5 de junio de 2011

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4 de junio de 2011

Paradigmas científicos (FCT 2 ASC)

Paradigmas científicos. El progreso de la ciencia. Crisis y revolución.


El epistemólogo contemporáneo Tomas Kuhn, en su obra “La estructura de las revoluciones científicas”, aprecia que existe una concepción tradicional de la ciencia, que se da tanto en el área de las Ciencias Naturales como en las áreas humanísticas de la Psicología, por ejemplo, y que consiste en entender al “progreso científico” como un progreso “lineal”, de carácter acumulativo. De manera tal que cada teoría científica, estaría agregando un ladrillo más a una suma de ladrillos, que poco a poco va acrecentando el edificio de la ciencia.
Pero el autor considera que el progreso científico no se da de esta manera, y en este punto se adhiere su pensamiento al del filósofo francés G. Bachelard (1884-1962), al sostener ambos que el progreso de las ciencias se da por medio de “revoluciones científicas”.

Bachelard dice que en determinados momentos se producen “crisis” en los campos del conocimiento, verdaderas refundiciones del saber, que a su vez se entrecruzan con revoluciones espirituales. Estas revoluciones espirituales implican la aparición de grandes invenciones científicas, provocando fuertes mutaciones en la mentalidad de las personas.
Esto quiere decir que, cuando una nueva teoría científica adquiere el carácter de tal, se provoca un cambio en la cosmovisión de los seres humanos. La visión del mundo que aporta esta nueva teoría científica es una visión novedosa, que influye en el cambio de mentalidad.
En el planteo de Kuhn, se afirma algo similar al sostener que una “revolución científica” se caracteriza primeramente porque en un momento determinado surge una nueva teoría científica, que será adoptada por una nueva comunidad de científicos, y que se contrapone y se muestra como incompatible con las teorías reconocidas hasta ese momento.
La nueva teoría científica, asimismo, implica un campo distinto de problemáticas, inaugura un nuevo espacio temático, además de nuevas reglas de carácter conceptual y metodológico, a partir de las cuales se querrá encontrar solución a los problemas inaugurados por esta nueva ciencia.
A esta nueva teoría se la llamará “Paradigma”, y por eso el autor sostiene que “un nuevo paradigma se opone al paradigma anterior”, además de provocar un cambio en la imaginación de la comunidad científica que lo adopta, y una transformación en el mundo en el cual esos científicos realizan sus investigaciones.
Un cambio en el sistema conceptual produce un cambio en el mundo que habitamos.
Cuando los científicos investigan los problemas de su paradigma, en realidad no están poniendo a prueba el paradigma en sí, sino que se están poniendo a prueba a ellos mismos, en su intento de encontrar las respuestas a los problemas que ese paradigma plantea.
Cambiar un paradigma es como cambiar las reglas del juego. Esto es así porque las problemáticas que se plantean son absolutamente nuevas, y las reglas para encontrar la solución a esas problemáticas, también lo son.
Según el autor, “las teorías no evolucionaron gradualmente para ajustarse a los hechos”. Esto quiere decir que no es que las teorías se ajusten a los hechos, sino que las teorías “crean los hechos”, o sea que los científicos, con sus teorías, categorizan sus problemáticas.
Por ejemplo, en la Edad Media, el mundo era la realidad categorizada por el astrónomo griego Tolomeo. Así, la Tierra era el centro del cosmos, un cuerpo fijo en un universo estrecho.
El cambio es absoluto con respecto al mundo actual, en el que según la ciencia contemporánea, somos habitantes de un planeta minúsculo y móvil, que forma parte de un sistema, el solar. El sol es una estrella de una galaxia formada por una multiplicidad de estrellas, que es la Vía Láctea. Y hay una multiplicidad de galaxias que constituyen el universo.
Evidentemente, hay una diferencia notable con respecto al mundo habitado por los seres humanos en la Edad Media.

Con este planteo, el autor sostiene que vivimos en un mundo que nosotros construimos y categorizamos. Por eso afirma que “Copérnico puso a la Tierra en movimiento”. El astrónomo polaco Copérnico (1473-1543), demostró el doble movimiento de los planetas sobre sí mismos y alrededor del sol.

Esto no quiere decir, evidentemente, que a partir del momento en que Copérnico planteó esa idea, la Tierra se empezó a mover, sino que es a partir de que la teoría copernicana categoriza esta realidad, que nuestro mundo comienza a moverse. Cambia totalmente la concepción del mundo en que habitamos. El mundo en sí no cambia, cambia el concepto que tenemos del mismo.
El cambio en la historia de la humanidad, es un cambio de paradigmas, es decir, de las distintas construcciones gnoseológicas que los seres humanos han hecho acerca de la realidad objetiva.
La realidad objetiva, en tanto externa y ajena a la mente del hombre, no cambia. Pero lo que sí va cambiando es la manera particular de concebir esa realidad, desde nuestras construcciones cognoscitivas.
Esto es así, porque el mundo que habitamos no es el mundo tal cual es, sino el mundo “tal cual es para nosotros”. El ser humano hace uso de su inteligencia para construir una suerte de “mundo paralelo”, en orden a la satisfacción de sus necesidades tanto físicas como espirituales, y ese es el “mundo de la cultura”.
La realidad existe independientemente del ser humano, pero los hombres la “conceptualizan”, lo cual implica la suposición de que las cosas son como decimos que son, aunque de ahí a que lo sean hay grandes diferencias, que la ciencia demuestra continua y sistemáticamente. Esto se torna más evidente cuando un Paradigma (que en su momento fue considerado como “la verdad”), se viene abajo desmoronado por la aparición de un Nuevo Paradigma, que plantea lo contrario.
Para finalizar con esta introducción, se advertirá que con el paso del tiempo, se ha ido perdiendo la concepción de la ciencia como “cuerpo unitario”. Por el contrario, cada vez se da una mayor especialización a nivel científico, con lo cual se marcan mayores diferencias conceptuales entre los diversos campos del saber.
Al especificar cada vez más las diferencias, se hace actualmente muy difícil llegar a un acuerdo a nivel de los intercambios científicos entre las distintas áreas del conocimiento, pues los conceptos son demasiado específicos, y por lo tanto los encuentros teóricos se tornan cada vez más difíciles. Esto rompe con la concepción tradicional de la ciencia como un cuerpo unitario del saber.
Antes, el conocimiento científico se desplazaba en un mundo definido como un plan original dado por Dios, o bien un plan de la naturaleza, en función del cual se podía encontrar una supuesta unidad.
Ahora, cada área del saber es un campo específico de reglas conceptuales y metodológicas, que busca dar solución a los problemas, cada vez en mayor profundidad y detalle.

Grandes respuestas éticas (Etica RRHH)

La filosofía moral. Grandes respuestas éticas.


A lo largo de la historia del pensamiento filosófico, la cuestión ética recibió variadas respuestas.
Algunos filósofos sostuvieron la “moral del placer”. Otros señalaron la importancia de lograr la autorrealización del hombre, su máxima perfección que le daría la felicidad.
Otros señalaron que el fin de la vida humana no se hallaba en este mundo, sino en otro mundo mejor y distinto (las “éticas trascendentalistas”).
Kant y otros señalaron que el hombre debe actuar por deber, lo cual supone seguir el mandamiento que surge bajo ciertas condiciones, en la conciencia moral.
También se sostuvo que el hombre debe obrar de acuerdo con una cierta escala de valores (las “éticas axiológicas”). Dicha escala de valores será objetiva, o subjetiva, según las distintas posturas intelectuales.
Hubo quienes fueron partidarios del “utilitarismo ético”, lo cual aspira a lograr el máximo de utilidad social por parte de las acciones del hombre.



Recibe el nombre de “valoración moral” el hecho de atribuir, adjudicar, un valor a una acción humana determinada. La valoración es una reacción humana ante un hecho o un acontecimiento. En la valoración, la voluntad aprueba o repudia.
La valoración no tiene carácter abstracto; sus elementos -sujeto que valora, ob­jeto de la valoración, resultado de la valoración o juicio de valor- son todos concre­tos, históricos y temporales. No debe olvidarse el origen humano y concreto de la va­loración universal. Los valores y las estimaciones varían con el individuo, con la familia la sociedad, la nación y la época.
Es un hecho indiscutible el carácter histórico de la valoración. La Historia mues­tra los cambios que ha sufrido la conciencia moral; cada pueblo, cada época propone una escala de valores acorde con su circunstancia. Una ética dogmática tenderá siem­pre a soslayar esta historicidad de la valoración; aferrada a un solo punto de vista, será incapaz de valorar, en su justa proporción, las concepciones morales del pasado o de otras culturas extrañas.
El papel de la Ética, consiste en encontrar un criterio objetivo para estudiar y comprender el fe­nómeno de la valoración, sin olvidar su sentido histórico.
El problema de la valoración moral plantea una cuestión decisiva para la Ética, tan importante para ella, que se ha considerado el meollo mismo de ésta: ¿Qué es lo bueno?; ¿puede establecerse un concepto objetivamente válido del valor bondad?, etc. Pero al aclarar en qué consiste lo bueno, la Ética tendrá que explicar en qué consiste lo malo o el vicio moral. Así, pues, el valor de lo bueno implica o remite a su contrario, al disvalor de lo malo.
¿Qué es lo bueno? Esta pregunta que formula el problema de la valoración moral conduce a una serie de tentativas, de soluciones encaminadas a establecer una concep­ción de lo bueno.


Teorías de lo bueno o criterios estimativos.

Se denominan teorías de lo bueno o criterios estimativos las diversas doctrinas que intentan solucionar el problema de in­vestigar qué es lo bueno. Ellas son, fundamentalmente, las siguientes:


a) Hedonismo.

En la antigua Grecia se encuentran los primeros criterios estimativos creados por sus grandes filósofos.
Uno de estos criterios para juzgar lo que es el bien es el hedonismo (de la palabra griega hdone, placer). El hedonisno sostiene que el sumo bien, que lo bueno, consiste en el placer.
En la corriente hedonista puede citarse, como una de sus figuras principales a Epi­curo (341'-279 a.C.), filósofo griego que nació en Gargeto y se educó en Samos. Perte­nece a la corriente posterior a Aristóteles, conocida como Filosofía helenístico ­romana. A los treinta y cinco años se establece en Atenas, donde funda su escuela, llamada el Jardín. Epicuro enseña que el placer y el dolor son las dos afecciones que se encuentran en todo animal: una, favorable; la otra, su contraria; a través de las cuales se juzga lo que se debe elegir y lo que se debe rechazar. Según el hedonismo, es moral­mente buena aquella conducta que tiene por fin el placer, o por lo menos, la negación del dolor (displacer). El placer está inherente en la naturaleza del hombre.
Lo propio de la naturaleza humana es tender al logro del placer y evitar todo aquello que causa sufrimiento, ya sea físico o espiritual.
A pesar de que el término “placer” tiene un fuerte matiz sensual, Epicuro se refiere a placeres moderados, propios de la naturaleza racional del hombre. Se dice que Epicuro inculcaba a sus discípulos el amor a la naturaleza y las cosas bellas, enseñando que es necesario llevar una vida amable y sencilla. Sólo así se podrá encontrar lo placentero y virtuoso.
Otros representantes del hedonismo son Aristipo, y en el siglo XIX, Jeremías Bentham, también relacionado con el “utilitarismo”.


b) Eudemonismo.

Otra corriente de gran significación en Grecia fue el eudemonismo (del griego eudaimonia: felicidad, dicha o ventura). Según el eudemonismo, lo bueno consiste en la felicidad, pues el hombre persigue la misma de manera innata y espontánea, y la felicidad es apetecible en sí misma.
El eudemonismo se encuentra en filósofos como Sócrates, Platón y Aristó­teles.
Según Sócrates, el principal elemento que conduce a la felicidad es el conoci­miento (a esta postura se le denominó "intelectualismo ético"); su tesis es que la sabiduría nos lleva a la virtud, y que Ésta, a su vez, nos permite acceder a un estado de plenitud y satisfacción.
Para Platón la felicidad también radica en la práctica de la virtud entendida como sabiduría, solamente que ésta se logra en un reino intangible, ultraterreno o Mundo de las Ideas.
Pero la elaboración más sistemática de esta corriente se debe a Aristóteles de Estagira, quien considera que el fin último de la vida es la felicidad, pues todos los hombres encaminan sus actos hacia la consecución de la felicidad, pero no todos saben en qué consiste ni cómo lograrla. El vulgo piensa que la felicidad consiste en la búsqueda de placeres materiales; otros consideran que la feli­cidad radica en los honores y riquezas.
Sin embargo, la felicidad, para Aristó­teles, sólo puede consistir en la práctica de una vida acorde con la naturaleza racional.


c) Utilitarismo.

El utilitarismo (del latín “utile”, lo que es “útil”) es la doctrina ética que sostiene que lo bueno consiste en lo útil. También se considera el utilitarismo como aquella doctrina que declara que lo moralmente bueno radica en una legítima aspiración hacia el bienestar.
El utilitarismo puede adoptar tres posiciones:
1. Cuando se busca el bienestar individual en detrimento de la sociedad (indivi­dualismo o egoísmo ético).
2. Cuando se busca el bienestar de los otros en detrimento de la utilidad indivi­dual (altruismo).
3. Cuando se trata de conciliar el bienestar individual con el bienestar social (por ejemplo, la doctrina de J.S. Mill).
Puede afirmarse que la tercera posición es la forma estricta en que debe entender­se el utilitarismo.
El utilitarismo declara que lo bueno es la utilidad. La acción buena es la que procura felicidad y satisfacción a la sociedad. La utilidad responde a una necesidad o tendencia natural; dicha tendencia inclina al hombre a promover la felicidad de sus semejantes.
El utilitarismo tiene su origen en Inglaterra; uno de los primeros exponentes del utilitarismo fue Francisco Hutcheson, quien lo propagó en 1725. Sin embargo, sus más famosos teóricos son Jeremías Bentham (l748-1832) y John Stuart Mill (l808­-1873). En estos autores se encuentra también un hedonismo, ya que tienden a identifi­car la felicidad con el placer.
El hedonismo inherente al utilitarismo se trasluce, por ejemplo, en la doctrina de Bentham, según el cual los únicos hechos que pueden servir como fundamento del dominio moral son el placer y el dolor.
La conducta del hombre, afirma Bentham, está determinada por la expectativa
del placer y del dolor y ésta es el único motivo posible de acción.
Una preocupación central del utilitarismo consiste en buscar un principio objetivo que permita establecer cuándo una acción determinada es buena o mala. Este princi­pio se llama principio de utilidad, que sostiene que una acción es buena en tanto que tienda a lograr la mayor felicidad posible para el mayor número de personas.
Stuart Mili acepta, en cierto modo, la teoría de los placeres sostenida por los epi­cúreos; sostiene que no se conoce ninguna teoría epicúrea de la vida que no asigne a los placeres del intelecto, de los sentimientos y de la imaginación, un valor mucho más alto, en cuanto placeres, que los de la mera sensación.

d) Vitalismo: Otro criterio estimativo está representado por la corriente vitalista. En general, el vitalismo es la tendencia filosófica que considera la vida como el principio fundamental del cosmos. También puede decirse que el vitalismo es la doctrina que toma la existencia humana como objeto centraI de la filosofía.
El vitalismo entraña una diversidad de corrientes, pero todas coinciden en afirmar que lo bueno radica en la vida y en todo aquello que la impulse y desarrolle.
Corno ejemplo de vitalismo está el pensamiento de Federico Nietzsche (1844­-1900).
La filosofía de Nietzsche constituye el más claro antecedente de la Filosofía mate­rial de los valores. Al enfrentarse a la moral tradicional de su tiempo, propone una "transmutación de los valores". Las virtudes más elevadas son ahora las que exaltan el valor de la vida y de la voluntad de dominio; es virtud toda pasión que diga si a la vida y al mundo (de ahí su vitalismo): la fortaleza, la alegría y la salud, el amor sexual, la enemistad y In guerra, la veneración, las bellas actitudes, las buenas mane­ras, la voluntad fuerte, la disciplina de la intelectualidad superior, la voluntad de do­minio, el reconocimiento de la tierra y de la vida, todo lo que es rico y quiere dar, quiere gratificar a la vida, donarla, eternizarla y divinizarla.
Nietzsche distingue entre una ”moral de señores” y una “moral de rebaño”. La primera es la norma aceptada por la antigüedad clásica, especialmente en Roma (donde la vir­tud era “virtus”, virilidad, valor, audacia, braveza); la segunda, en cambio, procede de los judíos; en ellos la sumisión engendra la humildad y el desamparo, el altruismo. La moral de rebaño alcanza su plenitud en la doctrina de Jesús; según él todos los hombres tienen igual valor y los mismos derechos; de su doctrina proceden la demo­cracia, el utilitarismo y el socialismo; el progreso empezó a decidirse en términos de igualamiento y vulgarización progresivos, en términos de decadencia y vida descen­dente.
La Ética de Nietzsche lleva hasta sus últimas consecuencias la teoría evolucionista de Darwin y Spenser; observa que la meta del esfuerzo humano no es la elevación de todos sino la cultura de los mejores y más fuertes (moral del superhombre).
El superhombre está más allá del bien y del mal (más allá de la moral común y corriente), lo bueno para él es todo lo que aumenta el sentimiento de potencia, la vo­luntad de potencia, el amor al peligro, la energía, la inteligencia y el orgullo.



e) Perfeccionismo:

Se trata de una doctrina que conside­ra que el fin ético de la vida es la perfección moral. Como representante de esta ten­dencia se menciona a Santo Tomas de Aquino (1225-1274) figura relevante de la filosofía escolástica.
Santo Tomás parte de la ética aristotélica, e intenta adaptarla e interpretarla a la luz de la moralidad cristiana.
Considera que los únicos actos del hombre que se inscriben en el campo de la moral, son los actos libres, o sea, los actos que provienen del hombre en tanto ser racional y libre. Estos actos humanos se originan en la voluntad, y el objeto de la voluntad es el bien.
Pero el bien perfecto no debe buscarse en las cosas creadas, tangibles o contingentes, tales como las riquezas, los placeres y los honores, y tampoco en la vida especulativa y teorética (que para Aristóteles era la clave de la felicidad), sino solamente en Dios.
Si bien en esta vida el hombre puede conocer que Dios existe, sólo en la vida futura podrá conocer a Dios tal cual es en Sí mismo.
De esta manera, lo bueno para Santo Tomás de Aquino está ligado a un fin trascendente.

Las grandes respuestas éticas. (Etica RRHH)


La filosofía moral. Grandes respuestas éticas.


A lo largo de la historia del pensamiento filosófico, la cuestión ética recibió variadas respuestas.
Algunos filósofos sostuvieron la “moral del placer”. Otros señalaron la importancia de lograr la autorrealización del hombre, su máxima perfección que le daría la felicidad.
Otros señalaron que el fin de la vida humana no se hallaba en este mundo, sino en otro mundo mejor y distinto (las “éticas trascendentalistas”).
Kant y otros señalaron que el hombre debe actuar por deber, lo cual supone seguir el mandamiento que surge bajo ciertas condiciones, en la conciencia moral.
También se sostuvo que el hombre debe obrar de acuerdo con una cierta escala de valores (las “éticas axiológicas”). Dicha escala de valores será objetiva, o subjetiva, según las distintas posturas intelectuales.
Hubo quienes fueron partidarios del “utilitarismo ético”, lo cual aspira a lograr el máximo de utilidad social por parte de las acciones del hombre.



Recibe el nombre de “valoración moral” el hecho de atribuir, adjudicar, un valor a una acción humana determinada. La valoración es una reacción humana ante un hecho o un acontecimiento. En la valoración, la voluntad aprueba o repudia.
La valoración no tiene carácter abstracto; sus elementos -sujeto que valora, ob­jeto de la valoración, resultado de la valoración o juicio de valor- son todos concre­tos, históricos y temporales. No debe olvidarse el origen humano y concreto de la va­loración universal. Los valores y las estimaciones varían con el individuo, con la familia la sociedad, la nación y la época.
Es un hecho indiscutible el carácter histórico de la valoración. La Historia mues­tra los cambios que ha sufrido la conciencia moral; cada pueblo, cada época propone una escala de valores acorde con su circunstancia. Una ética dogmática tenderá siem­pre a soslayar esta historicidad de la valoración; aferrada a un solo punto de vista, será incapaz de valorar, en su justa proporción, las concepciones morales del pasado o de otras culturas extrañas.
El papel de la Ética, consiste en encontrar un criterio objetivo para estudiar y comprender el fe­nómeno de la valoración, sin olvidar su sentido histórico.
El problema de la valoración moral plantea una cuestión decisiva para la Ética, tan importante para ella, que se ha considerado el meollo mismo de ésta: ¿Qué es lo bueno?; ¿puede establecerse un concepto objetivamente válido del valor bondad?, etc. Pero al aclarar en qué consiste lo bueno, la Ética tendrá que explicar en qué consiste lo malo o el vicio moral. Así, pues, el valor de lo bueno implica o remite a su contrario, al disvalor de lo malo.
¿Qué es lo bueno? Esta pregunta que formula el problema de la valoración moral conduce a una serie de tentativas, de soluciones encaminadas a establecer una concep­ción de lo bueno.


Teorías de lo bueno o criterios estimativos.

Se denominan teorías de lo bueno o criterios estimativos las diversas doctrinas que intentan solucionar el problema de in­vestigar qué es lo bueno. Ellas son, fundamentalmente, las siguientes:


a) Hedonismo.



En la antigua Grecia se encuentran los primeros criterios estimativos creados por sus grandes filósofos.
Uno de estos criterios para juzgar lo que es el bien es el hedonismo (de la palabra griega hdone, placer). El hedonisno sostiene que el sumo bien, que lo bueno, consiste en el placer.
En la corriente hedonista puede citarse, como una de sus figuras principales a Epi­curo (341'-279 a.C.), filósofo griego que nació en Gargeto y se educó en Samos. Perte­nece a la corriente posterior a Aristóteles, conocida como Filosofía helenístico ­romana. A los treinta y cinco años se establece en Atenas, donde funda su escuela, llamada el Jardín. Epicuro enseña que el placer y el dolor son las dos afecciones que se encuentran en todo animal: una, favorable; la otra, su contraria; a través de las cuales se juzga lo que se debe elegir y lo que se debe rechazar. Según el hedonismo, es moral­mente buena aquella conducta que tiene por fin el placer, o por lo menos, la negación del dolor (displacer). El placer está inherente en la naturaleza del hombre.
Lo propio de la naturaleza humana es tender al logro del placer y evitar todo aquello que causa sufrimiento, ya sea físico o espiritual.
A pesar de que el término “placer” tiene un fuerte matiz sensual, Epicuro se refiere a placeres moderados, propios de la naturaleza racional del hombre. Se dice que Epicuro inculcaba a sus discípulos el amor a la naturaleza y las cosas bellas, enseñando que es necesario llevar una vida amable y sencilla. Sólo así se podrá encontrar lo placentero y virtuoso.
Otros representantes del hedonismo son Aristipo, y en el siglo XIX, Jeremías Bentham, también relacionado con el “utilitarismo”.


b) Eudemonismo.

Otra corriente de gran significación en Grecia fue el eudemonismo (del griego eudaimonia: felicidad, dicha o ventura). Según el eudemonismo, lo bueno consiste en la felicidad, pues el hombre persigue la misma de manera innata y espontánea, y la felicidad es apetecible en sí misma.
El eudemonismo se encuentra en filósofos como Sócrates, Platón y Aristó­teles.
Según Sócrates, el principal elemento que conduce a la felicidad es el conoci­miento (a esta postura se le denominó "intelectualismo ético"); su tesis es que la sabiduría nos lleva a la virtud, y que Ésta, a su vez, nos permite acceder a un estado de plenitud y satisfacción.
Para Platón la felicidad también radica en la práctica de la virtud entendida como sabiduría, solamente que ésta se logra en un reino intangible, ultraterreno o Mundo de las Ideas.
Pero la elaboración más sistemática de esta corriente se debe a Aristóteles de Estagira, quien considera que el fin último de la vida es la felicidad, pues todos los hombres encaminan sus actos hacia la consecución de la felicidad, pero no todos saben en qué consiste ni cómo lograrla. El vulgo piensa que la felicidad consiste en la búsqueda de placeres materiales; otros consideran que la feli­cidad radica en los honores y riquezas.
Sin embargo, la felicidad, para Aristó­teles, sólo puede consistir en la práctica de una vida acorde con la naturaleza racional.


c) Utilitarismo.

J. Bentham
J. S. Mill

El utilitarismo (del latín “utile”, lo que es “útil”) es la doctrina ética que sostiene que lo bueno consiste en lo útil. También se considera el utilitarismo como aquella doctrina que declara que lo moralmente bueno radica en una legítima aspiración hacia el bienestar.
El utilitarismo puede adoptar tres posiciones:
1. Cuando se busca el bienestar individual en detrimento de la sociedad (indivi­dualismo o egoísmo ético).
2. Cuando se busca el bienestar de los otros en detrimento de la utilidad indivi­dual (altruismo).
3. Cuando se trata de conciliar el bienestar individual con el bienestar social (por ejemplo, la doctrina de J.S. Mill).
Puede afirmarse que la tercera posición es la forma estricta en que debe entender­se el utilitarismo.
El utilitarismo declara que lo bueno es la utilidad. La acción buena es la que procura felicidad y satisfacción a la sociedad. La utilidad responde a una necesidad o tendencia natural; dicha tendencia inclina al hombre a promover la felicidad de sus semejantes.
El utilitarismo tiene su origen en Inglaterra; uno de los primeros exponentes del utilitarismo fue Francisco Hutcheson, quien lo propagó en 1725. Sin embargo, sus más famosos teóricos son Jeremías Bentham (l748-1832) y John Stuart Mill (l808­-1873). En estos autores se encuentra también un hedonismo, ya que tienden a identifi­car la felicidad con el placer.
El hedonismo inherente al utilitarismo se trasluce, por ejemplo, en la doctrina de Bentham, según el cual los únicos hechos que pueden servir como fundamento del dominio moral son el placer y el dolor.
La conducta del hombre, afirma Bentham, está determinada por la expectativa
del placer y del dolor y ésta es el único motivo posible de acción.
Una preocupación central del utilitarismo consiste en buscar un principio objetivo que permita establecer cuándo una acción determinada es buena o mala. Este princi­pio se llama principio de utilidad, que sostiene que una acción es buena en tanto que tienda a lograr la mayor felicidad posible para el mayor número de personas.
Stuart Mili acepta, en cierto modo, la teoría de los placeres sostenida por los epi­cúreos; sostiene que no se conoce ninguna teoría epicúrea de la vida que no asigne a los placeres del intelecto, de los sentimientos y de la imaginación, un valor mucho más alto, en cuanto placeres, que los de la mera sensación.

d) Vitalismo: Otro criterio estimativo está representado por la corriente vitalista. En general, el vitalismo es la tendencia filosófica que considera la vida como el principio fundamental del cosmos. También puede decirse que el vitalismo es la doctrina que toma la existencia humana como objeto centraI de la filosofía.
El vitalismo entraña una diversidad de corrientes, pero todas coinciden en afirmar que lo bueno radica en la vida y en todo aquello que la impulse y desarrolle.
Corno ejemplo de vitalismo está el pensamiento de Federico Nietzsche (1844­-1900).
La filosofía de Nietzsche constituye el más claro antecedente de la Filosofía mate­rial de los valores. Al enfrentarse a la moral tradicional de su tiempo, propone una "transmutación de los valores". Las virtudes más elevadas son ahora las que exaltan el valor de la vida y de la voluntad de dominio; es virtud toda pasión que diga si a la vida y al mundo (de ahí su vitalismo): la fortaleza, la alegría y la salud, el amor sexual, la enemistad y In guerra, la veneración, las bellas actitudes, las buenas mane­ras, la voluntad fuerte, la disciplina de la intelectualidad superior, la voluntad de do­minio, el reconocimiento de la tierra y de la vida, todo lo que es rico y quiere dar, quiere gratificar a la vida, donarla, eternizarla y divinizarla.
Nietzsche distingue entre una ”moral de señores” y una “moral de rebaño”. La primera es la norma aceptada por la antigüedad clásica, especialmente en Roma (donde la vir­tud era “virtus”, virilidad, valor, audacia, braveza); la segunda, en cambio, procede de los judíos; en ellos la sumisión engendra la humildad y el desamparo, el altruismo. La moral de rebaño alcanza su plenitud en la doctrina de Jesús; según él todos los hombres tienen igual valor y los mismos derechos; de su doctrina proceden la demo­cracia, el utilitarismo y el socialismo; el progreso empezó a decidirse en términos de igualamiento y vulgarización progresivos, en términos de decadencia y vida descen­dente.
La Ética de Nietzsche lleva hasta sus últimas consecuencias la teoría evolucionista de Darwin y Spenser; observa que la meta del esfuerzo humano no es la elevación de todos sino la cultura de los mejores y más fuertes (moral del superhombre).
El superhombre está más allá del bien y del mal (más allá de la moral común y corriente), lo bueno para él es todo lo que aumenta el sentimiento de potencia, la vo­luntad de potencia, el amor al peligro, la energía, la inteligencia y el orgullo.






e) Perfeccionismo:

Sto. Tomás de Aquino


Se trata de una doctrina que conside­ra que el fin ético de la vida es la perfección moral. Como representante de esta ten­dencia se menciona a Santo Tomas de Aquino (1225-1274) figura relevante de la filosofía escolástica.
Santo Tomás parte de la ética aristotélica, e intenta adaptarla e interpretarla a la luz de la moralidad cristiana.
Considera que los únicos actos del hombre que se inscriben en el campo de la moral, son los actos libres, o sea, los actos que provienen del hombre en tanto ser racional y libre. Estos actos humanos se originan en la voluntad, y el objeto de la voluntad es el bien.
Pero el bien perfecto no debe buscarse en las cosas creadas, tangibles o contingentes, tales como las riquezas, los placeres y los honores, y tampoco en la vida especulativa y teorética (que para Aristóteles era la clave de la felicidad), sino solamente en Dios.
Si bien en esta vida el hombre puede conocer que Dios existe, sólo en la vida futura podrá conocer a Dios tal cual es en Sí mismo.
De esta manera, lo bueno para Santo Tomás de Aquino está ligado a un fin trascendente.

El pensamiento mítico (Filosofía y Lógica RRHH)

El pensamiento mítico.



Se entiende por filosofía una manera totalmente nueva de pensar que surgió en Grecia, alrededor del año 600 antes de Cristo.
Hasta entonces, fueron las distintas religiones las que dieron a la gente las respuestas a todas las preguntas que se hacían.
Esas explicaciones religiosas se transmitieron de generación en generación, a través de los mitos. Un mito es un relato sobre dioses, un relato que pretende explicar el principio de la vida.
Por todo el mundo ha surgido, en el transcurso de los milenios, un enorme caudal de explicaciones míticas a las cuestiones filosóficas.
Pero no se trataba solamente de explicaciones, pues la gente no podía quedarse sentada de brazos cruzados a que interviniesen los dioses cuando amenazaban las desgracias (tales como sequías o epidemias).
Las personas tenían que tomar parte activa en la lucha contra el mal. Esa participación se llevaba a cabo mediante distintos actos religiosos o “ritos”.
Uno de los actos religiosos más importantes era el sacrificio, que se hacía con el fin de aumentar el poder del dios. Los seres humanos tenían que hacer sacrificios a los dioses para que éstos reuniesen fuerzas suficientes para combatir a las fuerzas del caos. Esto se conseguía, por ejemplo, mediante el sacrificio de un animal al dios en cuestión.
Los mitos pretenden dar una explicación a algo. Por ejemplo, si había sequías en una región, la gente necesitaba una explicación acerca de por qué no llovía.
Los mitos también pueden querer dar una explicación a los cambios de estación del año.
El mito intenta dar a los seres humanos respuestas a algo que no entienden, y a menudo los seres humanos realizaron distintos actos religiosos relacionados con el mito.
Las ideas mitológicas florecieron por el mundo entero, antes de que los filósofos comenzaran a hurgar en ellas.
También los griegos tenían su visión mítica del mundo cuando surgió la primera filosofía. Durante siglos, habían hablado de los dioses de generación en generación.
Algunos dioses griegos se llamaban Zeus y Apolo, Hera y Atenea, Dionisio y Asclepio, Heracles y Hefesto, por nombrar algunos.
Alrededor del año 700 a.C., gran parte de los mitos griegos fueron plasmados por escrito por Homero y Hesíodo, creando así una nueva situación, pues al tener escritos los mitos, se hizo posible la discusión sobre ellos.
Los primeros filósofos griegos criticaron la mitología de Homero porque los dioses se parecían mucho a los seres humanos, y eran igual de egoístas y tan poco confiables como podemos serlo nosotros. Así, se planteó la posibilidad de que los mitos no fueran más que imaginaciones humanas.
Un ejemplo de esta crítica de los mitos, es la opinión del filósofo Jenófanes, que nació en el 570 a.C., quien decía que los seres humanos han creado dioses a su propia imagen, y que creen que los dioses han nacido y que tienen cuerpo, vestido e idioma como nosotros.
En los ambientes urbanos de las ciudades-estado griegas, fue evolucionando la manera de pensar de la gente. Así, un individuo podía, por cuenta propia, plantear cuestiones sobre cómo debería organizarse la sociedad.
De esta manera, el individuo también podía hacer preguntas filosóficas, sin tener que recurrir a los mitos heredados.
Así tuvo lugar una evolución de una manera de pensar mítica, a un razonamiento basado en la experiencia y la razón, siendo el objetivo de los primeros filósofos, la búsqueda de explicaciones naturales a los procesos de la naturaleza.

Método Científico (FCT 1)

Método científico


Antes de entrar en tema es conveniente señalar el significado de algunos términos.
Una hipótesis es una conjetura o suposición de ensayo a ser verificada por comparación con la realidad. Estrictamente hablando también deberían llamarse hipótesis, las suposiciones razonablemente confirmadas, pues como se ha indicado en la Sección anterior los enunciados fácticos de la ciencia no son perfectos sino perfectibles: cualquier enunciado verificado lo ha sido un número finito de veces por lo que puede darse el ca­so de que alguna vez no lo sea (de hecho hay muchos ejemplos de esto).
Una teoría es un sistema de proposiciones o enunciados que permiten explicar un conjunto determinado de hechos o fenómenos. Entre los enunciados están las leyes que son conexiones entre hechos, o sea pautas generales en las que se insertan los mismos. Por supuesto que no todos los hechos singulares han sido convertidos en casos particulares de leyes, pero a esto se aspira en el desarrollo de la ciencia.
El método científico nace el siglo XVII con Galileo Galilei (1564-1642) e lsaac Newton (1642-1727). Por la misma época Francis Bacon (1561-1626) insistió en la parte experimental y por .ello lo llamó método experimental nombre que aún se usa en algunas ramas de la ciencia. Sin embargo, Bacon sostuvo que el conocimiento científico se obtiene por inducción y “abstracción'' de los datos experimentales, error que ha persistido hasta el presente siglo y que Albert Einstein ha criticado repetidamente (Holton, 1979). Lo notable de Bacon, que no era científico, es que fue el primero en insistir sobre la utilidad de la ciencia y de la conexión de esto con el poder. A. C. Crombie (1974, vol. 2, cap. 8) da un excelente recuento de ese nacimiento con abundantes textos originales. El método, desde sus orígenes trata de negar. la posibilidad de conocimiento científico mediante el dogmatismo el gusto. la intuición, la evidencia (o sea lo que aparece a primera vista). Sin embargo recién en el siglo XIX comenzó a imponerse en forma generalizada, aunque aún hoy la; mayoría de la gente cree que la manera correcta de decidir si un enunciado es verdadero o no es someterlo a la prueba de un texto: "el célebre Fulano ha escrito tal cosa y por lo tanto Zutano, que sostiene algo diferente, está equivocado". Quizás esto se deba a la importancia que la Biblia ha tenido en la vida de gran parte de la humanidad. Pero los que usan un texto como criterio de verdad se olvi­dan de dos cosas al respecto: en primer lugar que la Biblia es un texto religioso, y en segundo lugar que su interpretación requiere profundos y complejos estudios científicos multidisciplinarios
El conocimiento científico es tal, esencialmente por el método mediante el cual la investigación científica plantea problemas y pone a prueba las soluciones propuestas, es decir por el procedimiento sistematizado y organizado que se emplea durante toda la
investigación. En resumen el método científico señala los procedimientos y razonamientos a emplear para llegar a la verificación de una hipótesis.
La aplicación del método científico contempla los, siguientes pasos no siempre realizados por el mismo investigador o grupo de investigadores y no siempre necesariamente sucesivos.

Pasos del método científico:

Realidad Observable
Datos
Planteamiento del Problema de Investigación
Investigación de lo Publicado sobre el Tema para Insertar el Problema en Conocimiento Existente
Formulación de' Hipótesis y Deducción de sus Consecuencias
Elaboración del Diseño de Verificación de las Hipótesis
Confrontación de las Hipótesis con los Hechos Observados
Evaluación y Crítica de los Resultados Obtenidos
Explicación de Alcance General y Predicción de Hechos aún no Observados

1. Se observa un hecho o fenómeno y se obtienen datos.
2. Se plantea un problema generalmente en términos de preguntas las cuales ayudan a delimitarlo.
Muchas veces estos dos pasos se invierten: por algún medio se ha definido un problema y las preguntas implícitas determinan qué datos se requieren.
3. Se investiga todo lo publicado sobre el tema, para conocer dónde se inserta el problema en el conocimiento existente. Este paso ayuda a completar la delimitación del problema y es fundamental para el paso siguiente.
4. Se comienza la solución del problema formulando hipótesis y deduciendo sus consecuencias.
Estas hipótesis pueden ser leyes y aún teorías.
5. Se elabora el diseño de verificación de las hipótesis. Como se verá más adelante, este paso puede consistir en la confección de encuestas, diseño de experimentos (reproducción de hechos en condiciones determinadas y controladas), etc. Es de señalar que en este paso se usan conocimientos científicos existentes (como leyes y teorías) y se consideran las disponibilidades de tiempo, económicas, tecnológicas, etc. Esta consideración conduce muchas veces a la reformulación del problema por imposibilidad práctica de resolverlo.
6. Confrontación de las hipótesis con la realidad observada. Este paso es crucial pues toda hipótesis que no pase el examen de confrontación no se incorpora al. conocimiento científico.
7. Evaluación y crítica de los resultados de la confrontación. Esto permite conocer el valor del éxito de la confrontación o el porqué del fracaso.

En uno de sus escritos polémicos sobre el tema, Galileo (Galilei, 1623, cuestión 45) respondía sarcásticamente a un oponente que tomaba como testimonio el enunciado "Los babilonios cocían los huevos girándolos velozmente en sus hondas". Galileo escribía que aceptando el principio de autoridad debe ser verdadero, pero la causa de la cocción no es la fricción del aire porque al realizar todo tipo de experimentos los huevos "no quieren cocerse". Como en todos lo experimentos lo único que falta es la presencia de los babilonios; se deduce de esto y de la veracidad admitida del enunciado (que la causa de la cocción es el hecho de ser babilonio. Lo que quería señalar Galileo es que la proposición carece de valor científico por ser totalmente inverificable.
Con respecto a Galileo y su insistencia en la verificación, es curioso notar que la hipótesis genial de la rotación de la tierra no la pudo comprobar pese a sus esfuerzos durante muchos años. De hecho la comprobación fue hecha por León Foucault (1819 1868) dos siglos después, lo cual requirió desarrollos teóricos abundantes. La primen prueba del movimiento de la tierra alrededor del sol fue lograda experimentalmente por James Bradley (1693-1792) en 1725.

8 Buscar las generalizaciones y/o teorías comprobadas que expliquen o predigan los hechos. En realidad este paso está diluido, por así decir, en los anteriores

A continuación se dan más detalles sobre las características del método científico:


TEORICO EN SU ORIGEN Y, EN SU FIN
Parte de una teoría y llega a una modificación o refutación de la misma
BASADO EN LA DUDA CIENTIFICA
Es falible; se puede dudar de él
EMPIRICO
Fuentes y resultados insertadas en la experiencia
INDUCTIVO
Infiere regularidades en los datos
DEDUCTIVO
Deriva lógicamente conceptos y enunciados
AUTOCORRECTIVO
Exige comprobación de las bases; todo resultado es fuente de nuevas preguntas
CIRCULAR
Relación simétrica entre teoría y experiencia
ANALlTICO
Selecciona los elementos más simples y relevantes de la realidad
SINTETICO
Recompone los elementos separados para obtener una visión global

a) Es teórico en su origen y en su fin. Parte de una teoría o un conjunto de ideas sobre la realidad que se quiere estudiar y llega a una modificación. complementación o refutación de las teorías e ideas iniciales.
b) Se basa en la duda científica. Tal como se mencionó anteriormente. el conocimiento científico es falible y por lo tanto no hay parte de él de la que no se pueda dudar. Notar que en esta duda no interviene el sentimiento o el gusto; por eso se llama científica.
c) Es empírico. Sus fuentes de información y sus resultados están profundamente insertados en la experiencia.
d) Es inductivo. Procede mediante la clasificación sistemática de los datos experimentales infiriendo regularidades que se puedan presentar.
e) Es deductivo. Deriva conceptos y enunciados de otros conceptos y enunciados. estableciendo así consecuencias mediante las reglas de lógica.
f) Es autocorrectivo. Exige la continua comprobación de los puntos de partida. y requiere que todo resultado sea fuente de nuevas preguntas (falibilidad y perfectibilidad del conocimiento científico)
g) Es circular. La relación teoría-experiencia es simétrica. Sobre la base de la experiencia se establece. completa y reforma la teoría. Sobre la base de la teoría se explica o predice la realidad.
h) Es analítico. Selecciona de la realidad los elementos más simples y relevantes. Esto puede parecer un poco subjetivo, pero lo cierto es que no se puede proceder sin análisis.
i) Es sintético. Recompone los elementos separados para obtener una visión global y las relaciones estructurales entre los elementos del conjunto (establecer leyes, por ejemplo).
El método científico es una valiosa guía que se aprende a usar usándola y que en la práctica puede variar sus procedimientos siempre sistemáticamente según el nivel o naturaleza de la investigación a realizar. Por ello no se debe entender como un recetario mecánico o conjunto de reglas ciertas y fáciles que conduzcan ciegamente al investigador a enunciar verdades. No hay reglas infalibles que garanticen por anticipado el descubrimiento de nuevos hechos o teorías, asegurando así la fecundidad de la investigación científica.
Se ha insistido sobre el soporte racional y empírico de la ciencia. Pareciera que, como todo cerebro tiene una estructura lógica y la obtención de datos requiere del uso de ciertas técnicas, resultaría fácil entrenar un investigador científico. Pero hay algo que no se puede aprender en los libros: la creatividad la cual, si bien es una característica esencial que distingue al hombre (aunque no esté distribuida igualmente entre todos los hombres) requiere, para producir resultados, el entrenamiento de capacidades innatas en todo aquello que atañe a lo que se quiere crear, sea artístico o científico. La creatividad interviene en el diseño de verificación de hipótesis pero aún más en el establecimiento de ésta. Como en toda creación intervienen factores p sicológicos y factores culturales.
El factor cultural que interviene en la creación de hipótesis científicas interviene como necesidad de compatibilizarlas con alguna concepción del mundo prevaleciente cuando el investigador las enuncia. Es natural que todo investigador tienda a asignar mayor peso a aquellas hipótesis que mejor se adaptan a su fondo cultural.
Esto puede constituir un peligro porque al tender a dejar de lado otras posibilidades se puede favorecer el dogmatismo (al cual parece tan afecto el hombre).
Los factores psicológicos y culturales actúan en forma casi siempre oscura porque son en gran medida cuestión de preferencias individuales, de grupo o de época. Por ello si bien son importantes en la tase de creación debe minimizarse su acción en la fase de verificación. Las presiones psicológicas y culturales son muy fuertes, por lo que el investigador debe ser lo suficientemente culto como para poder advertirlas y no dejarse llevar por ellas inconscientemente.
El método científico no puede aplicarse a todo problema que encara el hombre. Es absurdo intentar medir o hacer una teoría científica de la creación artística o de la fe, Esto es cientificismo. Lamentablemente se puede presentar dentro de la propia ciencia si se desdeñan las características específicas e irreductibles de diversas facetas de la realidad. Así es cientificismo extremo reducir lo social a fenómenos biológicos o reducir lo biológico a un conjunto de leyes físicas.
El método científico debidamente adaptado puede aplicarse a todo emprendimiento humano en el que la razón deba ir acompañada de la experiencia. Esto abarca casi todos los campos de la actividad humana quedando obviamente excluidos, entre otros, el arte, la religión y el amor.