17 de mayo de 2013

Etica Informàtica y Filosofìa de la Ciencia y de la Tècnica: La Cultura de las Pantallas.

LEER EN UN MUNDO DE PANTALLAS Si en la mayoría de los hogares argentinos se frecuentan más las pantallas que los libros, como revelan estudios recientes, no debería sorprender que los chicos que viven rodeados de televisores, celulares y computadoras prefieran los medios tecnológicos a los gráficos. Tampoco, que lean y escriban en soportes digitales antes que en papel. Esta tendencia ha modificado el ejercicio de leer y ha dado lugar a nuevas formas de narrativa y de adquisición del conocimiento, entre otras importantes transformaciones. Así opina Roxana Morduchowicz, autora del libro Los adolescentes del siglo XXI (Fondo de Cultura Económica), basado en las conclusiones de una encuesta nacional sobre consumos culturales del Ministerio de Educación de la Nación. Con esta postura coinciden destacados especialistas extranjeros, como Néstor García Canclini y Martín Jesús Barbero, que estudian el impacto de las tecnologías en la sociedad. "Los sondeos de consumos culturales se repiten cada cinco años porque se estima que en ese lapso pueden surgir importantes modificaciones de actitudes y conductas -explicó Morduchowicz, responsable del diseño y la dirección de las investigaciones de 2006 y 2011-. Al tratarse de estudios cuantitativos (el último abarcó a 1200 adolescentes entre 11 y 17 años de todo el país), tienen la enorme virtud de funcionar como una radiografía: indican qué leen, qué escriben, qué ven, qué escuchan, por dónde navegan. Apuntamos al consumo cultural en el tiempo libre para conocer qué eligen los chicos cuando pueden elegir." El panorama de 2011 reflejó la rapidez con la que se concretan los cambios tecnológicos y la velocidad con la que se instalan entre los más jóvenes. Dice la investigadora: "Hace cinco años ningún chico hablaba de redes sociales. Hoy el 95 por ciento tiene un perfil en Facebook. Hace cinco años, los jóvenes escuchaban música con CD y hoy la mayoría utiliza el teléfono o la computadora. En 2006 muchos todavía veían películas en DVD y hoy, muy pocos. Hace cinco años, el uno por ciento tenía un i-Pod y en la actualidad es el soporte más común. Incluso el celular, que antes tenía menos del 50 por ciento de los encuestados, ahora no le falta a ningún joven". Estos resultados confirman una presunción de padres y docentes: "El mundo de los adolescentes es visual; un universo de pantallas", afirma Morduchowicz, doctora en Comunicación por la Universidad de París y especialista en Educación. "Tres pantallas -la del televisor, el celular y la computadora- enmarcan la vida diaria de los adolescentes. Los chicos pasan con ellas la mayor parte de su tiempo libre." LECTORES DIFERENTES Una cuestión que llamó la atención de los encuestadores fue por qué los chicos se consideran a sí mismos lectores si sólo la mitad dice que en su casa hay muchos libros (más de seis títulos) que no son para la escuela. Y sólo tres de cada diez tienen alguno de esos libros en su habitación. "¿Cómo es el vínculo de los adolescentes del siglo XXI con la lectura? -plantea la autora-. La mayoría de los jóvenes (siete de cada diez) dice que le gusta leer, aun cuando no ubica los libros entre sus preferencias. En el último año, el 85 por ciento de los chicos leyó libros para la escuela. Pero sólo la mitad eligió alguno que no fuera de estudio. Y de ellos, la mayoría terminó sólo uno o dos títulos en todo el año. Los libros son los únicos bienes culturales que los chicos consideran 'viejos', posiblemente por su lectura lineal y en blanco y negro. Para los adolescentes, los libros están asociados con la escuela. La lectura de libros es una práctica en esencia solitaria y excluyente: se lee en soledad y sin realizar ninguna otra actividad en simultáneo (navegar por Internet o hablar por el celular)." Aseguran que les gusta leer pero no están apegados a los libros. Mucho menos si no son de lectura obligatoria para el colegio. "Cuando dicen que leen, no piensan sólo en los medios gráficos", asevera Morduchowicz. Entonces, ¿qué leen? ¿Textos en pantallas? "Efectivamente, lo que más leen es información en Internet. Seis de cada diez chicos consideran sus búsquedas en la Web como lectura. El 30 por ciento menciona los blogs y perfiles en las redes sociales, y el 20 por ciento cita los diarios digitales", completa la especialista. Es por eso que tanto ella en su trabajo como García Canclini en el libro Lectores, espectadores e internautas (Gedisa) y la española Gemma Lluch, doctora en Filología de la Universidad de Valencia, que estudia las narrativas paraliterarias y audiovisuales para adolescentes y las prácticas de lectura 2.0, hablan de nuevos lectores. En "Leer ya no es lo que era" (texto que acompaña la Encuesta nacional de lectura. Informes y evaluaciones realizada en México en 2006), García Canclini plantea: Quienes nos interesamos en promover la lectura nos interrogamos con frecuencia por qué se lee tan poco, a qué se debe que las nuevas generaciones lean menos, cómo hacer que se lea más y no sólo best-sellers. Este artículo parte de una sospecha: quizá hay otras preguntas clave que no estamos enunciando y tal vez sean indispensables para entender lo que está sucediendo con la lectura. Unos ejemplos: ¿realmente los jóvenes leen menos, o están leyendo en otros lugares, de otra manera y con fines distintos? Y si no leen tanto como en otras épocas ¿por qué debieran leer más y qué valdría la pena que leyeran? ¿Se puede conseguir que aumente la lectura formando e incitando a los individuos, o la frecuencia y el tipo de lo que se lee depende de condicionamientos socioeconómicos y culturales? [.] El punto de partida es averiguar cómo conviven ahora la cultura letrada, la cultura oral y la audiovisual. Efectivamente, los saberes y los imaginarios contemporáneos no se organizan, desde hace al menos medio siglo, en torno de un eje letrado, ni el libro es el único foco ordenador del conocimiento. Crítica de la postura de quienes señalan Internet como responsable del escaso interés de los más jóvenes por los libros, Morduchowicz afirma: "Uno de los mayores temores de la generación adulta, ya sean los padres o los docentes, es que, con el auge y la presencia de las pantallas en la vida de los adolescentes, ellos ya no leen. Los estudios de consumo de aquí y del mundo demuestran lo contrario: no es que leen menos sino que lo hacen de manera diferente, en otros soportes y con otros fines. Internet ha revalorizado la lectura y la escritura: los chicos buscan información, ya sea para la tarea de la escuela, sobre su grupo musical o equipo de fútbol preferido. Participan en las redes sociales, en sitios interactivos. El blog de la autora de Crepúsculo, Stephenie Meyer, por ejemplo, está lleno de opiniones de adolescentes que comentan lo que ella escribe, le hacen preguntas, sugerencias. Hasta debaten sobre la historia y los personajes". Otro fenómeno similar en Internet son los sitios web que administra el español Javier Ruescas, tomados literalmente por jóvenes y fanáticos lectores. El periodista madrileño, de 25 años, autor de la trilogía Cuentos de Bereth (Editorial Versátil), Tempus Fugit. Ladrones de Almas (Alfaguara) y Play (Montena), lleva adelante www.crepusculo-es.com (página en español sobre los libros de Meyer), que tiene más de 100.000 usuarios registrados. Ruescas es, además, redactor y fundador de la revista digital de literatura juvenil www.eltemplodelasmilpuertas.com , que ofrece artículos, entrevistas, reseñas y foros de discusión sobre el género y recomienda títulos (novedades y clásicos) en formato papel. Un sitio ideal para que visiten padres e hijos es el de la revista digital Imaginaria ( www.imaginaria.com.ar ), especializada en literatura infantil y juvenil. Fundada en 1999 por los escritores Roberto Sotelo y Eduardo Abel Giménez, tiene frecuencia quincenal y en su sumario se destacan noticias sobre el género, comentarios de libros, galería de autores y textos para leer en pantalla. Entre los links recomendados está el de la Asociación de literatura infantil y juvenil: www.alija.com.ar "Para los chicos, la búsqueda de información es lectura. Y tienen razón -continúa la autora de Los adolescentes del siglo XXI-. Esto es un desafío para los adultos, que deberíamos empezar a hablar de lecturas en plural. Porque no sólo hay diferentes maneras de leer sino que también hay diferentes tipos de lectura y de lectores. Todo debe ser en plural. Incluso, los programas de lectura de los ministerios de Educación nacional y provinciales, que son muy buenos, deberían llamarse 'planes de lecturas'." En la actualidad, el Plan Nacional de Lectura contempla básicamente fomento de libros en papel y de la narración oral, aunque ofrece a los docentes programas de capacitación 2.0 como "Literatura y medios: puentes entre lo analógico y lo digital". Además, les explica dónde y cómo conseguir versiones digitales de clásicos de la literatura universal. "Autores como García Canclini y Barbero sostienen que vivimos en una sociedad multicultural no sólo por las diferentes etnias y religiones, sino también porque en una misma sociedad conviven la cultura letrada, la audiovisual, la digital, la oral -continúa Morduchowicz-. Entonces, es necesario que los chicos manejen las tecnologías, pero también que los adultos entiendan que todas las formas son válidas. Enseñar a apreciar una película o a navegar por la Web es hoy en día tan fundamental como leer un libro, un diario o una revista en papel." MULTIPROPÓSITO Y MULTITAREA Los resultados de la encuesta nacional del Ministerio de Educación confirman lo que padres y maestros ven a diario en los hogares y las aulas: apenas el 15 por ciento de los adolescentes utiliza un solo medio por vez; el 85 por ciento restante lo combina con otros en forma simultánea. "Hablamos de una generación multimedia no por la variedad de medios y tecnologías de los que disponen sino porque las usan al mismo tiempo. Mientras ven televisión, hablan por celular, navegan por Internet, escuchan música y hacen la tarea", describe Morduchowicz. Ilustración: Pablo Vigo. La modalidad de multiprocesos simultáneos, tal vez la única forma válida para los adolescentes, provoca espanto y terror en muchos adultos. "Algunos creen que una atención tan fragmentada seguramente perjudicará la tarea escolar. No hay estudios en el mundo, quizá porque es muy pronto, que digan que un chico que abre cinco ventanas a la vez en distintos soportes o pantallas repruebe la escuela. Sí tienen una atención diferente. Para esta generación, el zapping no es una actitud frente al televisor, como hacemos los adultos con el control remoto, sino ante la vida. Hacen zapping permanentemente, abren ventanas sin cerrar las anteriores, los medios se superponen. Tienen una manera de aprender, de leer, de concebir el mundo, diferente de los adultos de hoy, pero no por eso mejor, peor o menos profunda", asegura la especialista. El sociólogo Alberto Quevedo, integrante del consejo académico de Flacso, se ubica en la misma línea, ya que considera que el concepto "multitasking (multifunción) formatea a los jóvenes en una destreza de la atención diversificada" y que es, además, el modo de adquirir los bienes culturales. Si bien el historiador francés Roger Chartier, director de estudios de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, no cuestiona el uso intensivo de las pantallas que hacen los adolescentes, en sus investigaciones define las técnicas de lectura en soporte digital como "una forma de zapping, de discontinuidad, de secuencias breves". En una entrevista para adncultura, realizada por Gustavo Santiago, el autor de El mundo como representación declaró: Estamos frente a nuevas generaciones de lectores que han construido sus hábitos frente a una inscripción textual que no tiene mucho que ver con la práctica clásica del libro, del diario. En esos casos es probable que surjan dificultades en la lectura por una inapropiada aplicación a los textos impresos de la manera de leer que se ha construido frente a la pantalla y que supone la segmentación, la fragmentación. Éste es un desafío fundamental, que debe considerar -y que ya considera- la escuela. Los programas Conectar Igualdad, del gobierno nacional, y Plan Sarmiento, del gobierno porteño, responden al desafío que plantea Chartier: que la computadora (y todo lo que esa tecnología implica) no quede fuera de la escuela. PANTALLA O PAPEL Las transformaciones suscitadas por los hipertextos que leen chicos y grandes en la Web (de la lectura lineal al hipervínculo) son, en la actualidad, tema de estudio de sociólogos, historiadores, lingüistas, comunicadores, educadores y hasta editores y autores. Francisco Albarello, doctor en Comunicación Social, centró su tesis de doctorado en el impacto de las pantallas y volcó las conclusiones en el libro Leer/navegar en Internet. Las nuevas formas de lectura en la computadora (La Crujía). Consultado por adncultura, opinó: "Estos cambios pueden ser analizados desde dos enfoques: desde el lugar del dispositivo de lectura y desde la perspectiva del lector". En relación con el primer punto, el profesor de la Facultad de Comunicación y de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral explicó: "Sabemos que hemos pasado de una lectura limitada al texto impreso como dispositivo especializado -es decir, con el que no se puede hacer mucho más que leer- a pantallas multimedia con las que se pueden realizar muchas otras actividades. Los cambios en el nivel físico del acto de lectura no tienen que ver solamente con las características del texto digital sino también con el hecho de que usamos aparatos multifunción convergentes. En mi investigación sobre la lectura en la computadora de escritorio (realizada entre 2003 y 2008), una de las conclusiones fue que los jóvenes eligen leer en pantalla porque allí pueden realizar muchas cosas a la vez, entre otras, leer. Pero esto, al mismo tiempo, es el principal factor que hace a un tipo de lectura superficial, dispersa, distraída. Entonces, el principal atractivo de la pantalla es a la vez la principal limitación para leer en forma concentrada". Autor del blog www.hiperlecturas.blogspot.com , Albarello dice que dependerá de las metas de lectura de cada individuo que resulte posible o no leer textos largos en pantalla sin perder la concentración. "Los jóvenes eligen los dispositivos digitales o los libros de acuerdo con sus diversos intereses de lectura. Tal vez elijan leer en forma concentrada en papel para un examen de la escuela o la facultad, porque reconocen que de ese modo no se distraen con los estímulos de la pantalla. Pero deciden leer en ésta otro tipo de textos, más pragmáticos y breves como las conversaciones a través de las redes sociales, y para esto no hay nada mejor que los dispositivos móviles (notebooks, netbooks, tablets y smartphones). Las redes sociales como Facebook y Twittter representan hoy una mezcla de oralidad y escritura donde la velocidad de interacción (esto es, escritura y lectura a la vez) marca el ritmo de una conversación fugaz e infinita; los textos se entremezclan con las imágenes y se hibridan los géneros textuales tradicionales. El concepto de lectura ha entrado en crisis: hoy asistimos a una lectura/navegación en la que es tan importante el contenido de lo que se lee como las competencias digitales para acceder a aquello que se lee." Gemma Lluch, investigadora de la Universidad de Valencia (España), subraya la influencia del lenguaje audiovisual en la escritura: "Hay cambios en los textos, especialmente porque la escritura en las pantallas se realiza al mismo tiempo que la lectura. Es decir, el relato se narra mientras ocurren los hechos y otros lo leen. Por lo que la identificación entre autor y lector es mucho mayor que en el papel. Pero más allá del texto, los cambios más importantes son los que ha aportado la Web 2.0 al acto de leer: como en épocas anteriores, la lectura volvió a ser pública y compartida". NATIVOS Y RESIDENTES DIGITALES Quienes todavía piensen que los chicos usan la computadora o se conectan a Internet sólo por los videojuegos desconocen qué sucede en realidad. El 75 por ciento de los encuestados dijo que utiliza la Web para entrar en alguna red social, donde tiene perfil propio y se comunica con sus amigos. Con respecto al tiempo que pasa conectado durante el día, el 55 por ciento respondió que lo hacía entre dos y cuatro horas. "En las pantallas, los adolescentes encuentran textualidades diferentes. Las redes sociales y en especial Facebook, que es el gran lugar de los jóvenes, supone un tipo de escritura que no tiene las reglas de la escuela. En principio porque es fragmentaria, quebrada, no respeta las reglas ortográficas; sin embargo, hay narrativas que mezclan distintos recursos como palabras, imágenes, videos, música, ilustraciones -dice Quevedo-. Esto no es desechado por la escuela, que muchas veces, para actos o trabajos prácticos, recurre a chicos que tienen capacidad de armar una estructura narrativa que no sea puramente textual." Así como algunos especialistas dividen la actitud frente a la tecnología con los conceptos "nativos digitales" o "inmigrantes digitales", el sociólogo es partidario de otra clasificación: residentes y usuarios. "Los usuarios son como yo: llego a mi trabajo, prendo la computadora, la utilizo, navego, pero cuando termino, la apago y listo. No estoy conectado. Uso la tecnología porque es una herramienta para trabajar, pero nada más. Los residentes, como mi hija de 19 años, están conectados todo el día. Residen en el mundo de la tecnología." Usuario tecnológico pero no fanático, Quevedo confiesa que fue su hija quien lo convenció de que Twitter es más interesante que Facebook: "El desafío de los 140 caracteres genera escrituras donde se valora la ironía, el humor, la inteligencia del autor. Roberto Arlt decía que un buen artículo es el que empieza con un cross a la mandíbula. Los tuiteros sólo tienen golpes a la mandíbula como desafío. La restricción opera como un desafío a la creatividad. Hay que poder escribir 140 caracteres y ser original. En eso se enganchan más los pibes que los adultos". Autores de libros infantiles como Fernando de Vedia (Las increíbles historias de Morton Fosa es favorito entre los fanáticos de las historias de terror) tienen en cuenta los cambios de hábitos provocados por la tecnología cuando piensan en sus jóvenes lectores. De Vedia los describe así: "Son nativos digitales, que nacieron en una época dominada por la imagen, Internet, el teléfono móvil, el chat, Facebook, YouTube y televisión con cientos de señales. Que leen más que nunca, pero de manera fragmentada y no necesariamente libros; que escriben más que nunca pero no cuentos sino con los dos pulgares. A ellos, la escuela y los libros les permiten viajar, conocer otros mundos, otras vidas, aprender y alimentar la imaginación". Su página web ( www.fernandodevedia.com ) es un buen ejemplo de un sitio pensado para chicos internautas: es interactiva (los navegantes pueden escribir el final de un cuento, por ejemplo); tiene un diseño atractivo, con actividades para el aula, vínculos para saltear la lectura lineal, videos, dibujos, fotos y hasta organiza sorteos. Hay, además, un link al blog del autor, que se presenta como un espacio para el fomento de la lectura y la creatividad. Otros escritores, como Ana María Shua y Liliana Bodoc, no creen que la lectura en pantalla modifique, por ahora, la producción literaria: "Cuando apareció la imprenta, muchos fundamentalistas de la caligrafía exquisita consideraron el nuevo soporte como un franco deterioro de la relación palabra-escritura. Algo semejante se repite con relación a estos nuevos soportes -dice Bodoc-. Yo sigo eligiendo los libros, pero entiendo que es necesario apropiarse de estas nuevas e inevitables circunstancias. Los futuros lectores harán lecturas más intertextuales, más interactivas y, sobre todo, más caóticas si las comparamos con nuestra estricta organización capitular. La literatura va a encontrar su casa en este nuevo mundo y seguirá imponiendo su gracia sobre la mediocridad". Para Shua, "este tema, que es sin duda fascinante y está produciendo enormes cambios sociales, por el momento no tiene gran influencia sobre la literatura. Las personas a quienes interesa la ficción son hoy, igual que siempre, una pequeña minoría. El soporte no influye sobre los contenidos. La Eneida se puede leer en un papiro, en un códice, en un libro, en un Kindle o en una tablet. Es cierto que las renovaciones tecnológicas provocan cambios también en la literatura, y no sólo cambios de paisaje. La novela, por ejemplo, es hija de la imprenta. Todavía no sabemos qué novedades literarias traerá la revolución informática". Natalia Blanc, La Naciòn, Mayo de 2013

7 de mayo de 2013

Etica Informàtica: Vivir sin Internet.

Un redactor de un popular blog de tecnología se desconectó por completo durante 365 días. Cómo fue su experiencia. En este mundo hiperconectado... ¿es posible vivir sin Internet? Un redactor del popular blog de tecnología estadounidense The Verge se propuso el curioso experimento de desconectarse un año de la Web, y "sobrevivir" para contarlo. Y lo logró. Paul Miller tiene 26 años. El 1° de mayo de 2012 emprendió su aventura. "Lo hice pensando que Internet me estaba haciendo improductivo, que estaba 'corrompiendo mi alma'", dice Miller, quien durante 365 días se convirtió en una persona "Internet free". Jura que pasó todo ese tiempo sin chequear el correo, navegar por Internet ni utilizar ninguna red social. Volvió al mundo online hace una semana, el 1° de mayo, y en el blog contó su experiencia. Al principio, dice Miller, estaba contento con el cambio. "Mi vida se lleno de acontecimientos: encuentros con personas en la vida real, paseos en bici, y literatura griega. Sin saber cómo, escribí la mitad de mi novela y conseguí entregar mi artículo a tiempo cada semana", cuenta. Sin embargo, empezaron a aparecer las complicaciones: "Es difícil decir qué cambió exactamente. Supongo que en los primeros meses estaba tan bien porque sentía la ausencia de las presiones de Internet. Mi libertad era tangible. Pero cuando dejé de mirar mi vida en el contexto de 'Yo no uso Internet', la existencia offline se me antojó vulgar y sacó lo peor de mí". Durante el experimento, su mejor amigo se mudó a China y dejaron de conectarse, al igual que con un compañero que cambió de trabajo y a quien le perdió el rastro. En este año, una conferencia en Nueva York a la que asistió le resultó reveladora. Allí, el teórico de la red Nathan Jurgenson habló sobre cómo hay "mucha realidad en lo virtual y mucha virtualidad en lo real". Así, Paul entendió que Internet es parte de su vida. Así lo cuenta él: "No voy a decir que mi vida era diferente sin Internet, pero tampoco era la vida real". La experiencia le dejó a Miller siete kilos menos y mucho para opinar sobre la incidencia de la Web en nuestras vidas. "Cuando vuelva a Internet, quizás no la use bien. Quizás gaste tiempo, o me distraiga, o clickee en los links equivocados. No tendré tanto tiempo para leer, para la introspección o para escribir la gran novela de ciencia ficción americana. Pero por lo menos, estaré conectado", concluye su reportaje. Clarìn. Internet. Mayo de 2013

5 de mayo de 2013

Filosofìa de la ciencia y de la tècnica: las formas de la lectura.

Cómo llevar un paraíso en el bolsillo Por Ariel Torres | LA NACION El jueves empezó la Feria del Libro. Van 39 ediciones. Recuerdo cuando empezó. Era un adolescente entonces, y ya estaba irremediablemente enamorado de la lectura. Dos días antes, el martes, se celebró el Día del Libro y del Idioma. La fecha fue elegida porque el 23 de abril de 1616 fallecieron Cervantes y Shakespeare (y Garcilaso El Inca). En rigor, Cervantes murió el 22, pero su deceso fue registrado el 23. Sin embargo, casi 400 años después -más de 550 desde la invención de la imprenta de tipos móviles- el libro está en un entredicho. Entre el video (parece que sin video no podemos entender ni cómo se usa el control remoto de la tele) y el e-book, al libro de papel se le adjudica un cierto tufillo a pasado de moda. Ya he dicho en otra columna que lo que importa no es el libro, sino la lectura ; incluso he trazado las diferencias entre el papel y el e-book . Pero me viene quedando algo en el tintero, si me permiten el arcaísmo. Es algo que no tiene que ver con la utilidad de leer. Con Alicia Bañuelos hablamos largo y tendido, este verano, sobre la misión fundamental de la lectura en la formación de un individuo. Pero esta vez no me voy a centrar en ese aspecto, pese a su urgente importancia. Desesperante importancia, me atrevo a decir. Hoy quiero responder una simple pregunta. ¿Por qué leemos? Quiero decir, los lectores impenitentes, ¿por qué leemos? ¿Porque es útil? ¿Para volvernos más cultos? ¿Más inteligentes? No, señor. Leemos por placer. HELADO DE CHOCOLATE Suena trillado, ya lo sé, pero no lo es. Porque cuando se habla del placer de la lectura, hoy se lo hace con una asepsia quirúrgica. Se habla de este deleite sin la menor convicción, y esto se nota, los lectores lo notamos. Es raro que se afirme que el helado es placentero, ¿no? A lo sumo, un fabricante dirá que sus helados son los más ricos del planeta, pero nada más. Todo el mundo sabe que comer helado da placer. No hace falta mencionarlo. Entonces, ¿por qué se habla del placer de la lectura? Peor: ¿por qué se lo menciona con tanta ceremonia? Porque es una mera etiqueta, por eso. Si algo está discursivamente apartado de la lectura, en nuestro tiempo, es el placer. El placer -en los mensajes, en el discurso- aparece asociado a otras actividades y objetos, no a los libros, no a la lectura. En los libros está, quizá, la cultura (de pie, por favor), pero no el disfrute. Por eso, cada vez que alguien me invita a un debate sobre e-books versus libros convencionales me doy cuenta de que desconoce el placer de leer. De otro modo sabría que los lectores consumimos casi cualquier cosa legible, sin importar demasiado el sustrato, la tipografía o la calidad del papel. Nos molesta mucho más una traducción obtusa que una mala encuadernación. O que la impertérrita pantalla de tinta electrónica. Es cierto que muchos nos inclinamos por el libro tradicional; nos llaman dinosaurios y cosas así. Nunca se preguntan el porqué de esta preferencia. Nos prejuzgan nostálgicos (¡obvio, si nos gusta leer estamos obsoletos!). Pero nada que ver. La preferencia por el libro de papel se debe a que la lectura se disfruta con todo el cuerpo. Leer es un placer sensual. Reitero: leer es un placer sensual. Está tan lejos de ser un abstracto ejercicio intelectual como lo están la danza o el escalar montañas. O el helado de chocolate, para el caso. (Que el texto sea el único capaz de profundizar en las materias más abstractas no hace sino testimoniar la extraordinaria naturaleza de la escritura. Todo bien con el video y las PPT, pero si vamos a hablar en serio de física, matemática, política, historia, filosofía o crítica literaria, por citar sólo un puñado de asuntos, vamos a tener que aventurarnos en extensas jornadas de texto. Es eso o resignarnos a un mero barniz de conocimiento.) La obra literaria se vive con todo el cuerpo, y así, el tomo de papel, con su peso, su volumen, su textura y su perfume, integra su propia corporeidad a esta experiencia. En cambio, los e-books son textos descarnados, incorpóreos, y sus emisores, los e-readers, huelen, en el mejor de los casos, a plástico; en ellos pesa lo mismo Madame Bovary que Rayuela ; cuesta habituarse a eso. Pero, como dije, no nos importa demasiado. A la larga, no nos importa. Leer nos causa tanta felicidad que seguiríamos regocijándonos con nuestras páginas favoritas aunque tuviéramos que volver a la arcilla sumeria. Una buena edición ayuda, concedido. Pero este placer es silencioso, eterno e independiente de lo accesorio. Los lectores tendemos a preferir el libro de papel, pero nos enamoramos de los e-books el día que nos damos cuenta de que nos permiten acceder, mediante Internet, a casi cualquier obra publicada. Parafraseando a Borges, es como llevar el paraíso en el bolsillo. ¿Qué sentimos cuando nos sentamos a leer? Como 1000 veces más entusiasmo que cuando se apagan las luces y empieza la película. Eso es lo que hoy vengo a reclamar, el placer de leer, la exaltación que nos proporciona la página impresa. Reclamarlo, digo, porque a la lectura se la trata cada vez más como si fuera un jarabe para la tos. "Tomalo, nene, que te hace bien. No es tan divertido como un video, pero te hace bien." EL BÚNKER DE PAPEL Es al revés. Ninguno de nosotros lee por razones pragmáticas. Ni para darnos corte. No leemos porque esté bien leer. Leemos porque nos gusta, así de simple. No le busquen más vueltas porque no las hay. Leemos porque nos causa placer, de una forma muy semejante a como nos causa placer oír música o caminar por la playa o hamacarnos o conversar con amigos. Compramos libros para leerlos. Parece obvio, pero en ese caso no entiendo por qué cada tanto algún visitante me pregunta: "¿Y vos leíste todo eso?" Compramos libros para leerlos, y la mayoría de las veces los leemos ese mismo día. O esa misma semana. A veces, es cierto, destrozamos la tarjeta de crédito y no damos abasto para leer todos esos volúmenes enseguida. Pero daremos cuenta de ellos minuciosa y sistemáticamente. ¿Por qué? Porque nos encanta leer. Arrasar una winery, llevarnos un par de Malbec de leyenda y dos kilos de delicatessen que nos envidiarían en Síbaris es un pálido reflejo de lo que los lectores sentimos cuando compramos libros. Otro mito: no, no leemos todos los días. Cuando estamos atravesando una mala época, con problemas o conflictos, con duelos, con tristezas, no leemos o lo hacemos apenas, tal vez para encontrar una palabra de aliento. Por la misma razón dejamos de oír música y hasta se nos corta el apetito. Cuando uno está mal no tiene ningún ánimo festivo, y para nosotros leer es una fiesta. Y sí, claro que existe un hambre de lectura. Si alguien no se hace tiempo para leer es porque todavía no ha germinado en él esa hambre, que es voraz, que no admite postergaciones y que a veces se calma con sólo picar algunos párrafos al azar. Por eso, también, cultivamos bibliotecas. Lo que me lleva a otro detalle que concierne a los e-books. Es muy difícil tener un libro electrónico. En el mejor de los casos son archivos digitales e intangibles. Dadas algunas de sus virtudes, les perdonamos esto, pero a los lectores nos gusta caminar frente a los estantes y tomar un volumen aquí y otro allá, hojearlos, leer una página, una estrofa, recitarla en voz alta. Creo que nadie sabe lo que es sentirse seguro si nunca se refugió entre sus libros. AH, ESA PREGUNTA... Pero, ¿qué es exactamente lo que tanto nos gusta de leer? Mire al sujeto que lee. Está casi inerte, lo único que mueve son sus ojos -un poco como el que sueña, aunque por otros motivos- y, sin embargo, está siendo sacudido por imágenes, sensaciones y vivencias. Un buen libro es como una Matrix portátil que se alimenta del más poderoso motor de 3D y efectos especiales de la naturaleza: la mente humana. Si alguien ve en un libro sólo una aburrida secuencia de páginas llenas de letra es que todavía le falta despertar esa facultad dormida en su cerebro. Los lectores vemos los libros de otra forma. Son pasajes a otros mundos. No ventanas. Pasajes. Pero esa imaginería que nos transporta a nuevos escenarios y otros tiempos es sólo el comienzo de este deleite. Después está el texto en sí. ¿Por qué veneramos a Cortázar, García Márquez, Rulfo o Saer (y la lista podría seguir por más de una hora, y aun así no sería ni remotamente exhaustiva)? Los veneramos porque el texto bien tejido es una forma de la felicidad. Como nos deleita el aria de la Reina de la Noche, de La flauta mágica , también nos embriagan esas palabras en particular ordenadas en esa secuencia específica, ese enhebrarse de las oraciones, ese delicado tejido cuya naturaleza varía de autor en autor, de obra en obra. Los lectores tenemos en nuestra memoria, clara y distinta, la sensación que nos deja cada estilo, y hemos desarrollado una sensibilidad que es al texto lo que el oído a la música. En no pocos casos, recordamos de memoria los pasajes que nos han marcado para siempre. Los que nos cambiaron la vida. Y de ninguna manera la lectura termina en eso. Todavía queda ese perturbador poder que tiene el escritor para suscitar nuestras emociones. El leer puede volverse tan intenso que resulta insoportable. Quizás estaba demasiado tierno cuando intenté Crimen y castigo por primera vez, y recuerdo que terminé apartándolo espantado en el Capítulo V. No volvería a esa obra por más de una década, cuando la horrenda impresión que me había dejado aquella escena empezó a desvanecerse. Sin embargo, me basta volver a visitarla para regresar a mis 12 o 13 años y sentir de nuevo, 40 años después, esa violenta repulsión. Tales son las tormentas a las que estamos habituados los lectores. En este sentido, la poesía alcanza, lo sabemos, las cimas más altas. Leemos y releemos a Dickinson, a Vallejo, a Rimbaud, a Thomas, a Whitman (y muchos más) porque nos empujan hasta los mismísimos límites de la conciencia humana y nos atraviesan el alma y el cuerpo no sólo con las emociones que anhelamos u odiamos, sino también con aquellas que no sabíamos que podíamos sentir. He releído estos días fragmentos de El paraíso perdido . En mi smartphone. En voz alta, como corresponde. La pantalla táctil y los pixeles se volvieron enseguida insignificantes, transparentes. Desaparecieron y dieron paso a la tremenda voz de un Milton sexagenario y completamente ciego, una voz tan poderosa que viajó 349 años sin atenuarse en absoluto. Ah, y ya que estamos, el smartphone mejoró la experiencia al permitirme buscar con un toque, en el diccionario integrado, las palabras cuyo significado no recordaba. Mire qué cosa. Vino a resultarme más apto para leer un poeta del siglo XVII este smartphone del siglo XXI. DE RATONES Y OTROS REPTILES La imagen que suele pintarse de los lectores como ratones de biblioteca es tan falsa como sintomática. Quienes la esgrimen se exponen más de lo que imaginan: se les nota que nunca se asomaron al placer de la letra escrita. Una pena. Se lo pierden. Casi sin fisuras, el arquetipo del lector es representado por un sujeto timorato, debilucho, un alfeñique de lentes (como si usar lentes fuera un estigma) que lee mucho porque vive poco. Salir a comer, ir al cine, ir a bailar o tomar sol en la plaza sí que es vivir. Leer, no. Por favor. Pero hay otra cosa. No se me ocurre una mejor forma de vivir la vida que habiendo recorrido las grandes páginas, no sólo porque el que no sabe es como el que no ve, y los libros enseñan mucho, sino, y sobre todo, porque leer es como experimentar muchas vidas, muchas veces, en muchos lugares. A fin de cuentas, ¿cuántos de los que nos critican por vivir poco han sido Ismael en el Pequod? ¿Cuántos fueron Holden Caulfield? ¿Cuántos han sido, en esta vida, Tristán, Isolda, Estanislao e Irene? *** Leer es útil. Muy útil. Es conveniente y ventajoso. Ayuda a entender el mundo y la vida. Te puede conseguir un mejor empleo y a salir de una crisis; al menos, a sobrellevarla. Leer te forma y te informa, te brinda argumentos, te abre los ojos, te procura perspectiva, te libera del demagogo. Hasta te ayuda a mirar mejor las películas y los videos. A encontrarle nuevos sentidos a tu música predilecta. Se vive más y mejor gracias a la lectura, porque leer es ampliar la conciencia. Pero, sobre todo y antes que ninguna otra cosa, leer es una dicha... De "La Naciòn", Mayo de 2013