28 de octubre de 2012

Etica: El amor y el odio

"Dos lobos luchan en el corazón de cada persona. El amor y el odio. ¿Cuál gana? El que alimentes mejor". ¿Cómo lograr que el amor prevalezca sobre el odio? ¿Cómo reconoceríamos el día sin la noche (y viceversa)? ¿Y cómo lo llamaríamos? ¿Cómo, al calor sin el frío? ¿Cómo, a lo áspero sin lo suave? ¿Cómo, al varón sin la mujer? Decía Carl Jung, padre la psicología arquetípica, que todo lo que puede ser nombrado lo es porque existe su opuesto. Pero no es sólo una cuestión de nombre, sino de entidad. Sin Polo Norte no hay Polo Sur; esa denominación nada querría decir. Lo mismo que no hay yo sin tú. Vivimos en un mundo de polaridades, que no es sinónimo de adversidades. Los polos son opuestos y complementarios, no adversarios. Si fueran adversarios hablaríamos de dualidad, habría que decantarse por una cosa o por la otra, sin espacio para integrarlas. El amor y el odio nos constituyen, son parte indisociable de nuestra vida emocional, como el coraje y el miedo, la audacia y la vergüenza, la debilidad y la fortaleza, la lucidez y la estupidez. Pero que nos constituyan no significa que nos determinan. Somos humanos porque contamos con la conciencia (a la que Viktor Frankl llamaba órgano de sentido). Ella nos hace libres en el verdadero sentido de la libertad: es decir, capaces de elegir, responsables de la elección, capacitados (y moralmente obligados) a responder a sus consecuencias. Sería imposible eliminar al odio para que prevalezca el amor. Seríamos seres sin elección, predeterminados. Vale el amor porque el odio existe. Construimos el amor con acciones y elecciones responsables. Ni el amor es mágico ni el odio es un demonio que nos gobierna. Somos responsables de nuestro amor, de cómo lo alimentamos y con qué. Del mismo modo en que alimentamos el odio. También de él somos responsables. Más allá de nuestra vida vegetativa, está nuestra vida elegida. Cuando el odio ruge quizá lo hace para que recordemos que el amor requiere que elijamos y respondamos a sus leyes.. (Sergio Sinay, La Naciòn, Octubre de 2012)

25 de octubre de 2012

Etica: El sentido del bien y del mal

Un interrogante que desafia a la religión y la filosofía La paradoja del mal Por Diana Cohen Agrest Hace unos días murió Christopher Hitchens, sin renunciar a un ateísmo militante que condensó en su libro Dios no es bueno . Con pasión blasfémica, en sus páginas acusa a la religión de ser la fuente ilusoria de un mal moral "que envenena todo". En su alegato, sostiene que los monoteísmos son un "plagio de plagio" hermanados por el mito de un mundo enseñoreado por un Dios que presuntamente premia la virtud y castiga el pecado. Pero, a juzgar por los resultados, hasta los depravados -dice- se escandalizan ante quienes, cobijados por una inverificable justicia divina, cometen los actos más atroces. La religión, aduce Hitchens, no sólo condujo a que "muchas personas no sólo no se comporten mejor que otras, sino a que consideren aceptable comportarse en modos que harían que los encargados de un burdel o de una limpieza étnica fruncieran el ceño". La existencia del mal -tanto el mal moral (aberraciones como los homicidios o las violaciones) como el mal natural (desde los tsunamis hasta las enfermedades)- descansa en la profesión de fe en un Dios omnisciente, bueno y omnipotente que nos revela, no obstante, la paradoja siguiente: si Dios es omnisciente, conoce el sufrimiento y el dolor en el mundo. Si es bueno, quiere desterrarlos. Si es omnipotente, es capaz de impedirlos. De todo lo cual parece que debemos concluir que o bien Dios no es omnisciente y desconoce las tragedias del mundo, o bien Dios no es bueno y es indiferente ante el mal. O bien Dios no es omnipotente y no puede hacer nada para evitarlo. Una respuesta que soslaya la paradoja del mal es la recogida por Hitchens, quien proclamó que Dios es apenas una ficción creada por el hombre. De ser así, se invierte el relato bíblico, pues no fue el hombre aquel creado a imagen y semejanza de Dios, sino que fue Dios quien fue creado a imagen y semejanza del hombre. Ya Jenófanes, un contemporáneo de Sócrates, habría dicho que "si los caballos? tuviesen manos y con ellas pudiesen dibujar y realizar obras como los hombres, los caballos dibujarían figuras de dioses semejantes a los caballos? y formarían sus cuerpos a imitación del propio". En los albores del pensamiento cristiano, San Agustín se confronta a la paradoja de la existencia del mal en un mundo creado por Dios en donde todo ser, en su condición de creatura divina, es bueno. En un orden -en y por su origen- perfecto, ¿cómo se explica, entonces, el mal? La respuesta es que así como la oscuridad es ausencia de luz, el mal no es un ser, no es nada positivo, sino una dirección: el hombre peca cuando elige desviarse hacia los bienes mundanos en lugar de orientarse hacia los bienes eternos. Pero como las atrocidades continuaron sucediéndose sin sabáticos en la historia humana, el hombre se vio urgido a justificar, una y otra vez, la existencia del mal. Tiempo después, Leibniz intentó compatibilizar en su Teodicea la existencia del mal en el mundo con la bondad divina. Alegó entonces que Dios creó "el mejor de los mundos posibles", pero que el hombre, por su finitud, es incapaz de observar el diseño perfecto de todo el universo. De allí que aquello que el hombre vive como un mal, en el plan divino es un bien. La aceptación de los designios de Dios como fuente insondable para la finitud humana resuena todavía hoy cuando, ante lo que parece estar fuera del poder humano, el creyente se consuela murmurando "Dios lo quiso así". Pero ya entonces no faltaron razones que nutrieran a los incrédulos: el terremoto de Lisboa de 1755 fue suficiente para que Voltaire interpelara el optimismo ingenuo de Leibniz, ironizando que si éste es "el mejor de los mundos posibles", cómo serán los otros. Una de las explicaciones más fascinantes y desconsoladoras del sufrimiento se narra en la historia de Job, un piadoso que vivía feliz hasta que Dios lo pone a prueba: quiere saber si Job seguirá siéndole tan fiel en el infortunio. Un día, narra la Biblia, Satán compareció ante Dios para contarle los pecados que los hombres cometían desobedeciendo la ley divina. Prontamente, Dios replicó: "¿Has visto a mi siervo Job? No hay nadie como él en la Tierra, un hombre profundamente bueno que no peca jamás". Satán, insistente, lo hostiga una vez más: "Por supuesto, Job es piadoso y obediente. Y Tú lo premias derramando riquezas y bendiciones sobre él. Quítale esas bendiciones y verás cuánto tiempo continúa siendo Tu siervo obediente". Aceptando el desafío demoníaco, Dios permite que Satán destruya la hacienda y mate a los hijos de Job. Anegado en el infortunio, éste persiste en su fe. Entonces Dios permite que Satán cubra su cuerpo de heridas putrefactas, convirtiendo cada instante de su vida en una tortura. Sus amigos visitan a Job y procuran encontrar una explicación de los castigos: la dicha de los malos es breve; el infortunio de los justos prueba su virtud; el sufrimiento es un castigo de faltas cometidas por ignorancia o por debilidad. Hasta el Talmud explicaría, más tarde, el sufrimiento como una prueba que Dios envía a quien El sabe que es capaz de soportarlo. Cuando el alfarero nos ofrece sus vasijas de arcilla, como argumento de venta las golpea con un palo para demostrar que son fuertes y sólidas. Pero el alfarero sabio golpea solamente las vasijas más fuertes, jamás las débiles. Así, también, Dios envía esas pruebas sólo a quienes sabe capaces de sobrellevarlas, de tal modo que ellas y los demás puedan conocer la magnitud de su fortaleza espiritual. Este dudoso criterio parece guiar la elección de Job como aquel que, pese a todos sus infortunios, no renunciará a su devoción. Tan firme persiste en su fe que Dios lo recompensa con otra hacienda y otros hijos. En las conmovedoras páginas de Cuando la gente buena sufre , Harold Kushner interpreta la historia de Job en los términos de la paradoja del mal: si Job es justo, entonces deberíamos negar de Dios su omnisciencia (Dios era perfectamente consciente de lo que hacía, hasta se dio el lujo de apostar con el diablo) o bien su bondad (aunque Kushner sostiene que el autor del Libro de Job cree tanto en la bondad de Dios como en la del infortunado Job) o bien su omnipotencia. Pero negar su omnipotencia hace de Dios un ser sabio y bueno, aunque indigente: antes de ser recompensado, Job le reclama a Dios la injusticia de su infortunio. En una teofanía en la que Dios se le manifiesta a Job bajo el aspecto de un viento huracanado, lo increpa furioso: "¿Cómo te atreves a cuestionar el modo en que dirijo el mundo? ¿Tienes un brazo tú como el de Dios y truena tu voz como la suya?". El día que sea capaz, lo reprende, de hacer lo que Dios hace, sólo entonces, "Yo mismo te alabaré por la victoria obtenida con tu mano". El mensaje celestial podría significar que una vez creado el mundo según leyes universales y necesarias que ya no necesitan del concurso divino, y una vez creado el hombre dotado de libertad, el costo es la existencia del mal natural y del mal moral. En ese escenario, ni Dios es capaz de evitar que la crueldad y el caos se cobren víctimas inocentes. Y sólo así podemos reconocer un Dios que comparte nuestro desamparo y sufre con nuestro dolor: la ira o la compasión que sentimos es la misma ira o compasión de Dios que se expresa en nosotros. Ese Dios que el papa Ratzinger invocó en términos semejantes en su homilía, poco antes de la Nochebuena, cuando imploró que "Dios demuestre su poder" haciendo que reine la paz en el mundo. La fe no sólo es una promesa de salvación eterna. También puede ser una respuesta a la búsqueda terrenal de consuelo cuando el ser humano, en su vulnerabilidad, padece las inclemencias del dolor o avizora la proximidad de la muerte, como si hubiese un Dios que vuelve comprensible lo incomprensible. Aunque se trate de una fe temerosa, hasta apócrifa, mantenida a sabiendas de que ese Dios puede ser apenas una ilusión útil portadora de esperanzas para un espíritu desgarrado. Confrontados a la paradoja del mal, nos resta todavía otra respuesta, tal vez la más difícil, pero tal vez la más auténtica para quien no se conforma con un Dios insondable o indigente: aceptar el orden ciego de una naturaleza contingente que no sabe ni del bien ni del mal, donde los encuentros son tan fortuitos como impredecibles. En cualquier análisis, reconciliados o no con la fe, pretendemos volver inteligible lo que no tiene respuesta. Pero buscar una lógica cuando el mal expresa el más estrepitoso fracaso de la razón ante la fuerza del sentimiento significa renunciar a su comprensión, resignándonos a un testimonio que se anuda en el núcleo mismo de lo inexpresable. La autora es doctora en Filosofía y ensayista. Su último libro es Ni bestias ni dioses. (La Naciòn, Enero de 2012)

18 de octubre de 2012

Etica Informàtica: los secretos revelados.

Google revela su secreto mejor guardado La empresa mostró por primera vez uno de sus centros de datos. Allí se aloja la información de cientos de miles de usuarios de Internet. 50 MIL SERVIDORES. Google aloja ahí la información de miles de usuarios. Google abrió una ventana al interior de uno de sus enigmáticos centros de datos, ubicado en Lenoir, Carolina del Norte, EE.UU. Se trata del corazón de la compañía, donde se alojan físicamente los correos de Gmail, los videos de YouTube y su motor de búsqueda. Estas "granjas" de información de alta seguridad se exhiben a través de su página web ("Google centros de datos"). Las imágenes que mostró Google resultan novedosas dado lo exclusivo que fue hasta ahora el acceso a este tipo de infraestructuras que conforman lo que se llama "la nube" y a las que millones de ciudadanos y empresas confían su datos más privados. Estas infraestructuras, cada vez más requeridas a medida que crece ese ciberespacio que es la "nube", consumen en torno al 1,5% de la energía mundial porque requieren una gran cantidad de electricidad para sus computadoras y los sistemas de refrigeración. Desde que Google se constituyó como empresa en 1998, instaló más de 1 millón de servidores (rebasó esa marca en 2008). Solo en el centro de datos de Lenoir, en Carolina del Norte hay actualmente casi 50.000 servidores operativos. Actualmente, Google cuenta con 8 centros de datos, 6 de ellos en EE.UU. y dos en Europa, unas estructuras de película futurista con complejas redes de cañerías con los colores de la empresa y filas interminables de procesadores. En su intento por acercar sus almacenes al usuario, la empresa californiana aplicó su tecnología de vista callejera de sus mapas o "Street View" para poder dar un paseo visual por las instalaciones de Lenoir.

14 de octubre de 2012

Filosofìa: ¿ Quièn es filòsofo?

"Un filósofo es el hombre en quien la intimidad se eleva a categoría racional; sus conflictos sentimentales, su encuentro con el mundo, se resuelve y se transforma en una teoría". "El filósofo no se contenta con gustar de la vida, sino que quiere penetrar en ella, reduciéndola, haciéndola consciente, transparente a su razón". María Zambrano. Fue una filósofa y ensayista, discípula del famoso filósofo José Ortega y Gasset. Precursora de la lucha por la igualdad entre el hombre y la mujer.