013

4 de noviembre de 2013

Etica Informàtica/Filosofìa de la ciencia y de la tècnica.

"Dime qué posteas y te diré quién eres" Una nueva disciplina conocida como Tecnología Predictiva es capaz de interpretar lo que ponemos en las redes sociales para adelantarse a nuestros deseos y ofrecernos desde ofertas hasta consejos para llegar a una cita Por Débora Slotnisky El film de ciencia ficción Minority Report está situado en 2054, en un contexto en el que el crimen fue erradicado en Washington porque como el futuro podía predecirse, los culpables eran condenados antes de delinquir. A más de una década del estreno de esta película protagonizada por Tom Cruise, es posible afirmar que algunos basamentos de esta obra se están haciendo realidad no en cuanto a la delincuencia, pero sí en relación a que las empresas pueden saber de antemano qué van a hacer sus clientes y consumidores. MUCHA INFO No estamos hablando de bolas de cristal ni trucos mágicos, sino de maquinarias informáticas y matemáticas que encuentran correlaciones entre observaciones y hechos dispares de miles de millones de personas. En definitiva estamos hablando de Big Data, es decir, soluciones que dan respuesta al crecimiento desmesurado de la generación de información, brindando estructura y explotando y ordenando datos de todo tipo como texto, imágenes, comentarios en las redes sociales y conversaciones telefónicas, entre otros, para que las organizaciones obtengan más información tanto sobre el mundo en general como sobre cuestiones muy específicas. Por ejemplo, Google puede predecir epidemias antes que cualquier institución especializada, al analizar las búsquedas de salud de cada región del mundo. El Instituto de Tecnología de la Universidad de Ontario, en Canadá, logró disminuir la mortalidad de los bebes prematuros con unas herramientas que permiten detectar los síntomas de los recién nacidos tempranamente, al correlacionar en tiempo real los datos provistos por los equipos de monitoreo y el diagnóstico médico. En el nivel local, Asociart ART descubrió que el 2% de su cartera de siniestros poseía una probabilidad judicial ocho veces superior al promedio de litigios potenciales. "Implementamos una solución que analiza todos los siniestros de nuestra cartera para conocer en detalle su propensión a la judicialidad. Esto nos permite realizar acciones preventivas, mejorar las estrategias de suscripción (segmentando entre casos con mínimo y alto riesgo) y mejorar la estimación financiera respecto de la pérdida esperada", explica Leonardo López, subgerente de Planeamiento y Organización de la empresa. En definitiva, las corporaciones pueden contar con predicciones muy precisas sobre nosotros, y esto es lo que se llama Tecnología Predictiva. La Tecnología Predictiva les permite, por ejemplo, ofrecer a los consumidores justo lo que ellos desean y, así, detectar oportunidades de negocio, incrementar sus ventas, fortalecer su imagen de marca y, por supuesto, aumentar sus ganancias. "Desarrollamos una solución llamada Prophet, que permite saber cuánto dinero recaudará un film que aún no ha sido estrenado. Para esto analizamos los comentarios que las personas ponen en Internet sobre la película en las instancias previas. Una vez que está en cartelera medimos, por ejemplo, los sentimientos de los tweets que hablan del film y lo traducimos en cantidad de dinero de recaudación para obtener así un resultado más preciso", explica Bernardo Huberman, senior HP Fellow y director del Social Computing Lab de los HP Labs, y agrega que esta misma tecnología se puede aplicar en cualquier otro campo, ya sea para saber de antemano cómo reaccionarán los consumidores ante un nuevo producto o para que los políticos y gobernantes conozcan los alcances de una manifestación que se está gestando. LA REVELACIÓN DEL MISTERIO ¿Pero cómo puede saberse lo que haremos? Para predecir el futuro, las soluciones tecnológicas investigan y extraen información muy detallada y precisa sobre lo que la gente habla en Internet, en especial en las redes sociales. Todo lo que las empresas saben acerca de nosotros y luego utilizan para anticiparse a lo que haremos surge de los datos que nosotros mismos volcamos de una u otra manera en la Red, casi sin darnos cuenta. Así es posible que un usuario después de quejarse varias a veces en el centro de atención al cliente de una determinada empresa, e incluso chequear los sitios de otros proveedores, reciba una promoción exclusiva con un suculento descuento. No se trata de una casualidad. La compañía sabe que este cliente está analizando cancelar los servicios y contratar a la competencia. "Los call center no dan abasto para atender las llamadas y los mensajes de los usuarios. Con estas soluciones es posible identificar a los clientes más importantes para atenderlos primero y determinar cuándo un usuario está a punto de abandonar la compañía, para retenerlo de inmediato. Para eso, lo que se hace es, por ejemplo, tomar las grabaciones de las conversaciones telefónicas con el centro de atención al cliente, pasarlas a texto y luego analizar el contenido", detalla Leonardo González Barceló, Latin America Big Data Sales Leader de IBM. A pesar de las conclusiones asombrosas que arrojan las soluciones que ya están en el mercado, Jeff Jonas, que es uno de los máximos gurús del mundo en tecnología analítica, actualmente IBM Fellow y Chief Scientist del IBM Entity Analytics Group, asegura que aún hay mucho por crecer al respecto. "El índice de precisión de las predicciones será mayor en el futuro, y el tiempo de respuesta de las empresas será aún más veloz. Incluso estará disponible no sólo para las organizaciones, sino para el usuario final. Por ejemplo, si dos amigos tienen previsto encontrarse en un bar, el primero llega, pero el segundo está demorado, ambos smartphones se comunicarán entre sí automáticamente y analizarán, en función del tránsito y la distancia, entre otras variables, un plan B para que ambas personas se encuentren cuanto antes, de manera tal que le avisarán a sus respectivos dueños de la situación, y le recomendarán opciones de bares para que ellos decidan a cuál dirigirse", adelanta el ejecutivo. EL GRAN DILEMA "No se puede predecir cualquier cosa, sino aquellos temas sobre los que la gente está hablando en el mundo online. Por eso tenemos que recordar que no todo es predecible, ya que hay personas que no están conectadas", aclara Huberman. Lejos de asustarnos por lo que las organizaciones puedan saber acerca de nosotros, los entrevistados recomiendan considerar y releer los términos y las condiciones de uso que cada empresa nos pide que aceptemos como contraprestación del servicio que nos ofrece, y esto abarca no sólo sitios, sino también aplicaciones móviles de todo tipo, incluyendo las de juegos y ocio, y las funciones que ofrecen las redes sociales. "Casi nadie lee este texto, y es ahí donde se especifica qué hará la empresa con nuestros datos personales, como venderlos o compartirlos, y con las interacciones que tengamos en este sitio de aquí en adelante para saber qué buscamos, entre muchas otras cosas", explica Jonas. El ejecutivo de HP coincide, y sobre la base de esta situación plantea una realidad: "Nada de lo que uno hace en la computadora queda entre el dispositivo y el usuario". El dilema está planteado: si hay información personal que no estamos dispuestos a revelar, entonces no podremos acceder a determinados servicios. Por el contrario, si volcamos todos nuestros datos en Internet, las empresas sabrán más sobre nosotros, y eso se plasmará en más servicios. Al ritmo en el que avanza la tecnología, quizás en 2054 los films similares a Minority Report ya no serán de ciencia ficción, sino basados en historias reales.. La Naciòn digital, noviembre de 2013

15 de octubre de 2013

Etica Informàtica: La moral y las redes sociales.

Facebook, adalid de la moral del siglo XXI ¿Qué pensarías si descubrieras que tu existencia cotidiana, las cosas que te gustan y comentas, las fotografías de tu cumpleaños y de tu perro, están en manos de un programa de ordenador que gobierna con mano de hierro y decide qué es aceptable y qué no? No es una novela de ciencia ficción, es Facebook. La red social por excelencia, que actualmente cuenta con más de 1.000 millones de usuarios, emplea un potente software para analizar maquinalmente los contenidos y publicaciones de los perfiles y decide lo que debe ser borrado por violar “las normas comunitarias”. En teoría, los análisis de estos contenidos se basan en denuncias previas de los usuarios, pero la opacidad es la tónica general en Facebook, por lo que nunca se sabe a ciencia cierta qué le motiva a actuar contra unos contenidos o contra otros. Lo que sí está claro es que, si una fotografía o un artículo no pasan los filtros del programa todopoderoso, éste los bloquea sin piedad. El problema surge cuando este software, que obviamente no puede pensar por sí mismo, detecta como inapropiado un contenido que no lo es y bloquea al desprevenido y bienintencionado usuario. En teoría, la empresa de Mark Zuckerberg también cuenta con trabajadores que revisan estos contenidos pero, según explica Guillermo Perezbolde, vicepresidente de marketing y publicidad de la AMIPCI (Asociación Mexicana de Internet), “como hay tantos sitios que revisar, en ocasiones es el software el que da de baja automáticamente algún contenido sin que el ojo humano lo revise y por eso a veces parece que se bloquean contenidos de forma arbitraria”. Precisamente, la arbitrariedad a la hora de eliminar publicaciones es una de las grandes quejas de los usuarios de Facebook, que han visto cómo la red bloqueaba fotografías personales e incluso imágenes de obras de arte que ya habían sido expuestas en galerías o museos. Y es que Facebook no entiende mucho de arte contemporáneo. Bien lo sabe, Erik Ravelo, artista cubano al que Facebook censuró recientemente una de las fotografías de su serie "Los Intocables". Se trataba de un conjunto de imágenes en las que se veía a adultos -un sacerdote, un turista sexual, un soldado…-que portaban a su espalda a niños crucificados, víctimas de los abusos en todo el mundo. Al aparecer, la imagen contra la pedofilia en la Iglesia, en la que el sacerdote llevaba crucificado a un niño en ropa interior, fue marcada como ofensiva por muchos usuarios y eliminada. ¿Está justificado que una imagen sea bloqueada si a un grupo de personas no le agrada una fotografía o su mensaje? Y, más importante, tras siglos de lucha por la libertad de expresión e información, ¿podemos afirmar que existe censura en Facebook? Para Perezbolde “censura como tal no la hay”, sino que se trata de una serie de prácticas que buscan “proteger la moralidad de los usuarios de contenido no apto, especialmente a los menores”. Sin embargo, Raul López Parra, editor de la Revista Mexicana de Comunicación, considera que sí se puede hablar de “censura”, pero puntualiza: “el tipo de censura de Facebook no atenta contra la libertad de expresión ni la libre circulación de ideas”. “Lo que sí se puede criticar es que Facebook no pone en un lugar más visible la información sobre políticas de uso. Es como las letras pequeñas del contrato que nadie lee pero que aparecen cuando uno menos se lo espera”, añade. Ahora bien, ¿cuáles son las líneas rojas de Facebook? O dicho de otra forma, ¿qué estímulos hacen saltar las alarmas del software omnipresente? Uno de los ámbitos más controlados por Zuckerberg es la pornografía y los desnudos en general. De hecho, como explica López Parra, “a veces se censuran fotografías que no son pornográficas pero hieren susceptibilidades de algunos usuarios”. En general, Facebook no acepta representaciones integrales del cuerpo humano, ya sea fotografías o dibujos. Aunque sí permite obras de arte “tradicionales”- no te preocupes Rubens, “Las tres gracias” no corren peligro. Otro campo de actuación prioritario para esta red social es la violencia explícita, ya sea entre personas o contra los animales. Y aquí surge de nuevo la polémica: ¿debe ser bloqueada por herir sensibilidades una fotografía explícita de un animal torturado cuya difusión pretenda denunciar esta práctica? ¿Y de un grupo de cadáveres resultado de un bombardeo? En ambos casos, el programa no podría valorar las intenciones de quien postea y se guiaría ciegamente por sus parámetros preestablecidos. Facebook también pone especial cuidado en el tema de violaciones a los derechos de autor, aunque en este caso no se hace para salvaguardar la “moralidad” de los usuarios, sino que, según comenta López Parra, se debe “al carácter comercial con el que Facebook busca rentabilizar a las marcas que pagan por aparecer anunciados”. En contraste con la severidad que presenta frente a estos temas, Facebook tiene serios problemas para limitar o restringir el acoso en la red a otros usuarios. Según Perezbolde, el bulliyng es la gran asignatura pendiente de Zuckerberg “porque cuesta detectarlo. Si el software no lo identifica, se pueden colar ese tipo de contenidos”. La falta de eficacia de Facebook para frenar a tiempo las campañas de difamación y amenazas a usuarios saltaron a la palestra con casos como el de las adolescentes Amanda Todd y Rebecca Sedwick, que se quitaron la vida tras sufrir un largo proceso de ciberacoso. Uno de los grandes interrogantes al analizar el proceso de censura de contenidos en Facebook, es averiguar cómo se valoran las denuncias de los usuarios. ¿Cuánta gente debe sentirse molesta para que el software actúe: 10, 100, 1.000 personas? La red social no se pronuncia al respecto. Para López Parra, éste es un punto crucial: “supongamos que un día Mark Zuckerberg, o un trabajador cualquiera, ve un contenido que no le gusta y ordena que lo censuren, sería la voluntad de una persona y no un grupo dentro de la empresa que discute cuándo se debe censurar. Creo que Facebook sí debe informar sobre el proceso de toma de decisiones respecto a las políticas de censura”. Lucìa Màrquez. RNW Latinoamèrica. Octubre de 2013

20 de septiembre de 2013

Etica en los RRHH

Etica y Deontología. La ética en las organizaciones. El hombre, desde los primeros años de su existencia, va creciendo con las ideas de “bien” y de “mal”, que le son inculcadas en su hogar, y luego reafirmadas, o incluso modificadas, por la sociedad en que vive. El modo de inculcación es casi siempre vivencial, y a veces sistemático, por ejemplo, a traves de la acción de la escuela y los medios masivos de comunicación. Pero es aproximadamente a partir del umbral de la adolescencia, que la persona piensa y reflexiona por sí sola, y se pregunta acerca de qué es lo bueno y qué es lo malo, por qué son malas algunas acciones y por qué otras son buenas, cuáles son los fundamentos de la moral, y cuál es la regla de moralidad a la que tiene que ajustar sus acciones. Estas, tal cual ya se ha visto, son las cuestiones que hacen al problema ético. Y son la prueba de que en todas las culturas existe un “hecho moral”, un “fenómeno moral” detrás del cual se esconde un sentido de responsabilidad. Dentro de la conciencia, se puede experimentar que todas las acciones van acompañadas de una sensación de responsabilidad sobre cada cosa que se hace. Las personas se sienten responsables de aquello que eligen y ejecutan libremente. Cuando la persona adulta se dispone a la reflexión, no puede escapar al planteo del problema ético. Quizás la reflexión como tal tarde en aparecer, pero al fin llega. Así, cada persona ansía saber si es realmente buena. Las apariencias de una moralidad puramente exterior no engañan a nadie, ni siquiera al propio sujeto. El cumplimiento de las leyes positivas no es suficiente, a veces, para hacer de la persona un ser “moralmente bueno”, pues hay muchos actos humanos que escapan a las leyes, y porque además no todas las leyes humanas son moralmente buenas, más allá de que debieran serlo. Efectivamente, la “moralidad” y la “legalidad” no son conceptos convertibles, y en los hechos no siempre un acto legal es moral, ni siempre un acto moral es legal. La única manera de juzgar bueno o malo moralmente un acto humano, es comprobar si se adecua, o no, a una determinada pauta, norma o criterio moral. De esta manera, si se llega a conocer mediante la reflexión filosófica, cuál es la norma de moralidad, se contará con el instrumento necesario que permitirá juzgar buena o mala una determinada acción. Por lo tanto, si armoniza con la norma establecida como resultado de una racionalización madura, será moralmente buena. Caso contrario, será mala, en proporción al grado o nivel de desarmonización. Por eso se concluye que la Ética debe constituir una estructura normativa, pero en tanto tal no es “vacía”, sino que es también un contenido de “valores”. La norma orienta, evita los desvíos, allana el camino, proporciona tranquilidad en el obrar, cuando el sujeto consciente procede con buena voluntad. Esto supone que existen “valores morales” que satisfacen el sentido del acto humano que se realiza; que hay “bienes” que perfeccionan la naturaleza humana mediante el ejercicio de actos virtuosos; que hay “fines” a los que se apuntan en la vida, y a los que se desea llegar voluntaria y libremente. En tanto la Ética proporciona normas para regular la conducta humana en general, cualquiera sea el estado, la edad, la profesión o el oficio de la persona, se puede hablar de una “Ética General”. Pero hay determinadas actividades humanas, como por ejemplo, las profesiones, que generan en quienes las ejercen obligaciones y derechos específicos, que no incumben a quienes no las ejercen. La Deontología no constituye una Ética aparte, sino que es la misma Ética que se refiere a las actividades concretas de cada profesión, especificando las aplicaciones que derivan racionalmente de los principios generales, e intentando conciliar estos últimos con las reglamentaciones del Derecho Positivo de cada país, para el ejercicio válido de cada profesión. El “objeto material” de la Ética son los actos humanos, considerando en esta categoría aquellos actos del hombre que se hacen conscientemente, libremente, y con el uso de la razón. El “objeto formal” de la Ética es la relación que los actos humanos tienen con la norma ideal de la conducta humana, de modo que puedan ser calificados como buenos o malos. El término “deontología profesional” hace referencia al conjunto de principios y reglas éticas que regulan y guían una actividad profesional. Estas normas determinan los deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el desempeño de su actividad. Por este motivo, suele ser el propio colectivo profesional quién determina dichas normas y, a su vez, se encarga de recogerlas por escrito en los códigos deontológicos. A día de hoy, prácticamente todas las profesiones han desarrollado sus propios códigos y, en este sentido, puede hablarse de una deontología profesional periodística, de una deontología profesional médica, deontología profesional de los abogados, etc. El término deontología procede del griego: to deon (lo conveniente, lo debido) y logía (conocimiento, estudio…); lo que significa, en términos generales, el estudio o la ciencia de lo debido. El objeto de estudio de la Deontología son los fundamentos del deber y las normas morales. El concepto de deontología fue acuñado por Jeremías Bentham en su obra Deontología o ciencia de la moral, donde ofrece una visión novedosa de esta disciplina. Para Bentham, la deontología se aplica fundamentalmente al ámbito de la moral; es decir, a aquellas conductas del hombre que no forman parte de las hipótesis normativas del derecho vigente, aquellas acciones que no están sometidas al control de la legislación pública. Esto sugiere una de las intenciones de la redacción de los códigos deontológicos: explicitar la dimensión estrictamente moral de una profesión, aquellos comportamientos exigibles a unos profesionales, aunque no estén delimitados jurídicamente, o quizá, por ello mismo. La primera alusión al término deontología la hizo Bentham en su obra Science de la Morale (París, 1832). Con dicha alusión al, se quiso dotar de un enfoque algo más liberal al concepto de ética y convertir en un concepto laico el término, hasta entonces religioso, “moral”. En otras palabras, pretendía lograr la fórmula kantiana, esquivando la carga de subjetividad de la moral y la ética. Se apela así al racionalismo, con un mecanicismo casi matemático con el que valorar los comportamientos por su utilidad. Sin embargo, el intento de Bentham por cambiar el contenido de la moralidad por un concepto más “aséptico” y menos valorativo, no logró esa transformación por el mero hecho de acuñar un nuevo término. Es decir, aun hoy, cuando nos referimos al término deontología, seguimos relacionando ésta con la ética y/o la moral. Bentham considera que la base de la deontología es el utilitarismo, lo que significa que los actos de las personas se consideran buenos o malos en función de la felicidad global que puedan generar. Según este marco teórico, el fin de una acción debe ser conseguir la máxima felicidad para el mayor número de personas. De este modo, toda acción que conduzca a ese fin, será aceptada como moralmente correcta. ¿Qué es aquello a lo que podemos denominar bien en sí o bien incondicional? En nuestro contexto sociocultural actual, es la dignidad de cada persona, que debe ser admitida y garantizada jurídicamente y defendida políticamente. La dignidad es aquello que debe constituir el núcleo principal de toda ética filosófica y de toda deontología profesional que se precie. A través de la deontología, la ética profesional adquiere un reconocimiento público; y es que la moral individual se hace trascendente en el campo de la profesión. La deontología surge como una disciplina que se ocupa de concretar normas en el ámbito profesional para alcanzar unos fines. Si se parte de considerar a la ética como una ciencia filosófica-normativa y teórico-práctica que estudia los aspectos individuales y sociales de la persona, bajo la luz de la razón, y teniendo siempre como fin el “bien honesto”, o la honestidad, se podrán deducir los siguientes elementos: a- Objeto material: realidad que constituye el objeto de estudio. En ética es la persona, el ser y la configuración virtuosa o viciosa que se dé a sí o cada uno a través de las acciones. Son susceptibles de calificarse como éticas pues, las acciones humanas que son libres (dependen de la voluntad de la persona). b- Objeto formal: Punto de vista según el cual las acciones son calificadas como buenas o malas. Se denomina “moralidad” y se basa en valores y normas. c- Conocimiento (Ciencia): Aquello que se sabe de manera cierta y sus causas. Doctrina ordenada que constituye una rama particular del saber humano. d- Disciplina filosófica: La ética como disciplina filosófica intenta a través de métodos de análisis y experiencia propios de la filosofía, elaborar los conceptos y argumentos para comprender la dimensión moral de la persona. Todo profesional está y debe estar sometido a controles sociales más o menos rigurosos que permitan exigirle responsabilidades de muy diversa índole en relación con sus actos, de ahí la necesidad de establecer unos principios éticos. Independientemente de la propia conciencia, que debiera ser quién más rigiera el cumplimiento de los códigos morales, existe la figura de los colegios profesionales para mantener, promover y defender la deontología. Éstos vigilan el cumplimiento de determinados niveles de exigencia, de competencia y de calidad en el desempeño del trabajo de sus colegiados. El Estado, al convertir a los colegios profesionales en corporaciones a través de mecanismos legales, propicia el modo de mantener la deontología profesional. Les encarga funciones públicas y les dota de la potestad de imponer una determinada disciplina a todos los profesionales pertenecientes a este colectivo. Para que se pueda pedir responsabilidad por actuaciones profesionales se precisan dos requisitos: la independencia y la libertad. El profesional debe ser independiente en el momento de tomar decisiones y debe ser enteramente libre de ejecutarlas. La deontología es de sumo interés para el mundo profesional, y en concreto, para profesiones que comportan una elevada responsabilidad social (médicos, abogados, docentes, psicólogos, periodistas…). Esa deontología busca un equilibrio entre un determinado estilo de vida moral (el denominado êthos o carácter moral) y un alto nivel de profesionalidad técnico-científica. Esta doble dimensión ha de tratarse con armonía y equilibrio para una mayor dignificación de cualquier actividad laboral. Una de las diferencias cuando hablamos de "ética" y "deontología" es que la primera hace directamente referencia a la conciencia personal, mientras que la segunda adopta una función de modelo de actuación en el área de una colectividad. Por ello, con la concreción y diseño de códigos deontológicos, además de autorregular esta profesión, se invita al seguimiento de un camino muy concreto y a la formación ética de los comunicadores. De forma teórica, podríamos diferenciar dos grandes grupos: la ética social y la ética individual. Dentro de la ética individual se diferencia, también, una ética interpersonal que es la que rige el comportamiento que tenemos en relación a otros individuos. Aquí se puede situar la ética profesional ya que rige el comportamiento del profesional en su actividad laboral. Los principios que rigen la profesión se obtienen a través de métodos similares a los de la ética general: dialógico, inductivo y deductivo. Para conocer el fundamento ético y moral de un código ético, se requiere el estudio de la actividad profesional en sí misma y no es suficiente la labor de un filósofo que desconozca la profesión. La ética de las profesiones se mueve en el nivel intermedio de las éticas específicas o “aplicadas”. El profesional se juega en el ejercicio de su profesión no sólo ser un buen o mal profesional sino también su ser ético. No acaba de ser considerada una persona éticamente aceptable quien en todos los ámbitos actuase bien y cumpliese con sus deberes menos en el ejercicio de sus responsabilidades profesionales. La ética general de las profesiones se plantea en términos de principios: el principio de beneficencia, el principio de autonomía, el principio de justicia y el principio de no maleficencia El deontologismo plantea los temas éticos en términos de normas y deberes. Los principios se distinguen de las normas por ser más genéricos que éstas. Los principios ponen ante los ojos los grandes temas y valores del vivir y del actuar. Las normas aplican los principios a situaciones más o menos concretas, más o menos genéricas. Las normas suelen hacer referencia a algún tipo de circunstancia, aunque sea en términos genéricos. Pero también los principios se hacen inteligibles cuando adquieren concreción normativa y hacen referencia a las situaciones en las que se invocan y se aplican. En términos generales un principio enuncia un valor o meta valiosa. Las normas, en cambio, intentando realizar el principio bajo el que se subsumen, dicen cómo debe aplicarse un principio en determinadas situaciones. Tanto las normas como los principios son universales aun cuando el ámbito de aplicación de los principios sea más amplio y general que las normas específicas que caen bajo dicho principio. Desde la perspectiva de la ética profesional, el primer criterio para juzgar las actuaciones profesionales será si se logra y cómo se logra realizar esos bienes y proporcionar esos servicios (principio de beneficencia). Como toda actuación profesional tiene como destinatario a otras personas, tratar a las personas como tales personas, respetando su dignidad, autonomía y derechos sería el segundo criterio (principio de autonomía). Las actuaciones profesionales se llevan a cabo en un ámbito social con demandas múltiples que hay que jerarquizar y recursos más o menos limitados que hay que administrar con criterios de justicia (principio de justicia). Y, en todo caso, habrá que evitar causar daño, no perjudicar a nadie que pueda quedar implicado o afectado por una actuación profesional (principio de no maleficencia). En un sentido vulgar se habla de deontología en referencia al buen hacer que produce resultados deseables, sobre todo en el ámbito de las profesiones. Un buen profesional es alguien que, en primer lugar, posee una destreza técnica que le permite, en condiciones normales, realizar su tarea con un aceptable nivel de competencia y calidad. Las reglas del buen hacer –perfectum officium, acción llevada a cabo conforme a los imperativos de la razón instrumental– constituyen, sin duda, deberes profesionales. Y esto no es en modo alguno ajeno al orden general del deber ético. Aún más: las obligaciones éticas comunes para cualquier persona son, además, obligaciones profesionales para muchos En definitiva, cuando nos refiramos a una profesión determinada, podemos hablar de la existencia de una ética y de una deontología determinada. La primera se podría centrar en determinar y perfilar el bien de una determinada profesión (aportación al bien social) y la deontología, por su parte, se centraría en definir cuáles son las obligaciones concretas de cada actividad. La “conciencia individual” implica la condición de ser una conciencia responsable. La “conciencia ética” nos responsabiliza en la forma de trato hacia esas otras personas. Además de estas dos hay una clase de conciencia más, constituida como un concepto muy importante relacionado con la deontología profesional: la conciencia profesional. La “conciencia profesional” es una dimensión esencial de la conciencia ética, a la que se añade la responsabilidad que cada persona tiene. Se manifiesta en un comportamiento socialmente responsable acerca de los deberes específicos de una profesión después de haber interiorizado, asumido y personalizado un código de valores referentes a dicha profesión, para después analizar, aplicar y resolver problemas específicos de la profesión con la mejor competencia y rectitud posibles y socialmente exigibles. Se puede hablar de cuatro niveles de la conciencia profesional: 1) Nivel individual, pues la conciencia profesional es intransferible e individual, nadie es responsable por ninguna otra persona. 2) Nivel de los deberes específicos, aprendidos, asumidos y personalizados por socialización ética. Cada persona tiene que haberse socializado en el código deontológico de su profesión. 3) Nivel de madurez y equilibrio psíquico, pues para que la conciencia profesional pueda funcionar hay que gozar de un grado de madurez mínimo. 4) Aptitud profesional para el ejercicio digno de una profesión. Las costumbres y la responsabilidad profesional Las costumbres son normas que crean una sociedad y que le dan un hecho jurídico palpable. Tienen al igual que ocurre con las leyes, consecuencias cuando son violadas. El profesional debe regirse por su código de ética propio, pero también tiene que tener en cuenta un marco de costumbre. La gran mayoría de los autores coinciden al señalar que el fundamento de la responsabilidad es la libertad de la voluntad. El sentimiento de responsabilidad también se puede ir desarrollando a lo largo de la trayectoria vital y profesional de una persona. Una profesión cualquiera debe tener un periodo de aprendizaje, una preparación previa especializada y casi siempre formal, que se debe completar con una formación permanente que se completa con el paso del tiempo y la vivencia de distintas situaciones en la vida profesional a las que enfrentarse. Colegios profesionales Los Colegios Profesionales, tal como los define la ley, “son corporaciones de derecho público, amparadas por la ley y reconocidas por el Estado, con personalidad jurídica propia y plena capacidad para el cumplimiento de sus fines, entre los que se encuentra la ordenación del ejercicio de las profesiones”. Además, son las corporaciones que elaboran los códigos deontológicos. Los códigos deontológicos cumplen una triple función: a) Fijar una serie de criterios de carácter científico-funcional para el ejercicio de la profesión, con el objetivo de dar operatividad y eficacia a las actividades ejercidas en el ámbito cubierto por las normas establecidas. b) Refundir orientaciones éticas para el ejercicio de la profesión y plasmarlas en códigos de deontología profesional. c) La posibilidad de imponer sanciones disciplinarias a los colegiados que incumplan los dictados de los códigos deontológicos. Esta función tiene la singularidad de conferir a éstos relevancia jurídica estatal, lo que otorga a la deontología ciertas coincidencias con el Derecho en lo que se refiere a la utilización de un procedimiento judicial. Una diferencia importante entre la deontología profesional y el derecho reside en el origen de estos dos órdenes normativos reguladores del ejercicio de una profesión. La fuente del derecho es el poder legislativo del Estado -que emana del ejercicio de la Soberanía Popular-, mientras que el origen de la deontología profesional no es "estatal", sino que emana del propio colectivo profesional, y desde una labor de autorregulación. En casos excepcionales, la iniciativa de un código deontológico puede partir del Estado o de una entidad supraestatal, como es el caso paradigmático del Código deontológico de los periodistas del Consejo de Europa, aunque es una condición necesaria que el colectivo profesional lo incorpore a su actividad y ejerza una labor de autorregulación. Sin estas dos condiciones, este código normativo se convertiría en derecho y no en deontología profesional. Por lo tanto, no es necesariamente excluyente de la deontología profesional un código de origen externo a la propia profesión, si pasa por el filtro de la autorregulación. En el caso de las profesiones que requieren colegiación profesional, como la abogacía y la medicina, existe una institucionalización de la sanción. Sin embargo, hay profesiones como el periodismo, que se ejercen sin colegiación obligatoria. En estos casos, el incumplimiento de las normas deontológicas lleva aparejada una sanción similar a la que corresponde a la vulneración de las normas morales: mala imagen pública, reproche, expulsión del grupo, etc. Esto las diferencia de las profesiones de colegiación obligatoria, caracterizadas por la institucionalización de la sanción. Pero no implica falta de gravedad. Un profesional puede considerar que una sanción por infracción del código de deontología profesional tiene más importancia que una sanción administrativa. Retomando la idea de que la deontología profesional es uno de los órdenes reguladores del ejercicio de una profesión, en una situación intermedia entre el derecho y la moral, es necesario hacer una serie de precisiones. Las normas de la deontología profesional, aun sentidas como vinculantes entre los miembros del colectivo, se alejan del carácter coercitivo del derecho. El derecho es siempre coactivo, y la deontología profesional puede o no imponer sanciones y, en el caso de aplicarse, son menos graves que las impuestas por el derecho. La sanción más grave que puede imponer la deontología profesional es la exclusión de la profesión. Por otro lado, las sanciones de la deontología profesional en aquellas profesiones que no exigen para su ejercicio la colegiación obligatoria son sanciones sociales difusas; es decir, que aparte de no llegar al grado de gravedad de la sanción jurídica, no tienen por qué estar necesariamente institucionalizadas. Un ejemplo de sanciones sociales difusas -en este sentido de informalidad, cercanas a la moral- emitidas por la deontología puede ser la consideración de exclusión del colectivo profesional de un miembro, sin llegar ésta a ser una sanción no formalizada. No obstante, la deontología profesional tiene un mayor grado de institucionalización que la moral general, de tal modo que, para hablar de deontología profesional, es necesario un grado de institucionalización normativa -inferior a la del derecho pero superior a la de la moral. La moral, aunque es de carácter social, tiene un componente último que es individual, mientras que la instancia última de la deontología profesional es colectiva, común a todo el grupo profesional. Igual que se da el conflicto entre moral y derecho, cabe la confrontación del individuo con la deontología profesional a la que está sometido. La deontología es uno de los tres órdenes normativos que regulan el ejercicio de las profesiones, junto al Derecho y la moral. Cabe señalar que las normas deontológicas se encuentran a medio camino entre los otros dos órdenes normativos. Una característica fundamental de la deontología profesional es que tiene un fuerte componente de autorregulación, entendida en un sentido colectivo. Se trata de una interiorización de las normas propias de la profesión. Se diferenciaría del Derecho en que éste es creado por el Estado, y de la moral en que la deontología tiene un carácter colectivo, no se basa en los principios individuales. Otra diferencia clave frente al Derecho, es que éste tiene un marcado carácter coactivo, impone sanciones al incumplimiento de sus normas. La deontología, por su parte, puede o no incluir sanciones, y siempre serán menos graves que las relacionadas con el Derecho (surgidas de instituciones jurídicas). No obstante, la deontología puede institucionalizarse a través de los Códigos Deontológicos, la colegiación... (instrumentos o mecanismos que dotan de más efectividad a la deontología), pero siempre presenta una institucionalización mucho menor a la del Derecho. Las normas del Derecho son "ajenas" al mismo, mientras que lo característico de la deontología profesional es la autorregulación. Los profesionales son creadores, sujetos y objetos de las normas deontológicas de su profesión correspondiente. Participan (a través de sus asociaciones, por ejemplo) en la creación de los códigos deontológicos que, a su vez, deberán aplicar. La autorregulación es necesaria porque delimita campos de actuación, alerta sobre conductas alejadas del bien común y puede invitar al profesional a dirigir sus acciones por el fomento de valores que permitan una vida más humana. La Ética y los Recursos Humanos. Ya se ha señalado que, en el sentido más elemental, la ética es un conjunto de valores y reglas que definen los comportamientos correctos e incorrectos, señalan cuando es aceptable una acción y cuando resulta inadmisible. Lo que se considera ético depende de la óptica con que se traten los asuntos de orden ético. Las fuerzas que dan forma al comportamiento ético-deontológico son: 1- Normas y cultura de la sociedad Buena parte de las opiniones sobre lo que es ético proviene de la sociedad en que tienen lugar a los actos de los individuos. Los medios de comunicación exponen y dan cuenta de decisiones y procederes, que luego diferentes críticos y grupos de interés juzgan en forma pública. En 1966 grupos con intereses públicos presionaron a la Dirección de Salud Pública de Estados Unidos para que obligara a las compañías tabacaleras a poner leyendas de advertencia en los paquetes de cigarrillos. Estas compañías han sido blanco de ataques de ciudadanos que consideran que las compañías proceden sin ética. 2- Leyes y reglamentos Lo que la sociedad interpreta como ético o carente de ética a menudo termina por expresarse en leyes, reglamentos gubernamentales y decisiones judiciales. El empleo a voluntad es un concepto del derecho consuetudinario en que se plantea que los patrones están libertad de despedir a sus empleados por cualquier razón y en cualquier momento y que estos se hallan en libertad de renunciar a su trabajo por cualquier motivo y en cualquier momento. Las investigaciones sobre acciones ilegales de las empresas demuestran que dichas acciones son adversas a la reputación y rentabilidad de las organizaciones. 3- Práctica y cultura organizacionales Las organizaciones influyen en las acciones de los empleados de manera tanto formal como informal. Para ofrecer orientación formal a sus trabajadores, la empresa debe establecer políticas claras que definan las acciones éticas y las distingan de las que no lo son. Un código de ética plantea los principios que se esperan sigan los empleados en sus acciones y proceder dentro de la organización. Los códigos de ética ayudan a entender las normas y los valores de las compañías y ofrecen reglas básicas para decidir que comportamiento resulta aceptable. 4- Puntos de vista individuales Los individuos tienen sus valores e ideas sobre lo que es correcto y lo que no. En ocasiones el punto de vista personal converge con la perspectiva de su organización y de la sociedad en su conjunto, pero no siempre es así. Los estudios psicológicos sobre el comportamiento ético sugieren que las personas desarrollan la moral en buena medida como lo hacen físicamente, desde la infancia hasta la edad adulta. 5- Razones aceptables legalmente para despedir a los empleados. Incompetencia en el desempeño que no responde a la capacitación o al puesto. Insubordinación grave o constante. Infracciones a los derechos civiles, como las prácticas de hostigamiento. Ausencias injustificadas. Acciones ilegales, como el robo. Retrasos constantes Actividades relacionadas con narcóticos en el trabajo. Agresión verbal Violencia física Falsificación de expedientes Embriaguez en el trabajo 6- Razones Inaceptables legalmente para despedir a los empleados Hacer notar la conducta ilegal de los empleadores (por ejemplo, oponerse o hacer públicas las políticas o practicas del patrón que infringen las leyes, como la ley antimonopolio, la de protección al consumidor o las leyes de protección ambiental) Cooperar en la investigación de un cargo en contra de la empresa Informar sobre las infracciones a la Dirección de Seguridad y Bienestar Ocupacional Presentar cargos por discriminación ante la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el empleo o ante un organismo estatal o municipal de defensa de la igualdad en el trabajo. Presentar cargos por prácticas laborales injustas ante el Consejo Nacional de Relaciones Laborales o ante un organismo estatal. Presentar una demanda de indemnización laboral. Participar en actividades concertadas para protestar por salarios, condiciones laborales o riesgos de seguridad. Participar en actividades sindicales, siempre que no haya violencia o comportamientos fuera de la ley. Protestar o dar testimonio sobre infracciones a las leyes de igualdad en el salario o en los horarios Protestar o dar testimonio sobre peligros de seguridad o rehusar una labor si se considera que es peligrosa. Identidad y ética del profesional de Recursos Humanos Debe plantearse la necesidad de un código ético del profesional de Recursos Humanos, como punto de partida hacia una mayor identificación de su rol en las organizaciones y la sociedad argentinas. A la vez, facilitará la toma de decisiones y permitirá un desarrollo más consistente y claro para quienes ejercen hoy la profesión y, muy especialmente, en el futuro. El ejercicio de actividades referidas a las relaciones del trabajo - más comúnmente conocidas como "recursos humanos" -, ha alcanzado un desarrollo suficiente como para ser considerada una profesión equivalente a cualquier otra de las que son reconocidas en la sociedad. Sin embargo, en nuestro país y en los inicios del siglo XXI, no ha logrado el rango de profesión, entre otros motivos, por la inexistencia de límites éticos claros que darían fundamento a la práctica. En otras palabras, "ética" y "profesión" son términos complementarios que otorgan identidad y es poco probable que quienes se encuentren ejerciendo las actividades referidas a los recursos humanos - hoy y en el futuro -, puedan continuar su desarrollo sobre bases tan difusas. Por este motivo, se torna necesario iniciar un análisis y un debate sobre este aspecto puntual, que además coincide con el crecimiento del interés por la ética empresarial, uno de los ámbitos frecuentes de actuación. ¿Qué se entiende por "identidad"? Sin llegar a entrar en perspectivas psicológicas o filosóficas, aún cuando éstas podrían aportar definiciones enriquecedoras, la identidad es una construcción social, que implica no sólo la comprensión de sí mismo y el rol que desempeña en la sociedad, sino que debe completarse con la visión de los otros. La práctica visible de una actividad permite construir la identidad. Nadie podría considerarse pintor si no pinta, o chofer de taxi si no sabe conducir un automóvil. Las habilidades y el desempeño de ciertas funciones otorgan identidad, en la medida en que son manifiestas, comprobables en la realidad, no sólo por el que las ejecuta sino también por quienes las perciben o son sujetos de sus acciones. Aquí nos enfrentamos, además, con un problema central: ¿cómo llamar al profesional de Recursos Humanos? Las distintas carreras de grado han optado por distintas denominaciones respondiendo más a razones de marketing que de contenidos u objetivos. En las empresas existe una heterogeneidad similar: Personal, Recursos Humanos, Relaciones Laborales, Relaciones con el Personal, Relaciones del Trabajo, etc. Para confirmar aún más la ambigüedad sobre las que nos movemos, hagamos el ejercicio de suponer cómo describirían al "buen" profesional de Recursos Humanos personalidades tan distintas como los presidentes de distintas empresas. ¿Qué se entiende por "profesional"? La aproximación más eficaz respecto de la definición de los términos que utilizamos es el diccionario, cuya función principal es, precisamente, fijar el significado de las palabras y sus posibles acepciones. Según el diccionario Webster, una profesión es "un llamado, vocación o cargo que requiere conocimientos especializados y frecuentemente, una larga e intensa formación académica". Para ser definida como profesión debe poseer no menos de seis condiciones: 1- Un cuerpo de conocimientos común. 2- El establecimiento de estándares de desempeño. 3- La existencia de una organización profesional representativa. 4- Otorgamientos de matrícula. 5- Reconocimiento externo de la profesión. 6- Un código de ética. 1- Un cuerpo de conocimientos común. A pesar de que las carreras de grado en la especialidad tienen, en Argentina, una historia corta (algo más de 30 años), se ha constituido un cuerpo de conocimientos sólido, a partir del ejercicio de la docencia y las investigaciones. No obstante, existe una gran dispersión en los temas centrales y los avances alcanzados respecto de técnicas, estudios o metodologías de intervención. En principio, aunque se justifica por el reducido mercado, hay baja producción nacional de textos de la especialidad y de irregular calidad, excepto muy calificadas excepciones: Leonardo Schvarstein, Abraham Pain, Jorge Etkin, Aldo Schlemenson, Ernesto Gore y otros pocos. La bibliografía predominante proviene de traducciones de autores estadounidenses, donde solemos encontrarnos con textos de una pobreza intelectual formidable, aunque pese a ello suelen convertirse en best-sellers. 2- Establecimiento de estándares de desempeño. Es más fácil reconocer estándares en algunas áreas técnicas, tales como Remuneraciones, Capacitación, Legislación Laboral, etc., pero la consistencia se diluye cuando se abordan temas referidos a las relaciones laborales, interpersonales o referidas a la ética profesional, por lo cual es ésta una cuestión pendiente. 3- Existencia de una organización profesional representativa. Existen en la actualidad distintas asociaciones profesionales con personería jurídica, pero no se ha establecido un Consejo Profesional. Es una carencia que, en caso de ser debidamente institucionalizada y administrada, perfilaría los alcances de la profesión de un modo más concreto. 4- Otorgamientos de certificación. Hoy día nos encontraríamos con muchas dificultades en el otorgamiento de matrículas profesionales debido a que las personas que ejercen provienen de distintos ámbitos académicos (psicología, derecho, sociología, ingeniería, ciencias económicas, etc.), por lo que sería necesario establecer una transición que reconocieran la experiencia, los conocimientos y competencias de cada profesional para ser habilitado. 5- Reconocimiento externo de la profesión. En este punto claramente se está a medio camino, ya que la profesión no se encuentra totalmente reconocida en la sociedad. Es la consecuencia de muchas de las situaciones planteadas más arriba, respecto de la diversidad de títulos académicos referidos a los mismos objetivos y contenidos, más el hecho de que cualquier profesional proveniente de otras ramas del saber, o simplemente idóneos, son los que ocupan los cargos o funciones correspondientes a los profesionales de recursos humanos. En este punto es necesario detenerse y retomar el término “profesión”, vinculado al término “vocación”, pues hay una diferencia abismal entre ejercer vocacionalmente una profesión o, simplemente, desempeñar un trabajo remunerado. En muchas oportunidades, se destina al área de Recursos Humanos a quienes no se puede despedir por distintas razones (económicas, en nombre de viejas lealtades, etc.), y se parte del supuesto de que cualquiera puede ejercer una función en dicha área. Es parte de la definición que, quien ejerce, debe ser remunerado por ello, pero la remuneración no reemplaza ni reemplazará los fundamentos vocacionales que debieran sustentar la práctica profesional. 6- Un código de ética. A pesar de las deficiencias que se vienen anotando hasta aquí respecto de las condiciones necesarias para considerar profesionales a quienes se desempeñan en el área de Recursos Humanos, se tiende a poner de manifiesto la importancia de la ética como marco de referencia para todo aquel que desempeñe una función cuyo objeto sea la administración de los recursos humanos. Un ejemplo práctico es la referencia al juramento hipocrático, base del desempeño de los profesionales de la medicina.

Etica Informàtica y en los RRHH/ Filosofìa de la ciencia y de la Tècnica

¿Educar en la realidad virtual? Navegando sin brújula Por Luciana Chairo - “Por favor dice Alicia al gato de Chesire, ¿Podría decirme qué camino debo tomar a partir de aquí? -Eso depende mucho del lugar a dónde se dirija, dice el gato -No me importa mucho a dónde sea, dice Alicia. -Entonces tampoco importa mucho qué camino tome, dice el gato -…con tal de que llegue a alguna parte, agrega Alicia a modo de explicación -Oh, seguramente llegará allí, dice el gato, si camina durante bastante tiempo.” [1] ¿Cómo podría escogerse un camino posible, cuando no se tiene claro hacia dónde nos dirigimos? Esta es una de las preguntas que orienta el presente escrito; interrogante que oficia de brújula para reflexionar acerca de la relación-controvertida por cierto- entre el avance acelerado de las nuevas tecnologías y el estado de la educación en nuestra sociedad. Si partimos de la premisa de que el conocer y el actuar del hombre son indisociablemente psíquicos e histórico-sociales, cabe entonces suponer que dicho avance tecnológico transformará a la sociedad como un todo y por ende a sus fabricaciones sociales, es decir, a los sujetos que la hacen ser. La educación, en este sentido, como una de las principales instancias de socialización de los individuos, se verá sin más transformada o, simplemente, implicada en este profundo proceso de cambio histórico social. ¿Cuáles son los alcances y limitaciones de este avance tecnológico sobre la praxis educativa de la sociedad y, más específicamente, sobre la constitución subjetiva de las nuevas generaciones? Hoy día se oyen posiciones diferentes y hasta contrapuestas tanto respecto de las consecuencias del progreso tecnológico, como de las acciones a llevar a cabo frente a dicho avance sobre la esfera educativa: algunos sostienen que la educación debería adaptarse a este mundo que cambia. Se legitima de este modo el paradigma de la racionalidad instrumental desde la cual se ve a la educación como una mercancía más que debería contribuir a que las sociedades enfrenten con éxito los retos de la competencia y la innovación. Otros estigmatizan la tecnología, al afirmar que necesitamos una educación que sirva para cambiar el mundo, humanizándo. Es la perspectiva desde la cual se busca formar sujetos de transformación, con capacidades para incidir en las relaciones económicas, sociales, políticas y culturales. Y aquí retorna el interrogante inicial ¿Cómo elegir un solo camino cuando no se conoce el destino al que quisiéramos arribar? Trataremos de no caer en antinomias que obstaculicen la elucidación crítica, poniendo en tensión las diferentes posiciones. La idea es desustancializar por un lado, a la “tecnología” (que por momentos se presenta como un cuerpo autónomo que amenaza la sociedad) y, por otro, analizar el impacto que ésta supone sobre las subjetividades y la sociedad en general. En la actualidad se observa claramente cierto desconcierto, desorientación, acerca del “para qué” y del “hacia dónde” de muchas de las instituciones sociales, entre ellas la escuela, la educación. ¿Con qué objetivo mandamos a nuestros niños a la escuela?; ¿Qué debería transmitirse?, ¿Para qué?; ¿Qué educación necesitamos?; ¿Qué hacer como docente con los saberes que los niños y jóvenes traen adquiridos de otros espacios y con nuevas lógicas? Lo mismo puede pensarse en relación con la tecnología: ¿Con qué objetivo utilizarla?; ¿Cómo capitalizar su desarrollo para que contribuya con ciertos fines instituidos socialmente? ¿Quién orienta hoy el avance de la técnica? Puede hipotetizarse que dicha desorientación es producto de la ausencia de las garantías que antaño servían para sostener determinados valores y principios directrices. Hoy se hace prioritaria, entonces, una reflexión crítica acerca de qué queremos como sociedad, qué educación elegimos para nuestros niños, que relación al pasado y al futuro adoptamos, es decir, hacia dónde deseamos dirigir nuestro proyecto colectivo. Sujetos a la red y enredos en la escuela Actualmente los niños y jóvenes que concurren a la escuela, se encuentran en una relación constante y fluida con los medios de comunicación y con lo que se ha dado en llamar “ciberespacio”. Hoy, la televisión, Internet, los celulares, video juegos cada vez más sofisticados -como productos del avance tecnológico- entran a jugar un papel central en la vida cotidiana y se entraman en la producción y en la transformación de la subjetividad. Ofrecen, así, coexistencia de temporalidades diversas, menos presencia de la narrativa que de la imagen y tiempos de procesamiento de la información más acelerados. Hoy los niños llegan a la escuela con muchos saberes que no tienen la forma de lo lineal, secuencial y vertical instituida históricamente. La lógica de lo simultáneo, procesos de traducción y elaboración de la información diferentes, descolocan a los maestros quienes ven cuestionada la legitimación de su transmisión. Los alumnos, por su parte, no se interesan por aquello que aprenden, se aburren, y el desconcierto mutuo iza su bandera. En el cotidiano los jóvenes comparten con sus pares experiencias virtuales donde efectivamente despliegan otras habilidades cognitivas que van desde lo perceptual hasta el pensamiento deductivo; otros modos de metabolizar y compartir la información; aprenden a colaborar en redes y a participar de otras formas de interacción, otras modalidades del lazo (hoy llamadas “conexión”) que los aprendidos tradicionalmente en el ámbito escolar. Surge entonces la pregunta por el papel de la escuela y por los desafíos que tendrá que enfrentar para estar a la altura de su tiempo histórico, marcado actualmente por la globalización y el desarrollo de nuevas tecnologías que plantean rupturas para el escenario escolar y social. En el campo educativo se entrama una compleja red de significaciones sociales; estas producciones de sentido logran materializarse a partir de su consolidación y reproducción a través de rituales, emblemas y mitos, que sostienen a una sociedad. Esto es lo que C. Castoriadis denomina imaginario social instituido: “…hay pues una unidad en la institución total de la sociedad; esta unidad es, en última instancia, la unidad y la cohesión interna de la urdiembre inmensamente compleja de significaciones que empapan, orientan y dirigen toda la vida de la sociedad considerada y a los individuos concretos que corporalmente la constituyen…” [2]. Los sujetos que una sociedad fabrica pertenecen a ella porque participan en las significaciones imaginarias sociales, en sus normas, valores, mitos, representaciones, proyectos, tradiciones, porque comparten la voluntad de ser de la sociedad y de hacerla ser continuamente. La escuela como construcción social, entonces, tiene la función de mantener el orden social vigente en cada momento histórico. Pero podemos pensar que no sólo interactúan en ella movimientos de mera conservación de lo instituido, sino que también alberga un movimiento transformador, instituyente, el cual inventa nuevos conjuntos de significaciones que dan cuenta de ciertas grietas provocadas por las mismas subjetividades que participan en su proceso. Este movimiento transformador es visto como amenazante por la sociedad y por la misma escuela, cuando ve cuestionados los valores y emblemas que sostenían su existencia. Esta dimensión “del ser por hacerse”, motor inagotable de transformación, se enfrenta permanentemente con lo reproductivo, con aquello ya instituido en la sociedad. El avance tecnológico rompe, de este modo, con aquel conservadurismo educativo que debe desafiar sus propios cercos para elegir qué lugar darle a esta nueva realidad que no sólo transforma las significaciones sociales, sino sobre todo a las subjetividades, materia prima de la praxis educativa. La técnica ha desplazado su propio sentido, ha dejado de ser un mero instrumento para conformar una dimensión estructural y estructurante de la sociedad contemporánea y de la fabricación de sus individuos. La escuela, por el contrario, ha sufrido un proceso inverso de vaciamiento de sentido al instrumentalizarse. A pesar de las grandes revoluciones técnicas, provenientes de la comunicación y la virtualidad, la institución escolar continúa anclada al pasado: escolarizando, disciplinando, homogeneizando y desconociendo, así, en muchos casos, la dimensión subjetiva. Jesús Martín Barbero [3] plantea que la nueva razón técnica ha contribuido a formar nuevos sujetos, desafiando de este modo a la razón escolar socializadora por excelencia y tradición. Ante tal desacople, la escuela exige a sus alumnos dejar en otra parte las nuevas sensibilidades, los nuevos intereses, los nuevos modos de procesamiento de la información…. La escuela resiente la presencia de la nueva tecnología. Si bien vemos como, en muchos casos, se ha priorizado el suministro de los equipamientos tecnológicos necesarios en las aulas para articular con el aprendizaje, no se ha realizado una reformulación de los contenidos; se incorpora la máquina pero no la racionalidad tecnológica que le es propia como la hipertextualidad, la interactividad y la conectividad. En este sentido, al carecer la escuela de un replanteamiento epistemológico y filosófico que oriente y de sentido a sus prácticas, mediadas por las nuevas tecnologías, sostiene un conservadurismo que la refuerza en su papel de reproductora o repetidora de instituidos que no llevan a la producción y la invención de nuevas significaciones. Tecnología y descomposición en la educación Si se pretende realizar una lectura lúcida y reflexiva en torno de los efectos de la tecnociencia sobre la educación de nuestra sociedad, es importante enmarcar la cuestión en lo que se presenta como crisis-descomposición [4] de la sociedad occidental y sus repercusiones en la subjetividad. Para ello tomaremos a Cornelius Castoriadis, quien realiza aportes claves en lo que respecta a la caracterización y análisis de nuestro tiempo. El autor refiere que vivimos en una época de conformismo generalizado, definida por la privatización de la vida social, y esto como producto de la crisis de las significaciones imaginarias sociales. Esta crisis se conjuga con una crisis del proceso identificatorio, que reproduce y agrava la situación. Castoriadis pone el acento en el debilitamiento o dislocación de aquellos lugares por donde pasaba la socialización en otros tiempos históricos; hoy esos lugares no se instituyen como moradas de sentidos y, siguiendo al autor, “no se ha creado aún ninguna totalidad de significaciones imaginarias sociales que pueda hacerse cargo de esta crisis de apuntalamientos particulares” [5]. Tanto la familia como la escuela, instituciones centrales en la humanización del individuo, atraviesan actualmente, junto a otras instituciones sociales, una fuerte crisis de sentidos y valores, lo cual lleva a una gran desorientación de las nuevas generaciones. Hoy habitamos una sociedad caracterizada por el aislamiento entre los sujetos, donde se reemplazan valores y normas, legitimadas en otros tiempos, por “el nivel de vida”; “el bienestar”; el confort y el consumo; la “conexión virtual” desprovista del cuerpo a cuerpo; una “colección de individuos” uniformizados y homogeneizados que no se interesan por los asuntos públicos, políticos [6]. “En nuestra sociedad occidental el individuo no es más que una marioneta que realiza espasmódicamente los gestos que le impone el campo histórico social: hacer dinero, consumir y gozar. Supuestamente ‘libre’ de darle a su vida el sentido que quiera, en la aplastante mayoría de los casos no le da sino el sentido que impera, es decir el sinsentido del aumento indefinido del consumo.” [7] Actualmente son muchos los que ven en la tecnología misma la fuente de ciertos conflictos sociales, como si ella pudiera tomar cuerpo y autonomizarse de la mano del hombre. Y quizá allí esté el problema, en esa ilusión social de omnipotencia, donde nadie pareciera poder controlar y orientar su funcionamiento. Así, la tecnología se presenta tomando un poder absoluto, difícil de cuestionar y sobre todo extranjerizándose de la construcción propia de los individuos de la sociedad. De este modo, colocando a la técnica como ese gran Otro, extrasocial y amenazante, podemos -como sociedad absolutamente heterónoma- adjudicarle los problemas y reclamar ante las consecuencia propias de lo que se encuentra “sin brújula”. Olvidamos, de este modo, que somos creadores de nuestro mundo, que –como tales- podríamos orientar y controlar los avances tecnológicos hacia el lugar que como sociedad deseemos darle. ¿Qué es lo que queremos, hacia dónde ir, qué pensamos hacer? Preguntas que -de surgir - permitirían reflexionar acerca de esta problemática, así como de muchas otras que nos atañen como sujetos histórico sociales para construir, quizás, un camino alternativo. Sería deseable, aunque no es posible predecir su aparición, la instalación de una tal actividad instituyente, la cual se ha visto degradada por el progreso acelerado de la técnica librada casi por completo a las necesidades de mercado. El sistema educativo, desde hace ya varias décadas, sufre una crisis de los contenidos y de la misma relación educativa. La relación transferencial, necesaria para que alguien aprenda, ha sido desplazada -en la actualidad- por una relación absolutamente instrumental. No existen criterios claros en lo que respecta a los roles que deben cumplir los docentes, los estudiantes y sus padres. En palabras de Silvia Bleichmar [8] “…la posmodernidad mina transferencias y destrona al sujeto supuesto saber, todo saber, y con él conduce a un relativismo que mercantiliza de modo insospechado hasta hace algunos años las relaciones sociales…”, por ejemplo la del docente con sus alumnos. Castoriadis dirá “…La verdad sobre la educación ya fue dicha por Platón hace veinticinco siglos: ‘sin Eros no hay educación’. Si los adolescentes no se enamoran, de una u otra manera de su maestro, y si los maestros no son capaces de inspirar ese amor porque ellos aman lo que hacen y porque en cada adolescente aman la promesa de algo nuevo, y no solamente de otro ser humano al que hay que inculcarle ciertos conocimientos, entonces ya no hay educación” [9] La educación ya no esta investida como educación para aquellos que hacen ser a este proceso. Se habla de una “inversión instrumental”. Los diferentes actores de la realidad educativa han instrumentalizado su labor, ha ganado el terreno lo procedimental, se ha valorizado lo rentable, lo cuantitativo y aquello que pueda ser producto de intercambio, por ejemplo el papel que certifique los estudios, para un trabajo el día de mañana…si es que llega. La educación del individuo humano, paideia, es inherente a toda política que se oriente hacia la autonomía. El objeto de toda verdadera pedagogía es ayudarnos a devenir seres humanos y reflexivos. Una educación para la autonomía y hacia la autonomía, es aquella que induce a interrogarse constantemente acerca de las instituciones de la sociedad para, llegado el caso, transformarlas; es aquella que contribuye a potenciar la actividad colectiva, lúcida y reflexiva. Castoriadis plantea que la crisis actual de la humanidad es política en el sentido más amplio del término, crisis tanto de la creatividad, de la imaginación como de la participación política de los individuos. En este sentido, la privatización y el individualismo reinantes orientan hacia lo arbitrario de los aparatos; hacia la marcha autónoma de la tecnociencia. Los objetos, en este sentido, cobran un rol protagónico y ejercen cierto poder que pareciera “incontrolable”. Ahora bien, como ya se ha afirmado, podemos pensar que no por estar ligados a las técnicas, estamos determinados por ellas; por el contrario, como sujetos sociales constructores de nuestra historia podemos pensar en un campo de acción política, de potencia y de resistencia que acompañe tal avance y lo oriente en función de nuestros deseos como sociedad. Debemos tratar de imaginar y procurar construir redes técnicas que sean compatibles con la justicia social, con la libertad, y otros fines políticos claves de la educación de cualquier sociedad que se pretenda reflexiva y autónoma. Notas [1] Carroll, Lewis. Alicia en el País de las Maravillas [2] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria en la sociedad, pág. 556, Ed. Tusquets, Barelona, 1983 [3] Barbero, Jesús Martín. La razón técnica desafía a la razón escolar en La razón técnica desafía a la razón escolar. Construcción de identidades y subjetividades políticas en la formación. Varios autores. Comps. Martinez Boom Alberto; Narodowski, Mariano; Ospina, Hector. Novedades Educativas, Bs. As, 2006. [4] Castoriadis, Cornelius, El avance de la insignificancia, Eudeba, Bs. As, 1996. Pág. 113. Eudeba, Bs.As, 1996. [5] Ibid op. cit. (4) Pág. 155. Eudeba, Bs.As, 1996. [6] Ibid op. cit. (4) Pág. 30. Eudeba, Bs.As, 1996. [7] Ibid op. cit. (4) Pág. 80. Eudeba, Bs.As, 1996. [8] Bleichmar, Silvia. Acerca del “malestar sobrante” en Subjetividad en Riesgo. Pág 20. Topia, Bs. As, 2005 [9] Castoriadis, Cornelius. Conferencia: “giro del capitalismo contemporáneo”. UBA 1996 Bibliografía Varios autores. Comps. Martinez Boom Alberto; Narodowski, Mariano; Ospina, Héctor. La razón técnica desafía a la razón escolar. Construcción de identidades y subjetividades políticas en la formación. Novedades Educativas, Bs. As, 2006. Bleichmar, Silvia. La Subjetividad en Riesgo, Topia, Bs. As, 2005 De "El Psicoanalìtico", Septiembre de 2013 elpsicoanalitico.com.ar

30 de agosto de 2013

Filosofìa de la ciencia y la Tècnica 2/ Ètica y Deont. Prof.: "Los beneficios de la Informàtica"

Internet: ¿realidad virtual o trampa real? Por Héctor Freire hectorfreire@elpsicoanalitico.com.ar “Bill Gates definió a Internet con una frase publicitaria brillante: dijo que es la calle comercial más larga del mundo. Yo diría que es una calle llena de burdeles y sex shops, porque cuando uno mira su composición (…) se da cuenta de que el segmento más abundante del comercio electrónico es comercio pornográfico. Un fenómeno que no tiene equivalente en los mercados tradicionales, como las industrias editoriales o el cine.” (Román Gubern) [1] La evolución y el desarrollo de la informática han sido demasiado veloces en la segunda mitad del siglo XX. Por lo tanto, la densidad de nuestra “iconosfera” [2] se ha incrementado considerablemente en los últimos veinte años debido a la emergencia de nuevas modalidades de imágenes computarizadas, en una etapa que podríamos llamar post-analógica e interactiva de las relaciones entre el hombre y la máquina. Así, no se pueden establecer -con perspectiva histórica- los reales alcances y sus “supuestos beneficios”, por ahora más virtuales que reales. No olvidemos, por ejemplo, que la imagen infográfica (arte y técnica de producción de imágenes digitales) empezó siendo explorada y utilizada desde los años cincuenta con fines militares. Después de unos quince años, se introdujo en los distintos sectores civiles y se extendió hacia usos industriales, científicos y comerciales: en la arquitectura y el diseño, en los videojuegos, en los espectáculos y en la publicidad. Al intentar imaginar la experiencia definitiva de leer y escribir en esta nueva forma textual, convendría prestar atención a lo que Mikhail Bakhtin ha escrito en relación a la nueva novela (polifónica), aplicable al hipertexto y al tema que nos preocupa: “está construida como una multiplicidad de voces”. El problema estaría en determinar si este nuevo soporte textual –no previsto por Bakhtin- se construye como el simulacro virtual de un conjunto “democrático” de voces que sea -en el plano de lo real- una nueva, sutil, sofisticada y eficaz manera de dominación a nivel planetario. La patética realidad actual indica que E.E.U.U. controla el 75% del mercado audiovisual internacional. Por ejemplo, en Europa y Latinoamérica, el 82% del material audiovisual que circula en las pantallas es de origen estadounidense, mientras que en E.E.U.U. el material europeo y latinoamericano llega solo al 10%. En este sentido, el crítico y semiólogo español Román Gubern, se expresó contra la americanización mediática, “como el verdadero nombre de la globalización”. A propósito, es de recordar la pertinente observación de Noam Chomsky en cuanto a cómo y de qué modo funcionan las relaciones entre las palabras y el control social, como así también, la presencia del Estado en las formas de la comunicación masiva. En Internet se impone la lengua instrumental de los tecnócratas y el lenguaje tiende a convertirse “en territorio ocupado”. Chomsky es el que mejor percibe y describe el escenario de las comunicaciones masivas; sus críticas a la política actual de los medios apuntan a la tergiversación, la inversión, el cambio de sentido, la construcción y la manipulación de la realidad que define al mundo actual: se bombardean e incendian ciudades y a eso se le llama “pacificación”. A las masacres y genocidios de pueblos enteros se los denomina eufemísticamente “rectificación de fronteras”. También dice el lingüística norteamericano: “ya en los años 40 se tomó -en los círculos de la industria, de las relaciones públicas- la decisión de introducir expresiones como “libre empresa”, “mundo libre”, “libre mercado”, en lugar de términos descriptivos convencionales como “capitalismo”. De ese modo, se impone un sistema de comunicación masivo encubridor e hipócrita, “un estilo muy medio”, y todo lo que no está dentro de esos códigos y normas es considerado hermético, excéntrico, fuera de tiempo y de lugar. De este modo, una única conciencia, una única voz tiránica y patriarcal, LA VOZ de este nuevo ídolo electrónico de “comunicación masiva” -que siempre es la que emana de la experiencia combinada del enfoque del momento- absorbe en sí misma como objetos las otras voces, las otras conciencias. Un solo idioma, un solo soporte, una única estética, una sola identidad: el famoso “pensamiento único” que convierte a las leyes del mercado en legitimadoras políticas y sociales supremas, universales e inapelables. Desde este punto de vista omnisciente y omnipresente, todo estaría visto como “pedazos” o “bocados” a incorporar; “las terceras personas” no participantes “realmente”, pero sí virtualmente, no serían representadas de ningún modo. No habría lugar para ellas. Internet, como medio de comunicación, es uno de los tantos “artefactos” de los que se vale la tan mentada y elogiada globalización. Examinado en sus dimensiones materiales y simbólicas, parece apuntar a una contracción del espacio mundial, a una mancomunidad de los valores y de las prácticas culturales (“globalización de los intercambios”) conformando lo que algunos investigadores como Paul Mathias, llaman “la ciudad de Internet” [3]. Sin embargo, no se trata de la construcción imaginaria de una ciudad, sino de una nueva y más sutil espacialización del capitalismo. Su espejismo más tenaz es el de imponer como real una “democracia mundializada” cuyos contornos, sin embargo, siguen siendo –como el de todo espejismo- difuminados, y cuyo proyecto resulta inconsistente, difuso o contradictorio. Lo que en la práctica propone Internet es lo opuesto a lo que Michel Foucault llamó “la arqueología del saber”. En lugar de reconstruir una unidad perdida a partir de los fragmentos, de las ruinas y destrozos (a partir del pasado, de la evidencia histórica, y de las identidades), Internet trabaja sobre los fragmentos de un “edificio” nunca construido. Como afirma Beatriz Sarlo: “el único obstáculo eficaz a la homogeneización cultural son las desigualdades económicas: todos los deseos tienden a parecerse, pero no todos los deseos tienen la misma oportunidad de realizarse. La ideología nos constituye como consumidores universales, aunque millones sean únicamente consumidores imaginarios. Si, en el pasado, la pertenencia a una cultura aseguraba bienes simbólicos que constituían la base de identidades fuertes, hoy la exclusión del consumo vuelve inseguras todas las identidades”. [4] A medida que el lector se mueve por la red de textos, desplaza constantemente su propio centro y, por lo tanto, el enfoque o principio ideológico organizador de su investigación y experiencia. Su centro de atención es provisional, está compuesto de cuerpos de textos conectados, aunque sin eje primario de organización. En otras palabras, el ente que se conoce como libro, obra o texto en el campo de la imprenta, carece de centro. Este “híbrido” se experimenta como un sistema que se puede des-centrar y re-centrar hasta el infinito, en parte porque transforma cualquier documento, o testimonio unitario del pasado, en un centro pasajero, provisorio, en un mero directorio liviano, fugaz e intercambiable. Este mecanismo anula la idea de proporcionar sus tiempos al tiempo y sus espacios al espacio. Esta forma distinta -basada en el corte, el vértigo y la apropiación como medio para economizar tiempo y espacio- se proyecta como dominante y excluyente de otras formas que recurren a relaciones de sentido, de belleza, de emoción. Une los elementos separados, reduce las duraciones y las distancias. Es, después de todo, la lógica de los imperios para los que sus componentes nunca están lo suficientemente juntos, sus provincias siempre son demasiado grandes para abarcar. Esta especie de “montaje rápido” es una variante de las viejas técnicas de poder y trabaja reduciendo las cadenas de comando para controlar mejor los extremos. Culmina, con el así llamado “tiempo real”, la abolición de toda distancia y toda duración al servicio del imperio del mercado mundial, siendo que -en realidad- las cosas no existen sino porque están separadas y que, para respetarlas y conocerlas, hace falta sortear las distancias que las separan, tomándose el tiempo real que sea necesario. Este concepto se opone a esa ideología de fusión (tanto en el terreno de las artes como en el de la organización de los pueblos), la que satura nuestras pequeñas y grandes pantallas bajo la forma de una acumulación frenética. Sin embargo, esta forma de dominación no es nueva; la cultura occidental imaginó estas entradas casi mágicas a una realidad en forma de red mucho antes de la aparición de las tecnologías informáticas. Por ejemplo, la tipología bíblica que tan importante papel desempeñó en la cultura inglesa en el siglo XVII y en la norteamericana en el siglo XIX. Ellas concebían la historia en forma de tipos y sombras (virtuales) de Cristo y de la providencia divina. Así Moisés, que existe por sí mismo, también existe como Cristo, quien cumple y completa el significado del profeta. Como lo demuestran los innumerables sermones y comentarios de la época victoriana, cualquier persona, acontecimiento o fenómeno servía de ventana mágica en la compleja semiótica de los designios divinos para la salvación del hombre. Al igual que el tipo bíblico, el Internet, permite a los acontecimientos y fenómenos significativos participar simultáneamente de varias realidades o niveles de realidad, donde las voces individuales aportan irremediablemente un camino en la red de conexiones. Dado que, en los Estados Unidos, el protestantismo evangélico preserva y difunde estas tradiciones de exégesis bíblica, no sorprende demasiado descubrir que una de las primeras aplicaciones de este nuevo soporte ha tenido que ver con la Biblia y su tradición. Esta capacidad tiene una relación obvia con las ideas de la postmodernidad, que insiste en la necesidad de cambiar rápidamente de puntos de vista descentrando la discusión. En estos sistemas se le ofrece al lector, como “señuelo”, “la posibilidad” y “la libertad democrática” de poder escoger su propio centro de investigación y experiencia. Pero lo que este principio significa en la práctica es que el lector pierda su centro, su ideología y su identidad organizativa. ¿Es Internet un medio de comunicación masiva o un nuevo nihilismo electrónico? Presencia de una ausencia, realidad volátil, imágenes ectoplasmáticas, encapsulamiento de la realidad, conciencia sitiada: todo ello señala en dirección a una devaluación de la realidad, a un distanciamiento ascético, a un principio de renuncia a la inmediatez táctil y olfativa, al contacto personal, a la percepción inmediata, a la interacción erótica individualizada, a la relación intuitiva con el entorno físico. Internet: ¿realidad virtual o trampa real? El encapsulamiento mediático del espectador-lector configura la condición de una existencia individual monádica, degradada psíquica y sexualmente, comunicativa y artísticamente. Las redes de “comunicación” electrónica, desempeñan culturalmente el papel del sacerdote nihilista. Este nihilismo mediático tiene que ver fundamentalmente con la dialéctica del reconocimiento electrónico y, en general, con la transformación mediática de la relación humana con su hábitat social y natural. Es el resultado de su doble condición de distancia y proximidad con respecto al objeto, de mediación técnica y manipulativa, por una parte, y de cercanía mimética o poder mágico, por otra. Y es, asimismo, la imposibilidad por parte del espectador de conferir un sentido al mundo que le rodea. Y ésta es la condición electrónica de la destrucción de la experiencia. En cuanto al soporte técnico, “el ordenador”, éste ha pasado a ocupar un lugar central, “religioso”, en las actividades rituales del mundo postmoderno. Esta “nueva idolatría virtual” se propone reemplazar las funciones intelectuales más elevadas del cerebro humano. Sin embargo, y desde este punto de vista, sometido al determinismo implantado por el hombre en su programa, el ordenador tiene el comportamiento obediente de “un tonto lógico”. Como declaró gráficamente Karl Popper: “los ordenadores podrán solucionar problemas, pero nunca descubrir problemas, que es una capacidad humana”. Este “humano escepticismo”, acerca de la inteligencia resolutiva de las máquinas se ha multiplicado a partir de los postulados de incertidumbre de Heisemberg, del concepto de inverificabilidad matemática de Gödel y de la noción de imprevisibilidad de los sistemas complejos de Prigogine, que en realidad han sido verdaderos mazazos a “las esperanzas monárquicas de la ciencia” (al servicio del capitalismo imperial, llamado eufemísticamente globalización) tanto para conocer el comportamiento de la realidad, como para cuantificar sus manifestaciones y, más aún, para preverlas. A la vez, se impone una afirmación generalizada: no se puede negar que Internet nos permite estar “mejor comunicados” unos con otros. A ella contestó de manera irónica en un reportaje para el diario La Nación, el escritor de ciencia ficción Ray Bradbury, cuya vigencia en su obra “Fahrenheit 451” (llevada al cine por el genial director Francois Truffaut en la década del 60), no se puede negar. Internet plantea serios cuestionamientos, y ciertas paradojas y contradicciones, que por cierto exceden el marco y la problemática propia de Internet. Bradbury respondió: “Tenemos demasiadas comunicaciones, estamos demasiado comunicados. ¿Con cuánta gente quiere usted estar conectada? ¿Cuántos amigos de verdad tiene?, ¿cuatro?, ¿cinco? ¿Por qué se quiere estar en contacto con todo el mundo? Yo creo en el contacto humano.”- Cuando todo se ve nada se ve, y nada vale. La indiferencia ante las grandes diferencias e injusticias provocadas por la globalización crece con la reducción de lo válido a lo visible. En Internet todos los ideales particulares se terminan alineando uno tras otro en la porción de la humanidad dotada de la más fuerte visibilidad social. De ahí se sigue que la lengua del más rico se convierte en la de todo el mundo y que la ley del más fuerte es la regla suprema. Internet, como parte de la Iconosfera actual, aspira a ser omnipresente; para ello tendría el cinismo como virtud, el conformismo por fuerza y un nihilismo consumado por horizonte. Esta es la razón, en verdad, de que la “aldea global” implique, en los países marginados, un espacio menos igualitario que comunitario. La “comunidad” de los usuarios de Internet es, pues, el engendro de una unión entre una visión, exclusivamente técnica y profundamente paranoica de la posmodernidad humana, y una aspiración fusionista a la comunicación explosiva de los deseos. Como en su origen Internet es el resultado de un instrumento bélico, su efecto -al menos por el momento- resulta bastante comprensible: no fomenta la comunicación, el acercamiento real de las personas, sino que –por el contrario- la idea militar de la red se basa en que existe una distancia que hay que preservar. Esto es así ya que la viabilidad de una red de ordenadores -susceptibles de asegurar la transmisión de los datos informáticos en cualquier circunstancia y momento- implica que tales ordenadores estén físicamente alejados unos de otros y que las personas no sean más que simples operadores, y no sujetos que se comuniquen. En definitiva, meros instrumentos al servicio de funciones operativas, ya sean estas militares, como fue en el principio, o comerciales como lo son ahora. Asimismo, recordemos que -como pudimos comprobar en los últimos acontecimientos ocurridos en Egipto- si bien Internet (en especial el Facebook) fue muy importante, lo determinante sigue siendo la presencia de los cuerpos. Se puede convocar por medio de Internet a asistir a una manifestación, pero hay que poner el cuerpo en la misma. Otra cuestión a tener en cuenta cuando hablamos de Internet, y en la que sintomáticamente no se ha profundizado, es que la red abre al usuario “todo un mundo ilimitado” pero que, al mismo tiempo, amenaza seriamente toda privacidad e intimidad. El abuso del sistema puede llevar al límite de que los beneficios del e-mail, por ejemplo, terminen siendo menores que sus perjuicios: la inclusión compulsiva en bases de datos sin ser consultados, los mensajes con propaganda o promociones, aun cuando se indique que no se los quiere volver a recibir. Al respecto, Internet nos enfrenta a la siguiente paradoja: por un lado nos fascina la posibilidad de contactar a cualquiera, en cualquier momento, pero también cualquiera, en cualquier momento, nos puede contactar, nos interese o no. Se puede evitar recurrir a tales tecnologías a fin de impedirlo, pero se corre el riesgo de perder otros tipos de oportunidades que dicha tecnología pone a disposición. En síntesis: “Con Internet nosotros sentimos que tenemos acceso a un mundo ilimitado, y es cierto. Pero nos olvidamos de que ese mundo ahora también tiene acceso a nosotros, y amenaza nuestra privacidad de modos que ni siquiera imaginamos”. “La afirmación de Nicholas Burbules, norteamericano, filósofo de la educación egresado de la Universidad de Stanford y especialista de la Universidad de Illinois en el impacto social de las nuevas tecnologías, alimenta la difundida sospecha de que la Red que usamos como medio de comunicación masiva, con fascinación y cierta inocencia, puede ser también una trampa en la que quedemos atrapados.” [5] [1] Entrevista realizada por Liliana Moreno, Zona, Clarín 22.4.2001. http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2001/04/22/z-01001.htm [2] Al decir de Román Gubern, la iconosfera es un ecosistema cultural formado por los mensajes icónicos y audiovisuales que envuelven al ser humano, basado en interacciones dinámicas entre los diferentes medios de comunicación y entre estos y sus audiencias. Del bisonte a la realidad virtual -La escena y el laberinto, Anagrama, Barcelona 1996. [3] Mathias, Paul, La Ciudad de Internet, Bellaterra, Barcelona, 1998. [4] Sarlo, Beatriz, Escenas de la vida posmoderna, Ariel, Buenos Aires, 1994. [5] Ramos Carmen María, Enfoques, Diario La Nación, 17.12.2000 De Elpsicoanalìtico.com.ar Agosto de 2013

27 de agosto de 2013

Ètica y Deontol. prof. (RRHH): La posibilidad de ser feliz.

“LA GENTE FELIZ GENERA VÍNCULOS; LA INFELIZ COMPRA COMPULSIVAMENTE” Un buen día la socióloga Roberta Paltrinieri dejó de mirar vidrieras. Repasó sus hábitos de consumo y no volvió a comprarse ropa, entre otras costumbres que abandonó. “Fue un viaje al interior de lo que sucedía en la crisis de la sociedad de la abundancia que me llevó a mí y a quienes me rodean a tomar conciencia”, dice Paltrinieri, doctora en Sociología y profesora de Sociología del consumo en la Universidad de Bologna, la más antigua del mundo occidental. Fue así como se propuso orientar su vida y la de su familia hacia una felicidad responsable, término con el que bautizó a su último libro. “Mi materia de estudio surge de mi autorreflexión sobre mi comportamiento cotidiano y el de mi familia -se sincera-. Y decidimos iniciar, como pequeño núcleo, una búsqueda de comportamientos de consumo sostenible.” Sus hijos -de 8 y 12 años- crecen sabiendo que no deben derrochar agua, que la basura se debe separar según su materia prima -orgánica, papel, plástico, vidrio- y que el trueque con otras familias es divertido, sustentable y sienta bien. “Mi vida no se ha empobrecido. Como docente empleada pública, es cierto que tengo mi sueldo congelado desde hace tres años, pero también cuento con la seguridad de que mes a mes recibo mi paga. Admito que no he sentido la crisis que veo a mi alrededor, pero esto no implica que en mí no se hayan activado modos de investigación para dar con formas más virtuosas de consumo”, dice la socióloga que también dirige el Centro de Estudios Avanzados sobre el Consumo y la Comunicación del Alma Mater Studiorum de la Universidad de Bologna y es parte de la Research Network Sociology of Consumption. Y allí fue Paltrinieri detrás de la felicidad responsable que, según ella, “es un modo distinto de pensar el bienestar individual y colectivo. Es la superación de un modelo cultural que hizo del ‘Consumo, luego existo’ el leitmotiv de los últimos treinta años, a favor de un modelo cultural que valorice las relaciones antes que los símbolos de status”. ¿Dónde busca la sociedad de hoy la felicidad? Desde el punto de vista aristotélico, el concepto de felicidad se refiere a la obtención del placer a través de una acción. Sobre la base de esta dimensión aristotélica se ha ido construyendo la sociedad de consumo. En este sistema, a través de los objetos de consumo, los hombres deberían obtener aquel placer que, de algún modo, se presupone para una cierta felicidad. La sociedad del consumo como nosotros la conocimos en Europa, desde la posguerra, es decir desde los años ‘50 hasta los inicios de esta crisis en 2008, prometió la obtención del placer basándose paradojalmente en mecanismos que producen constantemente infelicidad. Desear comprar ha sido un imperativo para la sociedad de consumo europea. Consumir y desear seguir haciéndolo por más que se posean ya muchos bienes. El problema no es la posesión de bienes sino la insaciabilidad: una promesa constante de algo que se debe desear y que una vez obtenido no da satisfacción y por eso reenvía a la necesidad constante de continuar en este accionar. De aquí nacen los procesos de consumo compulsivo. La sociedad europea y la norteamericana son sociedades enfermas desde el punto de vista de la compulsividad, porque a través de este acto se intenta calmar un ansia que está dentro nuestro y que es el estado existencial de la subjetividad en una sociedad que progresivamente ha hecho desaparecer otras formas del placer. Con este diagnóstico, ¿hoy es posible ser feliz? Es necesario superar la dimensión instrumental del bienestar individual para estimular un nuevo modelo que ponga en el centro el bienestar colectivo entendido como relación que desarrolla confianza, reciprocidad. Las sociedades felices son las que producen relaciones, vínculos. Las infelices son las que en el lugar de las relaciones venden productos. En síntesis: la gente feliz genera vínculos; los infelices compran compulsivamente. Usted ha señalado que la felicidad y el bienestar no han sido medidos adecuadamente El primer texto que intenta superar la idea del PBI como único indicador del bienestar es el estudio que el ex presidente francés Nicolás Sarkozy encargó en 2008 al economista Joseph Stiglitz, donde se utiliza una serie de indicadores que arrojan luz sobre cómo medir el bienestar. A partir de esto, en Italia hemos desarrollado el índice de Bienestar Equitativo Sostenible -Benessere Equo e Sostenibile (BES)-. Es interesante porque hace foco en el bien relacional. De algún modo dice que la tutela del ambiente y las relaciones son fundamentales para medir el bienestar. Un elemento fundamental que está en la base de este nuevo modelo que estoy intentando promover de la felicidad responsable es la dimensión de la participación. Personas que participan en términos activos dentro de la propia comunidad son personas más felices. ¿Cómo se hace para hablar de bienestar colectivo en una sociedad de tanta desigualdad El modelo económico al cual nos ha habituado la sociedad de consumo es un modelo en el que lo determinante es el bienestar individual medido económicamente. El verdadero problema es que se debe correr el bienestar individual al bienestar colectivo. De hecho, las personas no viven solas, aisladas. Pero la verdadera posibilidad de producir bienestar colectivo nace de la posibilidad de producir bienes relacionales. Una cosa importante en el interior de una comunidad para desarrollar el bienestar no es tanto el dinero cuanto una buena cualidad de las relaciones humanas. El bienestar colectivo debe ser producido a través de las relaciones humanas cualitativamente buenas. Bienes relacionales producen confianza, intercambio, reciprocidad. Las relaciones se vuelven importantes también en términos de desigualdad: si yo produzco relaciones dentro de un sistema, produzco formas de solidaridad y la forma de solidaridad produce cohesión social. Donde existe la desigualdad se pueden activar estos mecanismos de la solidaridad. Si produzco individualismo, no produzco cohesión social. Da la sensación de que en la sociedad actual sólo participan activamente los que tienen tiempo o los que abrazan una causa y militan a favor de ella. ¿Cómo se crea esta conciencia de responsabilidad compartida en el ciudadano medio? En Italia no estamos en una fase ascendente de la democracia sino decreciente. Crisis de gobernabilidad, altos niveles de desconfianza, temas que tal vez le resulten familiares a usted … Por eso es necesario crear un nuevo pacto de confianza. Y la responsabilidad social compartida como respuesta a la crisis nos compete a todos. Tenemos que dar el salto hacia una teoría colectiva de las relaciones. Buscar cómo podemos responder a la crisis a través de nuestras capacidades específicas. ¿Cuál es hoy la principal característica del comportamiento social? Hoy es difícil hablar de una teoría del accionar colectivo porque de hecho vivimos en una sociedad donde los procesos de socialización retrocedieron en su capacidad de orientar las relaciones. Hoy más que nunca, en esto veo también el reflejo del paradigma económico neoliberal dominante, hablamos de sujetos individualizados. De hecho, el hombre está cada vez más solo y debe responder a los desafíos de una sociedad global. Hemos perdido los valores normativos que nos orientaban. Es como si el individuo tuviera constantemente que reflexionar sobre las propias acciones. Disminuyó la mediación de la estructura. En el pensar, el comportamiento social ha retrocedido. Esto quiere decir que no hay más un cuadro normativo de referencia sino que hay que proceder por autorreflexión. Se trata de una constante necesidad de encontrar dentro de sí las fuerzas, las capacidades para responder a la emergencia o a la urgencia que el ámbito social le impone. En usted la crisis fue una ocasión para repensar su comportamiento como consumidora. La idea de crisis como oportunidad, ¿se puede aplicar a todas las clases sociales? Es claro que desde un punto de vista sistémico esto puede ser una oportunidad para las clases medias y altas de reflexión para repensar el propio comportamiento. Por una cuestión de insostenibilidad, es preciso pensar en un nuevo modelo para la sociedad de consumo tal como la conocemos hasta ahora. Es claro que no tienen la misma posibilidad los sectores medio y bajo que hoy están experimentando un gran desgaste. La crisis como oportunidad también nos enfrenta al problema de la desigualdad. En Italia, como seguramente también sucede en Argentina, lo que está sucediendo respecto del pasado es que estamos viendo que los mecanismos del ascenso social ligados, por ejemplo, a la instrucción, no funcionan más. Mientras en el pasado era normal que el hijo del campesino o del obrero se convirtiera en médico, hoy ese ascensor social ya no existe. Estamos asistiendo a una autorreproducción de las castas y ya no hay mecanismo de movilidad ascendente entre generaciones. Es lo ineludible de un destino: los hijos de las clases bajas no tendrán posibilidad de superar su propio status. Las nuevas generaciones están experimentando condiciones de vida peores que las de sus padres. ¿Esto es válido para ricos y pobres? Sí. El elemento central en este proceso de pobreza es que los hijos de las clases sociales medias-altas, los hijos de la burguesía, también experimentan condiciones de vida peores que las de sus padres. Yo estoy segura de que, si mis hijos no se van al exterior y se quedan en Italia, no tendrán la condición de vida ni las oportunidades que he tenido yo. Desde la mirada argentina, es como si Europa, aquel Primer Mundo de nuestro imaginario, estuviera descubriendo algo que nosotros, lamentablemente, ya conocemos en carne propia en materia de crisis. En realidad lo que muchos países latinoamericanos, Argentina en primer lugar, han experimentado como técnicas de supervivencia en un mundo globalizado -siempre a favor de un Primer Mundo que como consecuencia de este intercambio desigual venía favorecido-, hoy se convirtieron en las técnicas que estamos observando para responder a nuestra propia crisis. Los argentinos nos pueden enseñar mucho al respecto. Marina Artusa, Clarìn.com Agosto 2013