28 de marzo de 2013

Etica Informàtica: La privacidad en las redes sociales.

¿Cuánto vales en Facebook? ¿Por qué el uso de Facebook es gratis? Porque usted paga con sus datos personales. ¿Pero se ha preguntado cuál es su valor personal para la empresa de Mark Zuckerberg? En realidad, no todo lo que brilla es oro. Que podamos utilizar de forma gratuita una red social como Facebook, se explica por la rentabilización que esa empresa hace de sus datos personales. ¿Qué cuánto vale usted para Facebook? Peter Olsthoorn, un periodista de investigación holandés, ha desarrollado una herramienta que permite determinar su peso en oro para la empresa de Mark Zuckerberg. En promedio, explica Olsthoorn, cada miembro de Facebook representa $ 115 en valor para los accionistas. Pero este valor aumenta de acuerdo a la extensión y duración que Usted hace de Facebook. La herramienta de Olsthoorn forma parte del libro "Lo tomas o lo dejas - El poder de Facebook ' ('Take it or leave it - The power of Facebook') recientemente publicado. Lo que ha hecho su autor es dejar al descubierto parte de las entrañas de Facebook, explicando la mecánica de cómo Mark Zuckerberg gana y multiplica dinero con los datos de sus usuarios. "Me encanta Facebook," reconoce Olsthoorn, "pero quiero que los usuarios sean menos ingenuos sobre el uso de medios sociales. Olsthoorn: "Facebook es genial y gratis. Vemos cómo las masas se rinden ante la red social, de igual forma que las masas se arrastran ante un líder carismático grande. Facebook cuenta con más de mil millones de miembros; estas personas decidieron ceder sus datos personales. En cualquier esquina de la web, usted encuentra Facebook”. El botón “like” de FB se encuentra ya en más de tres millones de sitios. “Algo que reporta enormes ventajas para la empresa de Zuckerberg. Le permite obtener una visión más clara sobre quiénes son sus visitantes. Lo que facilita colocar y distribuir la publicidad de FB. Finalmente, FB termina almacenando los datos y determina lo que ocurre", dice Olsthoorn. Además, los tentáculos de FB llegan a plataformas como Spotify o Skype, dejando al descubierto los datos de millones de usuarios que realizan un intercambio de un archivo musical u otro documento. Son servicios que están vinculados al perfil de Facebook. Mil millones de usuarios después, el precio que pagamos por utilizar Facebook es nuestra privacidad. Y esto sucede de una manera oculta para nuestro ojo, advierte Olsthoorn. “Todas las opciones de privacidad que nos ofrecen les permiten controlar mejor quién ve qué. Fuera de nuestro perfil visible, FB mantienen un perfil invisible. Es la ´mano´ que determina qué noticias llegan a mostrarse a un usuario en particular, o qué sugerencias de amistad recibe alguien”. Olsthoorn: "No importa los escudos que usted utilice para apartarse de las masas o de los amigos de los amigos, Facebook lo ve todo y lo sabe todo. Crea perfiles sobre la base de esta información y los utiliza para la publicidad". Concluye Olsthoorn. "Facebook sabe lo que está en tu mente, te conocen, saben lo que te gusta, en qué consiste tu rutina diaria, dónde vives, cuándo usted está en casa o no, cuál es su preferencia política, su orientación sexual, el tipo de música que escuchas, qué sitios visita, qué noticias lee, los juegos que disfruta y cuánto tiempo les dedica. Sólo los dioses y Zuckerberg saben tanto de usted". El poder de Facebook es tan grande que es la primera potencia virtual del mundo global, sostiene Peter Olsthoorn. Nosotros somos el producto de Facebook. ¿Llegará Facebook a compartir su poder con nosotros? Pablo Gamez, Radio Netherland Latinoamèrica, marzo de 2013

27 de marzo de 2013

Etica Informàtica: La privacidad en Internet.

"YA VIVIMOS LO MEJOR DE INTERNET", Reportaje a Guillermo "Fierita" Catalano. Esta nota se hizo en Ushuaia, Las Vegas, San Pablo y New York. A todos esos lugares acompañé a Guillermo “Fierita” Catalano para cubrir diferentes eventos de tecnología. Él lo hizo para su programa Hiperconectados que, gracias a un público fiel, en pocos días arrancará su segunda temporada por Telefé, los sábados a la medianoche. A los 39 años Fierita es una celebridad en Twitter, no sólo por la cantidad de seguidores (al cierre de esta nota llegaba a 834 mil), sino porque es una metralleta de información. Incluso tuitea cuando duerme: deja programados tuits que se disparan automaticamente y que empujan contenido de su sitio Fielinks.com. También es un apasionado por la tecnología, aunque en realidad, es un entusiasta de casi cualquier cosa. Puede hablar con autoridad de fútbol (fana de Banfield), de medios, de comidas y tragos, de historia, cine, cómics, de Internet, de magia, de política, de juegos y de cualquier otro tema que se le cruce por delante. Su curiosidad no tiene límites y uno se pregunta en qué momento lee tantas materias: “Todas las mañanas leo un extracto (feed) de mis 25 webs favoritas. El resto del día sigo twitter. La clave es seleccionar bien a quién seguir. Libros leo a la noche y en los viajes”. -¿Cómo nació tu fanatismo por la tecnología? -Es consecuencia de mi pasión por dos cosas: comunicarme con la gente que no conozco y aprender. A principios de los ´80 mi primo Javier tenía una Spectrum y yo me volvía loco cuando iba a su casa. Nos comprábamos la revista Micromanía y empezámos a programar cosas muy simples en Logo y Basic. Cuando ligué mi primera computadora no paré, me pasaba diez horas por día en la máquina. En el colegio los profesores nos preguntaban a nosotros. Hicimos un software de orientación vocacional en Visual Basic que le vendimos al colegio cuando terminé quinto año. -Hasta que llegó Internet en los ´90… -Tenía una XT con módem, nos conectabamos a la red Arpac, a QSD que era un chat de Francia, a Fidonet. En aquellos años conocí a Adrián Korol y a más gente. Formamos una comunidad muy linda en una BBS llamada “Satanic Brain” y llegamos a hackear algunas pavadas. Yo daba ideas, pero no las ejectuaba. Varios de ellos ahora están en Twitter. Después ya empecé en Atorrantes y me metí en el mundo de la tele. -¿Cómo fue el salto a la TV? -El trampolín fue que yo hacía magia. En las redes me hice amigo de Korol, que era fanático de Tangalanga como yo, e hicimos un sitio web en homenaje. Empecé con Adrián a trabajar como productor en un teatro a cambio de hacer un show de magia en la obra. Su hermano Diego ya era estrella de Videomatch y fui de meritorio de producción de sus notas. El productor de Diego era el Chato Prada. Era 1996 y Pato Galván estaba buscando gente para su proyecto y ahí me mando, como asistente de producción de Atorrantes. Después al tiempo fui productor y notero. -Empezaste bien de abajo y con Atorrantes tuviste mucha repercusión, los viajes, el pelo verde. ¿Qué pasó después? -Durante varios años hice el trabajo de productor en oficinas, documentales, de todo. Hasta que en 2009 llega Justo a Tiempo (conducido por Julián Weich). Pero yo tenía el sueño de conducir un programa propio y el año pasado lo conseguí. Trabajo en televisión hace 16 años e hice todas las inferiores: meritorio, asistente de producción, productor, notero, productor ejecutivo, columnista y finalmente, conductor. Quiero ser un gran conductor. -¿Que se necesita? -Conexión con la gente, ser autentico, que la gente te crea y sepa quien sos. Mi referente es Julian Weich, porque maneja muy bien el humor y la espontaneidad. La gente lo quiere. Nunca dice nada que no quiere decir y es muy consecuente con su carrera. Otros que me gustan son Mario Pergolini y Nico Repetto. Rescato también a Juan Alberto Mateiko y a Badía, porque manejaban todos los géneros, sabían a quienes entrevistaban. De afuera me gusta Jimmy Kimmel y Howard Stern. Nos ponemos a hablar de juegos electrónicos de los ´80 y saltan una gran cantidad de recuerdos y anécdotas. “Lo que pasa con los juegos en la gente de mi generación es que si sabés de lo que estoy hablando, acordamos en algo clave de nuestra infancia. Es una experiencia compartida que en aquella época no se podía compartir porque no habia tanto contacto como hoy con las redes sociales. Mirá, voy a preguntar si alguien jugaba al Emilio Butragueño”. Fierita toma su celular y pregunta en Twitter, lo que genera una inmediata catarata de respuestas nostálgicas. -La velocidad de Twitter impresiona… -Sí, es un medio fascinante. Me muestra otras aristas de gente que yo creía conocer, los muestra más humanos. Y además me dio muchos amigos. Mi equipo de trabajo en la productora de contenidos nació de twitter, incluso “Capitán Intriga” (Tomás Balmaceda, que participa en Hiperconectados) y muchos otros. Cuando me aburro voy a Twitter y los leo a todos, sigo a dos mil y pico. -¿Cómo ves la Internet actual? -Soy apocalíptico. Creo que ya vivimos lo mejor de internet y de acá en adelante vamos a tener cada vez más restricciones de las corporaciones. Siempre digo medio en chiste y medio en serio que Internet es un error de la matrix. Vamos hacia un esquema mundial de intentar controlar la Web: leyes como SOPA, PIPA, Sinde en España, el desastre que hicieron con Megaupload. Los viejos actores de poder no se bancan no mantener su status quo. No soportan que José Pérez puede tener miles de seguidores e influir más que sus empresas de millones de dólares. Ojalá me equivoque, pero veo un esquema de control muy fuerte. A veces tengo esperanzas en la misma tecnología y en los verdaderos hackers, que son el faro y la luz al final del túnel. -Pero si bien tenés un fuerte anclaje en lo retro, no comulgás con aquello de que todo tiempo pasado fue mejor… -No, en absoluto. En los juegos, creo que si comparás un juego viejo con el GTA, me quedo con el GTA toda la vida. Los juegos de Spectrum eran poéticos, pero los gráficos eran muy malos. Ahora tenés muy buenas historias, como Uncharted o God of War. Yo lloré cuando terminé God of War! Te lo digo de verdad, lloré. Por suerte mi vieja no lo sabe. -Y ultimamente surgió el tema de la privacidad y los peligros. ¿Qué debe hacer una persona para protegerse de un stalker? -Hay una sola técnica efectiva para evitarlos: no usar Internet. Fuera de eso, lo que se puede es cuidarse de no dar información de más. Si te morís de ganas de contar el nuevo bar que descubriste, no hace falta contarlo cuando estás ahí. Hoy la naturaleza de las redes sociales es la de compartir en tiempo real, pero quizás lo ideal sea elegir qué compartir y, en el caso de Facebook, compartir haciendo grupos ordenados por grado de confianza. -¿Y los videos íntimos “robados” a diferentes famosos? -Si se trata de personas públicas la seguridad nunca es suficiente. Lo único seguro es no grabarte. Pero si tenés muchas ganas de verte en el televisor teniendo sexo lo más aconsejable es usar la salida de video de una cámara y el televisor como monitor, sin grabar. Pero creo que gran parte de la fantasía de tener un video hot es correr el riesgo de que alguien lo vea. Revista Viva, marzo de 2013

18 de marzo de 2013

Filosofìa y Lògica: El rol de la Filosofìa.

¿Dónde está la gran filosofía? La filosofía ha desertado de su misión de proponer un relato totalizador a la sociedad. La Universidad se ha quedado sin iniciativa. La orfandad teórica ha permutado en la historia o la crítica a la modernidad. Este artículo no es un artículo sino un telegrama que mando a los lectores. No caeré en la tentación de agotar el limitado espacio disponible con nombres de filósofos y títulos de libros. Citaré sólo unos pocos para ilustrar la tesis principal. Y no mencionaré a los españoles porque a todos me los encuentro en el ascensor. Y no porque hubiera decir de ellos cosas poco amables. Todo lo contrario: es una desconcertante paradoja que la ausencia de gran filosofía coincida en el tiempo con la generación de profesores de filosofía más competente, culta y cosmopolita que ha existido nunca, al menos en España, y yo ante ellos, de los que tanto he aprendido, me descubro con admiración. En todo caso temería encontrarme en el ascensor sólo a los no citados. 1 La misión de la filosofía desde sus orígenes ha sido proponer un ideal. La gran filosofía es ciencia del ideal: ideal de conocimiento exacto de la realidad, de sociedad justa, de belleza, de individuo. En lo que se refiere ahora sólo al ideal humano (paideia), un repaso histórico urgente empezaría por Platón, que encontró en su maestro, Sócrates, la personificación de la virtud; Aristóteles introduce el hombre prudente; Epicuro, el sabio feliz; Agustín, el santo cristiano; Kant, el hombre autónomo; Nietzsche, el superhombre; Heidegger, el Dasein originario o propio… Un ideal muestra una perfección que, por la propia excelencia de un deber-ser hecho en él evidente, ilumina la experiencia individual, señala una dirección y moviliza fuerzas latentes. Los filósofos citados, y otros que podrían traerse, son pensadores del ideal y justamente eso hace grande su pensamiento y la lectura de sus textos perdurablemente fecunda. Esta observación enlaza con el segundo de los aspectos de la gran filosofía que deseo destacar. La filosofía se asemeja a la ciencia en que, como ésta, su instrumento de trabajo son los conceptos. Pero los conceptos de las ciencias empíricas son verificados en los laboratorios o los experimentos. En cambio, nadie ha verificado nunca las proposiciones filosóficas de Platón. Si volvemos a Platón una y otra vez no se debe a que la verdad de su filosofía haya sido validada empíricamente sino a que su lectura sigue siendo de algún modo significativa. En esto la filosofía se hermana con la literatura, no con la ciencia: dado que la prueba explícita le está negada, el filósofo produce textos que han de convencer, de persuadir, de seducir, y en este punto en nada esencial se diferencia del literato que usa con habilidad los recursos retóricos para mover al lector y captar su asentimiento. De ahí que, en la abrumadora mayoría de los casos, la gran filosofía, pensadora del ideal en cuanto al contenido, suele ir aparejada a un gran estilo en cuanto a la forma. El filósofo es sobre todo, como el novelista, el creador de un lenguaje y el administrador de unas cuantas metáforas eficaces con las que manufactura un relato veraz —aunque inverificable— para el lector. El filósofo produce textos que han de persuadir, de seducir, y en este punto, no se diferencia en nada del literato Esta función retórica de la filosofía es algo que, por desgracia, ha ido echando al olvido la filosofía contemporánea acaso por el vano achaque de querer parecerse a la ciencia. Los dos últimos libros de filosofía realmente influyentes, Teoría de la justicia de Rawls (1971) y Teoría de la acción comunicativa de Habermas (1981), son ambos piezas literariamente muy negligentes, áridas, técnicas, secas y demasiado prolijas, que reclaman un lector especializado y muy paciente dispuesto a acompañar al autor en todos los tediosos meandros intermedios que preceden a las conclusiones, ciertamente susceptibles de ser presentadas con mayor claridad, brevedad y atractivo. Lejos quedan los tiempos en que los filósofos —Russell, Sartre— merecían el premio Nobel de Literatura. 2 Un genuino ideal aspira a ser una oferta de sentido unitaria, intemporal, universal y normativa. Ha de componer una síntesis feliz a partir de muchos elementos heterogéneos y aun contrapuestos. Además, debería estar dotado de intemporalidad y universalidad porque, aunque nacido en un contexto histórico concreto, siempre pretende tener validez para todos los casos y todos los momentos, por mucho que inevitablemente de facto quede relativizado por otros posteriores de signo opuesto. Por último, el ideal no describe la realidad tal como es —ése es el cometido de las ciencias— sino como debería ser y señala un objetivo moral elevado a los ciudadanos que reconocen en esa perfección algo de una naturaleza que es ya la suya pero a la vez más hermosa y más noble, como una versión superior de lo humano que despierta en quien la contempla un deseo natural de emulación. Que la realidad ignore la realización efectiva de un ideal en cuestión no desmiente la excelencia de éste sino sólo su falta de éxito histórico-social por razones que pueden ser circunstanciales. La tesis aquí defendida dice que, en los últimos treinta años, la filosofía contemporánea ha desertado de su misión de proponer un ideal a la sociedad de su tiempo, el ciudadano de la época democrática de la cultura. La institución que durante varios siglos había sido la casa de la gran filosofía, la universidad, se ha quedado sin iniciativa en estos tres últimos decenios. La esplendorosa universidad alemana, otrora a la vanguardia del pensamiento europeo y fuente incesante de nuevos sistemas filosóficos, ha dado muestras preocupantes de pérdida de creatividad. La vitalidad de la filosofía académica francesa o italiana se ha apagado y ha sido sustituida por ensayos de entretenimiento, cultivados por esos mismos académicos doblados de divulgadores o por periodistas y profesionales que escriben sobre temas de actualidad económica, política, social, moral o sentimental, oportunamente confeccionados para complacer la curiosidad de un público mayoritario, no versado, en una alianza consumada hace poco entre el ensayo generalista y la industria editorial, dispuesta a explotar a escala global la demanda de un mercado de lectores potencialmente amplio. En esto, como en otras cosas relacionadas con la mercantilización de la cultura, la industria editorial de Estados Unidos ha sido pionera y extraordinariamente potente; allí es aún más marcada que en Europa la separación entre la sociedad y la universidad, la cual, replegada en su campus, propende al especialismo extremo. Por lo que a la filosofía se refiere, la academia norteamericana estuvo tradicionalmente dominada por la escuela del pragmatismo heredero de William James, por el positivismo analítico después y en el último cuarto de siglo —en un giro que denunció Allan Bloom en su resonante The Closing of American Mind (1987)— por el posestructuralismo y los cultural studies, alérgicos de suyo a la gran teoría humanista, integradora y universal que, entre unos y otros, permanece hoy sin dueño. La vitalidad de la filosofía académica francesa o italiana ha sido sustituida por ensayos de entretenimiento 3 En ausencia de gran filosofía, lo que con el nombre de filosofía encontramos en estos últimos treinta años se compone de una variedad de formas menores que serían estimables y aun encomiables si acompañaran a la forma mayor pero que, sin el marco comprensivo general que sólo ésta suministra, acusan la insuficiencia de dicha orfandad teórica. La primera de estas formas se hallaría representada por la filosofía que hoy se practica mayoritariamente en la universidad, donde la filosofía se permuta por historia de la filosofía. Una filosofía indirecta, mediada por una tradición filosófica reverenciada y al mismo tiempo puesta del revés. Richard Rorty, Charles Taylor o Hans Blumenberg, tan distintos entre sí, representan la mejor versión de este modo vicario de filosofar. Es filosofía, incluso buena filosofía, pero no gran filosofía porque carece de intención propositiva, abarcadora y normativa, de una imagen del mundo completa y unitaria. En el ámbito académico se aprecia una resistencia, casi una negación de legitimidad, a enfrentarse a la objetividad del mundo directa y autónomamente, como hicieron los clásicos del pensamiento, sino sólo, precisamente, a través de una reinterpretación de esos mismos clásicos. Pensar es haber pensado. Todo está ya escrito, nada realmente nuevo cabe decir. No se trata ya de hablar de la vida, sino sólo de libros que hablaron de la vida: Marx, Nietzsche, Freud o Walter Benjamin. Esta aproximación revisionista se torna programa en el “posestructuralismo”: la deconstrucción de Derrida, las arqueologías de Foucault, los retornos de Deleuze a Spinoza, Nietzsche o Bergson, o esa revolución poética que para Kristeva rompe la aparente unidad del pensamiento, entre otros nombres posibles, abrieron camino para una multitud de posteriores hermenéuticas del pasado que hoy llenan los anaqueles de las bibliotecas universitarias —tanto como escasean en las bibliotecas de las casas particulares, en parte porque parecen escritas en “gíglico”, el lenguaje inventado por Cortázar para Rayuela— y cuya originalidad reside en la constante revisión de la tradición filosófica desde el punto de vista de la lingüística, el psicoanálisis, el lacanismo, el marxismo, la crítica literaria, el feminismo o el poscolonialismo. Un exponente de este método híbrido, animado con ingredientes histriónicos que le han granjeado el buscado éxito mediático, sería la obra de Slavoj Zizek. Sin desdeñar esos mismos ingredientes, pero con mayor aliento filosófico, cabría emplazar aquí la abundante bibliografía de Peter Sloterdijk. La consciencia nos hace libres, pero ¿y después? Quien hoy hace alarde de su resignación suele recibir el aplauso general Cercana a esta forma de filosofía y a veces indistinguible de ella estaría esa literatura, hoy todo un género, que pronuncia una solemne sentencia condenatoria contra la modernidad en su conjunto. Como es evidente que la sociedad democrática, al menos en el último medio siglo, ha proporcionado dignidad y prosperidad al ciudadano sin parangón con tiempos anteriores, la actual filosofía hermenéutica heredera de Nietzsche-Heidegger, por un lado, o aquella de raíz marxista en la estela de Dialéctica de la Ilustración de Adorno-Horkheimer, Marcuse y la Escuela de Frankfurt, por otro, creen adivinar unos fundamentos ideológicos ocultos que estarían alienando taimadamente al ciudadano sin que éste lo supiera y, contra todas las apariencias, restituyéndolo a la antigua condición de súbdito. El Holocausto judío es traído al centro de la meditación filosófica como prueba del fracaso definitivo del proyecto moderno y hay quien como Giorgio Agamben —en su trilogía Homo sacer— se atreve incluso a proponer el campo de concentración nazi como paradigma del espíritu de las democracias contemporáneas. En el delta de esta impugnación total de la modernidad desembocan por igual, afluentes procedentes de la derecha y la izquierda, hermeneutas como Gianni Vattimo, fundador del “pensamiento débil”, y críticos posmarxistas de las ideologías como Antonio Negri, autor (con M. Hardt) de Imperio (2000). No raramente, la crítica a la modernidad adopta la modalidad de denuncia de un sistema capitalista que convertiría al ciudadano en consumidor enajenado, mayormente por culpa de las multinacionales, cuyas estrategias de dominación analiza Naomi Klein en No logo (2000). Escritos antisistema del prestigioso lingüista Noam Chomsky alimentan de contenido panfletos y libelos producidos por activistas y movimientos antiglobalización, algunos de gran difusión. A falta de un marco general, la filosofía echa mano ahora de esos socorridos “análisis de tendencias culturales” que nos explican no cómo debemos ser (ideal) sino cómo somos, las más de las veces expresado con un matiz reprobatorio: somos una sociedad-líquida (Zygmunt Bauman) o una sociedad-riesgo (Ulrich Beck). Por la misma razón, la filosofía ha experimentado recientemente un “giro aplicado”, uno de cuyos iniciadores fue el filósofo animalista Peter Singer. Ese giro supone el esfuerzo por determinar unas reglas éticas para sectores específicos de la realidad como el mercado (ética de la empresa), el cuerpo (bioética), el cerebro (neuroética), los límites de la ciencia y la tecnología, los animales o la naturaleza. En los últimos años la filosofía práctica ha disfrutado de mucha más atención general que la hermenéutica heredera de Gadamer y ha suscitado amplios debates entre los que destaca la contestación al liberalismo por el comunitarismo de las costumbres (Sandel, MacIntyre) y por el republicanismo de la virtud (Pocock, Pettit). Uno de los principales continuadores de Habermas ha sido Axel Honneth y su La lucha por el reconocimiento (1992); también a Rawls le han salido muchas secuelas, siendo una de las últimas el “enfoque de las capacidades” desarrollado por la polígrafa Martha Nussbaum, quien asimismo ha contribuido a los estudios feministas y posfeministas que filósofas como Nancy Fraser, Seyla Benhabib o Judith Butler han llevado a una segunda madurez. El vacío dejado por la gran filosofía y por sus propuestas de sentido para la experiencia individual es llenado ahora por ensayos de corte existencialista de un estilo muy francés: Luc Ferry, Lipovetsky, Finkielkraut, Onfray, Comte-Sponville. En una línea cercana, pero degradada, reclaman la atención de los lectores usurpando a veces el nombre de filosofía títulos de sabiduría oriental, libros de autoayuda que recomiendan positividad para superar las adversidades y recetarios voluntaristas emanados por las escuelas de negocio. Los crímenes contra la humanidad perpetrados por los totalitarismos se han cometido, a veces, en nombre de una utopía 4 La tesis era que en estos últimos treinta años no ha habido gran filosofía por la deserción de su misión histórica consistente en proponer un ideal. Varios factores culturales parecen haber conspirado para causar este resultado deficitario. Los crímenes contra la humanidad perpetrados por los totalitarismos se han cometido con harta frecuencia en nombre de una utopía, como señaló con énfasis Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, lo cual ha inoculado al hombre actual esa insuperable alergia hacia lo utópico que destila Günther Anders en La obsolescencia del hombre. Por otro lado, la condición posmoderna sospecha de los llamados grands récits que se quieren unitarios (Lyotard), siendo el ideal filosófico indudablemente uno de esos desautorizados grandes relatos, de manera que el prefijo “pos” que caracteriza el presente (posmoderno, posestructuralista, poshistórico, posnacional, posindustrial) incluye también una posteridad al ideal y su resignada renuncia sería el precio exigido por ser libres e inteligentes. Por último, se insiste en que la complejidad de las democracias avanzadas de carácter multicultural no se deja compendiar en un solo modelo humano, a lo que se añade que, por su parte, las ciencias se han especializado tanto que resulta iluso cualquier intento de síntesis unitaria. Los títulos de tres celebrados libros de Daniel Bell conformarían otros tantos eslóganes de la imposibilidad del ideal en el estado actual de la cultura: El fin de las ideologías, El advenimiento de la sociedad post-industrial y Las contradicciones culturales del capitalismo. La consciencia nos hace libres e inteligentes, pero ¿y después? Quien hoy hace alarde de su resignación suele recibir el aplauso general. ¡Qué lúcido!, se dice de ese pesimista satisfecho, como si su fatalismo fuera la última palabra sobre el asunto, merecedor de ese ¡archivado! con que Mynheer Peperkorn zanja las discusiones en La montaña mágica de Thomas Mann. Pero el propio Mann en su relato favorito, Tonio Kröger, alerta sobre los peligros de ese exceso de lucidez que conduce a las “náuseas del conocimiento”, como las que estragan el gusto de esos espíritus delicados que saben tanto de ópera que nunca disfrutan de una función, por buena que sea, porque siempre la encuentran detestable. La hipercrítica es paralizante si seca las fuentes del entusiasmo y fosiliza aquellas fuerzas creadoras que nos elevan a lo mejor. Sólo el ideal promueve el progreso moral colectivo; sin él estamos condenados a conformarnos con el orden establecido. Preservar en la vida una cierta ingenuidad es lección de sabiduría porque permite sentir el ideal aun antes de definirlo. Si, tras este hiato de treinta años, la filosofía quiere recuperarse como gran filosofía, debe hallar el modo de proponer un ideal cívico para el hombre democrático… y hacerlo además con buen estilo. Javier Gomá Lanzón. (El Paìs, marzo de 2013)