4 de junio de 2011

Paradigmas científicos (FCT 2 ASC)

Paradigmas científicos. El progreso de la ciencia. Crisis y revolución.


El epistemólogo contemporáneo Tomas Kuhn, en su obra “La estructura de las revoluciones científicas”, aprecia que existe una concepción tradicional de la ciencia, que se da tanto en el área de las Ciencias Naturales como en las áreas humanísticas de la Psicología, por ejemplo, y que consiste en entender al “progreso científico” como un progreso “lineal”, de carácter acumulativo. De manera tal que cada teoría científica, estaría agregando un ladrillo más a una suma de ladrillos, que poco a poco va acrecentando el edificio de la ciencia.
Pero el autor considera que el progreso científico no se da de esta manera, y en este punto se adhiere su pensamiento al del filósofo francés G. Bachelard (1884-1962), al sostener ambos que el progreso de las ciencias se da por medio de “revoluciones científicas”.

Bachelard dice que en determinados momentos se producen “crisis” en los campos del conocimiento, verdaderas refundiciones del saber, que a su vez se entrecruzan con revoluciones espirituales. Estas revoluciones espirituales implican la aparición de grandes invenciones científicas, provocando fuertes mutaciones en la mentalidad de las personas.
Esto quiere decir que, cuando una nueva teoría científica adquiere el carácter de tal, se provoca un cambio en la cosmovisión de los seres humanos. La visión del mundo que aporta esta nueva teoría científica es una visión novedosa, que influye en el cambio de mentalidad.
En el planteo de Kuhn, se afirma algo similar al sostener que una “revolución científica” se caracteriza primeramente porque en un momento determinado surge una nueva teoría científica, que será adoptada por una nueva comunidad de científicos, y que se contrapone y se muestra como incompatible con las teorías reconocidas hasta ese momento.
La nueva teoría científica, asimismo, implica un campo distinto de problemáticas, inaugura un nuevo espacio temático, además de nuevas reglas de carácter conceptual y metodológico, a partir de las cuales se querrá encontrar solución a los problemas inaugurados por esta nueva ciencia.
A esta nueva teoría se la llamará “Paradigma”, y por eso el autor sostiene que “un nuevo paradigma se opone al paradigma anterior”, además de provocar un cambio en la imaginación de la comunidad científica que lo adopta, y una transformación en el mundo en el cual esos científicos realizan sus investigaciones.
Un cambio en el sistema conceptual produce un cambio en el mundo que habitamos.
Cuando los científicos investigan los problemas de su paradigma, en realidad no están poniendo a prueba el paradigma en sí, sino que se están poniendo a prueba a ellos mismos, en su intento de encontrar las respuestas a los problemas que ese paradigma plantea.
Cambiar un paradigma es como cambiar las reglas del juego. Esto es así porque las problemáticas que se plantean son absolutamente nuevas, y las reglas para encontrar la solución a esas problemáticas, también lo son.
Según el autor, “las teorías no evolucionaron gradualmente para ajustarse a los hechos”. Esto quiere decir que no es que las teorías se ajusten a los hechos, sino que las teorías “crean los hechos”, o sea que los científicos, con sus teorías, categorizan sus problemáticas.
Por ejemplo, en la Edad Media, el mundo era la realidad categorizada por el astrónomo griego Tolomeo. Así, la Tierra era el centro del cosmos, un cuerpo fijo en un universo estrecho.
El cambio es absoluto con respecto al mundo actual, en el que según la ciencia contemporánea, somos habitantes de un planeta minúsculo y móvil, que forma parte de un sistema, el solar. El sol es una estrella de una galaxia formada por una multiplicidad de estrellas, que es la Vía Láctea. Y hay una multiplicidad de galaxias que constituyen el universo.
Evidentemente, hay una diferencia notable con respecto al mundo habitado por los seres humanos en la Edad Media.

Con este planteo, el autor sostiene que vivimos en un mundo que nosotros construimos y categorizamos. Por eso afirma que “Copérnico puso a la Tierra en movimiento”. El astrónomo polaco Copérnico (1473-1543), demostró el doble movimiento de los planetas sobre sí mismos y alrededor del sol.

Esto no quiere decir, evidentemente, que a partir del momento en que Copérnico planteó esa idea, la Tierra se empezó a mover, sino que es a partir de que la teoría copernicana categoriza esta realidad, que nuestro mundo comienza a moverse. Cambia totalmente la concepción del mundo en que habitamos. El mundo en sí no cambia, cambia el concepto que tenemos del mismo.
El cambio en la historia de la humanidad, es un cambio de paradigmas, es decir, de las distintas construcciones gnoseológicas que los seres humanos han hecho acerca de la realidad objetiva.
La realidad objetiva, en tanto externa y ajena a la mente del hombre, no cambia. Pero lo que sí va cambiando es la manera particular de concebir esa realidad, desde nuestras construcciones cognoscitivas.
Esto es así, porque el mundo que habitamos no es el mundo tal cual es, sino el mundo “tal cual es para nosotros”. El ser humano hace uso de su inteligencia para construir una suerte de “mundo paralelo”, en orden a la satisfacción de sus necesidades tanto físicas como espirituales, y ese es el “mundo de la cultura”.
La realidad existe independientemente del ser humano, pero los hombres la “conceptualizan”, lo cual implica la suposición de que las cosas son como decimos que son, aunque de ahí a que lo sean hay grandes diferencias, que la ciencia demuestra continua y sistemáticamente. Esto se torna más evidente cuando un Paradigma (que en su momento fue considerado como “la verdad”), se viene abajo desmoronado por la aparición de un Nuevo Paradigma, que plantea lo contrario.
Para finalizar con esta introducción, se advertirá que con el paso del tiempo, se ha ido perdiendo la concepción de la ciencia como “cuerpo unitario”. Por el contrario, cada vez se da una mayor especialización a nivel científico, con lo cual se marcan mayores diferencias conceptuales entre los diversos campos del saber.
Al especificar cada vez más las diferencias, se hace actualmente muy difícil llegar a un acuerdo a nivel de los intercambios científicos entre las distintas áreas del conocimiento, pues los conceptos son demasiado específicos, y por lo tanto los encuentros teóricos se tornan cada vez más difíciles. Esto rompe con la concepción tradicional de la ciencia como un cuerpo unitario del saber.
Antes, el conocimiento científico se desplazaba en un mundo definido como un plan original dado por Dios, o bien un plan de la naturaleza, en función del cual se podía encontrar una supuesta unidad.
Ahora, cada área del saber es un campo específico de reglas conceptuales y metodológicas, que busca dar solución a los problemas, cada vez en mayor profundidad y detalle.