25 de julio de 2012

Filosofìa: Dios como tema filosòfico.

¿EXISTE DIOS? Dios ha logrado lo increíble: ser aceptado como real, permaneciendo invisible e indiferente ante las situaciones del mundo; accesible solo para el creyente de cualquier versión divina a través de la fe y de la plegaria, situadas en un nivel distinto al de la razón y los pensamientos ordinarios. Pero no debe extrañar la creencia en una entidad cuya existencia no ha sido comprobada. El mundo material está lleno de cuerpos cognoscibles, pero a medida que éstos se agrandan hasta dimensiones siderales, o se reducen hasta llegar al Bosón de Higgs, escapan a nuestros sentidos. Todo cuerpo material equivale para la ciencia a un conjunto de vibraciones invisibles aisladas. A nivel atómico se produce el mismo hecho que observamos a nivel del espacio sideral: todo es en un 99.99% espacio vacío. A escala, la distancia entre un electrón y el núcleo alrededor del cual gira, es mayor que la distancia que separa el sol de la tierra. Cualquier partícula subatómica se niega a ser atrapada, ya que al intentarlo pasar a ser un fotón, se descompone en vibraciones de energía que parpadean millones de veces por segundo. Todo el universo es como un espejismo cuántico, una luz intermitente que aparece y desaparece, cuyos cuerpos materiales existen como unidades destellantes, con un vacío entre un destello y el siguiente, tal como los cuadros sucesivos de un film, que al pasar rápidamente dan la ilusión de movimiento y vida. En nuestro caso, este espectáculo de luz y sombra, de ser y dejar de ser, incluye, además del cuerpo, cada idea y pensamiento, cada acontecimiento y experiencia que nos afecta. En otras palabras, mientras vivimos estamos renaciendo una y otra vez, con cambios infinitesimales que se van sumando entre un destello y otro. Por ello se dice que la vida es cambio. Pero, ¿adónde vamos cuando desaparecemos, antes de volver a integrarnos como cuerpo físico? ¿Por qué nuestros átomos dispersos vuelven a formar el ser que éramos y no otro? ¿Son nuestras creencias sobre nosotros y el resto del mundo lo que determina que así sea, reuniendo nuestros átomos bajo la misma forma que teníamos un instante antes? Nos la pasamos respirando átomos de otras personas o entes materiales, sin dejar de ser quienes somos; tampoco perdemos identidad a medida que envejecemos y nuestro cuerpo, mente, gustos, creencias, familia, personalidad -o lo que sea de cada quien- cambian con el tiempo, con los accidentes, con las experiencias, con la vida. Pero si yo no soy mi cuerpo, mi mente, mi conciencia, mi familia, mi estatus, mi sexo o cualquier otra cosa sujeta a cambio, ¿quién o qué soy, cual es la parte de mí que no cambia, y que es la única que puede definirme? ¿Cuándo comenzamos a existir, al unirse dos células venidas de papá y mamá, o al surgir cualquier ancestro de ellas que ya nos contenía como hijo potencial? Hay infinidad de preguntas como éstas, que de alguna manera pueden relacionarse con el cuestionar la existencia de Dios. La ciencia asume el inicio del Universo como una singularidad: espacio, tiempo y todo lo que existe a nivel de materia y de energía estuvo una vez contenido en un punto sin dimensión alguna, cuyo origen no puede explicarse todavía sin caer en un mito creacionista. Supuestamente dicho punto único explotó en un destello deslumbrante de luz y sonido, en billones de escalas vibratorias de energía que formaron nuestro variado Universo. A cada instante, este fenómeno del Big Bang vuelve a repetirse en nosotros y a nuestro alrededor, aunque no lo percibamos dentro de la ilusión de continuidad y de permanencia en la que creemos vivir. Por ello, todo existe en un eterno presente, y por eso se dice que el tiempo es una ilusión. Una ilusión que Einstein determinó como curva, pues admite el encuentro entre pasado y futuro. ¿Acaso no vemos el pasado cada día y cada noche en el cielo, ya que sus luces nos llegan tiempo después de haber sido emitidas por las estrellas, el sol, la luna? Entonces, ¿qué desintegra el cosmos y vuelve a integrarlo en una fracción de nanosegundo, mientras todas las partículas, cuerpos y energías que lo forman se van alejando más y más, en una expansión infinita, bajo la hipótesis de que luego volverán a acercarse y a unirse hasta conformar la partícula original? Para el creyente con base científica, ese ritmo de expansión seguido de una contracción, sea que dure instantes o eones, que afecte a una partecita del cosmos o a todo él, es el ritmo de la respiración de Dios. Y todo lo que este proceso involucra a nivel de surgimientos, cambios e interacciones, es lo que ese mismo creyente llama Dios. Einstein dijo: Quiero saber cómo piensa Dios. Todo lo demás son detalles. Por su parte, Simone Weil afirmó: Sólo es válida la certidumbre. Cualquier cosa fuera de lo cierto, carece de valor, incluyendo la fe sin pruebas acerca de Dios. Y un hereje cristiano del siglo III nos dejó este mensaje: Si no te haces igual a Dios, no podrás entenderlo. Y para entender algo, hay que conocerlo primero, poderlo describir y asociar con algo conocido, lo que en este caso es imposible para el hombre. Tres posturas clásicas respecto a Dios: creyente, ateo, agnóstico. Desde mi punto de vista, considero que, al adorar a Dios, el ser humano adora a su Yo Superior (superior en cuanto a trascendente, inmortal, omnisciente, todopoderoso, infinito), asumido como ese algo al que puede endosar cualquier explicación y responsabilidad sobre todo aquello que escapa a su entendimiento. La naturaleza finita del hombre necesita de un creador, para poder contar con una referencia que le permita aspirar a superar su insignificancia; para contar con la vida antes y después de esta breve existencia; para contar con un recurso que le permita manejar su miedo fundamental a la muerte y su rechazo instintivo al sufrimiento. Según la época y el contexto cultural, el hombre ha ideado una divinidad creada a su imagen y semejanza, pero dotada de dimensiones y poderes que sobrepasan los niveles humanos, logrando así dos cosas: motivarse a trascender los estrechos límites de su capacidad vital, y manejar como realidad aceptable -o al menos tolerable- todo aquello que no comprende o que escapa a su control. Estando tan entretejida la idea de Dios con la naturaleza humana, se duda de la existencia divina tal como la enfoca cualquier religión, por ser un misterio vedado a la razón humana, o se la niega sin poder explicar de donde surgió todo cuanto existe, o se cree en la divinidad desde cualquiera de las únicas siete posibilidades que están al alcance del pensamiento humano. Toda religión, filosofía, mesías y creencia en la divinidad, según los Vedas, responde a una de estas siete posturas, o a una combinación de ellas. Estas siete concepciones de Dios son: SI TE VES A TI MISMO COMO: SUPERVIVIENTE EN MEDIO DE UN MUNDO PELIGROSO TU POSTURA VITAL ES: PELEAR O HUIR CONCIBES A DIOS COMO: PROTECTOR Y PROVEEDOR (PADRE-MADRE) TU VIDA TIENE SENTIDO GRACIAS A: SEGURIDAD MATERIAL, CONFORT, SALUD, FAMILIA El Mal es: toda causa o amenaza que destruya o que genere separación, pérdida o abandono ....................................................................... SI TE VES A TI MISMO COMO: GANADOR, DENTRO DE UN MUNDO COMPETITIVO POSTURA VITAL: PROACTIVA / REACTIVA CONCIBES A DIOS COMO: POSIBLE ALIADO TODOPODEROSO QUE HACE LEYES, GOBIERNA Y JUZGA TU VIDA TIENE SENTIDO GRACIAS A: METAS, RETOS, LOGROS, ÉXITO, ESTATUS, PODER, PLACER El Mal es: cualquier retardo u obstáculo que se oponga a los deseos, planes y objetivos ....................................................................... SI TE VES A TI MISMO COMO: CENTRADO EN TI MISMO, PACÍFICO, EQUILIBRADO, AUTOSUFICIENTE POSTURA VITAL: CONCIENCIA ALERTA Y EN REPOSO CONCIBES A DIOS COMO: DIOS DE PAZ TU VIDA TIENE SENTIDO GRACIAS A: ARMONÍA, PAZ, ACEPTACIÓN, EQUILIBRIO, SILENCIO INTERIOR El Mal es: cualquier manifestación de perturbación, desorden o caos externo o interno ....................................................................... SI TE VES A TI MISMO COMO: CONOCEDOR O SABIO EN EVOLUCIÓN POSTURA VITAL: OBSERVACIÓN INTUITIVA DE TI Y DEL ENTORNO CONCIBES A DIOS COMO: REDENTOR QUE ANIMA AL DISCÍPULO A REALIZAR TODO SU POTENCIAL TU VIDA TIENE SENTIDO GRACIAS A: CRECIMIENTO, EMPATÍA, DARSE CUENTA, PERDÓN, TOLERANCIA El Mal es: toda expresión de ceguera espiritual, baja conciencia o negación de la verdad ....................................................................... SI TE VES A TI MISMO COMO: IMAGINATIVO E INVENTOR POSTURA VITAL: CREATIVA O DESCUBRIDORA CONCIBES A DIOS COMO: HACEDOR O CREADOR QUE ACTÚA DENTRO Y FUERA DE TI TU VIDA TIENE SENTIDO GRACIAS A: CREATIVIDAD, ORIGINALIDAD, DESCUBRIMIENTO, GENERACIÓN El Mal es: estancamiento, infertilidad, impotencia, imitación, rutina, imposición o dogma ....................................................................... SI TE VES A TI MISMO COMO: SANADOR POSTURA VITAL: VISIONARIA Y OPTIMISTA CONCIBES A DIOS COMO: DEIDAD HACEDORA DE MILAGROS TU VIDA TIENE SENTIDO GRACIAS A: COMPASIÓN, SERVICIO, AMOR UNIVERSAL, CONCIENCIA ILUMINADA El Mal es: la otra cara de la realidad, que es deseada como bien común ....................................................................... SI TE VES A TI MISMO COMO: PARTE DEL TODO, UNO CON EL UNIVERSO POSTURA VITAL: ACEPTACIÓN SAGRADA DE LO QUE ES CONCIBES A DIOS COMO: YO SOY (TU POSIBILIDAD MÁS ELEVADA DE SER) TU VIDA TIENE SENTIDO GRACIAS A: TRASCENDENCIA, ILUMINACIÓN, INTEGRACIÓN, ACEPTACIÓN, TOTALIDAD, DIVINIDAD El Mal es: una ilusión del ego, no existe. El pensamiento de Nietzsche tiene hoy una sobrecogedora actualidad, porque sin el misterio de Dios también desaparece el misterio del hombre. De ahí la pavorosa falta de sentido de la vida, que las cosas materiales y hasta la compañía humana muchas veces no pueden llenar. La falta de orientación y de motivación es la causa de las angustias existenciales de muchas personas y constituyen la base del consumismo que mantiene a la industria, la tecnología, la medicina, la moda y otros frutos del progreso. Yo conozco bien dichas angustias vitales, pero no por ello caigo en el consuelo fácil del autoengaño, recurso de la mayoría, que evita pensar a través del escape de la droga, del trabajo, del sexo, de los bienes materiales, del éxito o del disfrute egoísta, o inventándose un dios a la medida de su vacío. Prefiero enfrentarme a éste y observar la Vida sin ponerle etiquetas (feliz, mala, dura, injusta, regalo divino, oportunidad única, etc). Y lo hago desde la postura del agnóstico: si Dios existe, es indemostrable científicamente, e incognoscible racionalmente. Mi escepticismo persiste porque ningún ateo o creyente me ha aportado hasta hoy la certeza, los conocimientos o las pruebas de la existencia divina o de su no existencia. De hecho, la mayoría de los ateos que conozco niegan a Dios porque la manifestación del mal en el mundo o en su propia experiencia les resulta incompatible con la versión religiosa de una divinidad amorosa, inteligente, responsable y preocupada por su creación. Entiendo y comparto su rebeldía e indignación ante la creencia que afirma que Dios es bueno, mientras la realidad cotidiana muestra un mundo rebosante de maldad y de dolor. Pero este absurdo nada prueba a favor o en contra de la existencia divina. También he conocido apateístas, que afirman que la existencia de seres superiores no sólo no es conocida sino que es algo irrelevante o superfluo, postura con la que simpatizo luego de innumerables intentos juveniles frustrados tratando de comunicarme con Dios u obtener algo de éste, y tras estrellarme muchas veces con una humanidad manifiestamente incongruente entre lo que predica y lo que hace, o entre el dios que dice reverenciar y el dios que de hecho sigue, llámese Dinero, Poder o Placer, y que en última instancia responde al nombre masculino de Miedo o al femenino de Necesidad. He buceado en todas esas honduras, negándome a ser distraído por cualquiera de los recursos y escapismos con los que la sociedad anula la autonomía de pensamiento y de acción, y también me he sumergido a ratos en alguna de las filosofías que no mencionan la existencia de Dios, como el Budismo, el Advaita o el Discordianismo. Toda esa búsqueda me ha llevado a concluir que, exista o no, Dios no es importante en sí mismo, sino solamente por el significado que tiene para la persona, por el papel que su creencia o negación juega en la vida de cada ser humano. Y, por conocer el valor y el esfuerzo que supone este tipo de búsqueda vital, honro la de aquellos que también se han hecho la pregunta de ¿para qué existo? y dado lo mejor de sí como respuesta. Crean o no en Dios. Porque, más relevante que la realidad divina, es la existencia de quien la cuestiona. por Gustavo Löbig