18 de mayo de 2011

Filosofía de la Ciencia y de la Técnica:El conocimiento científico.

Una de las características del hombre es su capacidad de adquirir conocimiento acerca de todo lo que lo rodea. Pero no se ha quedado sólo en el conocer sino que ha pretendido explicar el porqué de cosas, hechos y fenómenos que observa en el universo que lo circunda.


La complejidad del hombre le permite una gran variedad de tipos de conocimiento: " el intuitivo acerca de personas y situaciones; el de la Divinidad a través de la fe; y el más racional acerca de fenómenos de la naturaleza. Sin embargo, y sobre todo a partir, de los siglos XVI y XVII con Galileo y Newton, es posible clasificar el conocimiento humano en dos grandes categorías: el conocimiento vulgar y el conocimiento científico, sin que estos nombres impliquen juicio de valor alguno sobre los mismos.
El conocimiento vulgar es fundamentalmente personal y en los casos en que es transferible lo es de individuo a individuo. Por ejemplo el conocimiento por la fe es estrictamente personal y totalmente intransferible a otros. El conocimiento sobre el manejo de ecosistemas que tienen los indios del Amazonas (que podríamos tipificar como social en el sentido de que participa de él una comunidad) se adquiere por experiencia. 'Y. se trasmite oralmente de padres a hijos. Así también el conocimiento que tienen varios pueblos acerca de las plantas medicinales. Estos dos últimos ejemplos son importantes porque son del tipo que históricamente dio origen al conocimiento científico o simplemente ciencia. Quizá por esto algunos antropólogos denominan etnociencia a este tipo de conocimiento.
Por el contrario, el conocimiento científico es racional, sistemático, exacto, verificable aunque falible. Se llega a él mediante una búsqueda intencionada, la investigación científica, para la cual se delimitan los objetivos que se persiguen y se prevén los métodos de indagación. El autor Mario Bunge resume esto así: "el conocimiento científico es, por definición, el resultado de la investigación realizada con el método y objetivo de la ciencia".


Ahora bien, no todo conocimiento científico es objetivo, es decir, referido a objetos que están en el universo. Así, la lógica y la matemática son racionales, sistemáticas y verificables pero no dan información acerca de la realidad. Esto es así porque no se ocupan de hechos sino de entes ideales (abstractos o interpretados) que sólo existen en la mente humana. Su importancia radica en que se emplean en las ciencias de la realidad de los hechos (y aun en la vida diaria) mediante el uso de reglas de correspondencia o de interpretación adecuadas.
Se puede entonces dividir las ciencias en dos grandes categorías: las ciencias formales (ideales) y las fácticas (referidas a la realidad). Se diferencian en la manera de verificar sus enunciados. Las ciencias formales usan sólo la lógica para demostrar rigurosamente sus teoremas, mientras que las ciencias fácticas necesitan además de la lógica la observación y/o el experimento. Es decir, en las ciencias fácticas hay que mirar las cosas y siempre que sea posible hay que cambiarlas en determinada forma para descubrir si sus enunciados se adecuan a la realidad de los hechos.
En este libro se hará referencia exclusivamente al conocimiento científico objetivo. es decir a las ciencias fácticas, que se pueden clasificar en dos grandes ramas.

a) Las ciencias de la naturaleza: Ellas son la física, la química, la biología por ejemplo, y toda ciencia que estudie la realidad no humana. la naturaleza que rodea al hombre.
b) Las ciencias del hombre que se ocupan de éste en una u otra forma como la sociología, la antropología o la psicología.


El conocimiento científico es racional puesto que para llegar a sus enunciados se trabaja siempre con conceptos y razonamientos regidos por la lógica. El conocimiento vulgar no es racional aunque el hombre, por esencia, no puede dejar de razonar.
El conocimiento científico es sistemático porque se organiza en sus indagaciones y enunciados procurando incluirlos en sistemas que abarquen totalidades cada vez mayores de hechos.
Los enunciados de la ciencia son verificables ya que ellos o sus consecuencias se pueden probar comparando con la realidad. Es más, todo conocimiento científico debe ser probado a la larga o la corta; mientras no lo sea se debe considerar como conocimiento probable.

Propiedades del conocimiento científico:

OBJETIVO
Las ciencias fácticas se refieren a objetos que están en la naturaleza tratando de describirlos, caracterizarlos, etc. en forma independiente de los deseos, gustos, etc. del sujeto que los observa.
RACIONAL
La ciencia utiliza la razón como arma esencial para llegar a sus resultados. De allí, que para llegar al conocimiento científico se trabaja siempre con conceptos, juicios y razonamientos
SISTEMÁTICO
La ciencia es sistemática, organizada en sus búsquedas y resultados, y se preocupa por construir sistemas donde todo conocimiento parcialmente obtenido se integra en totalidades cada vez mayores.
VERIFICABLE
El conocimiento científico se prueba y se comprueba mediante la lógica (ciencias formales) o por la lógica y la observación que lo confronta con la realidad (ciencias fácticas).
FALIBLE
La ciencia reconoce su propia capacidad de equivocarse, de allí que las conclusiones que se plantean se consideren '"provisoriamente. Definitivas”, válidas sólo mientras no puedan ser negadas o rechazadas por otros estudios.
RIGUROSO
El conocimiento científico es claro y preciso: problemas científicos formulados de manera transparente; nociones de la vida diaria transformadas e incluidas en sistemas teóricos' conceptos bien definidos; lenguajes científicos a base de símbolos con significado bien definido
TRANSFERIBLE
El lenguaje científico permite transferir conocimiento a todo aquél que se haya entrenado para entenderlo
GENERAL
La ciencia ubica los hechos singulares en categorías generales los enunciados en esquemas más amplios
PREDICTIVO
El conocimiento científico por ser racional, sistemático y general trasciende los hechos conocidos y. puede predecir hechos no observados todavía.


Propiedades del conocimiento vulgar

SUBJETIVO
Está fundado en la tradición o en la propia experiencia
INFUNDADO
Basado en supuestos y creencias aceptadas por razones de autoridad, experiencia o de fe, sin un razonamiento que sustente su veracidad
ESPONTANEO
Se adquiere sin aplicar método y sin haberlo buscado de manera sistemática
INVERIFICABLE
Se apoya en creencias v supuestos no verificables
FALIBLE
Una especulación aceptada hasta un dado momento puede ser controvertida por otra pero sin respaldo científico.
IMPRECISO
Sus definiciones y descripciones son vagas e inexactas
CUASI- TRANSFERIBLE
Si bien las experiencias personales no se pueden transferir, algunos conocimientos se trasmiten por tradición, pero sin una crítica expresa de su origen
SINGULAR
Es conocimiento parcial que no puede conducir a explicaciones generales
IMPREDICTIVO
Por ser infundado, espontáneo y singular no puede predecir los hechos no observados todavía.

Filosofía de la ciencia y de la técnica:"El mundo en la punta de los dedos"

"El mundo en la punta de los dedos".

No puedo conectarme a internet. La empresa a la que le pago por el servicio emite un mensaje que informa, dulcemente, que todos sus operadores están ocupados. Siento una irritación profunda: contra la empresa telefónica, contra sus mensajes grabados, contra la música que se escucha entre mensaje y mensaje. Tengo la certeza de que cada segundo sin conexión me hace perder plata. En realidad, estoy perdiendo más tiempo que plata, porque debería apagar la computadora, tomar la llave de memoria y, como miles de personas, cruzar al locutorio de enfrente a pasar el rato. Por alguna razón, donde se mezcla resentimiento contra la empresa, tozudez y vagas esperanzas, no lo hago. Insisto con el imposible 0800, en estólida competencia con miles de usuarios que, en sus oficinas o en sus casas, escuchan la misma voz que les indica que todos los operadores están ocupados con otros miles de usuarios que, por algún milagro de la distribución estadística de la suerte, lograron ser atendidos. Es lunes y debo enviar mi columna a esta revista. Tengo varias horas por delante antes de entrar en zona de peligro; por otra parte, podría llamar por teléfono y decir que esperen un rato o que les mando un diskette. Finalmente, también podría hacer lo más sencillo, que consiste en pagar un peso en el locutorio y enviar la columna desde allí. Las soluciones son todas de una sencillez innegable, sin embargo, es como si no las contara entre mis posibilidades. Sólo quiero que la empresa telefónica me conecte, sólo la conexión me libraría de este sentimiento que mezcla la frustración, el aislamiento, la irritación y todas las normas de defensa del consumidor (¿me descontarán de la factura el tiempo en que no me dieron el servicio?, me pregunto como si de ello dependiera mi bienestar económico futuro). Pienso cambiar de empresa. Pero me doy cuenta de que no tengo una guía telefónica impresa sobre papel y que, por lo tanto, necesito estar conectada a internet para obtener información sobre las otras empresas, sus planes y sus números de teléfono. Juro que cambiaré de empresa en cuanto ésta que no me conecta vuelva a conectarme. Me doy cuenta del carácter un poco absurdo del juramento, porque soy un mero cliente, es decir nadie, uno entre centenares de miles de usuarios que hace un juramento que luego le complicará la vida: cortar el servicio, devolver el módem, esperar el módem del nuevo servicio, ¿para qué seguir? Estoy pegada a mi conexión como si mi computadora y la empresa fueran hermanas siamesas. Eso es todo. Tengo que esperar que me atiendan en el soporte técnico o que el servicio se reanude sin mi intervención: no tengo otras posibilidades, dependo enteramente de algo sobre lo cual no puedo influir en lo más mínimo. El organismo de Defensa del Consumidor y las páginas de cartas de lectores de los diarios acumulan denuncias sobre medicina prepaga, teléfonos o celulares. Lo cierto es que sigo sin conectarme a internet y también, para experimentar la molestia más agudamente, sigo sin cruzar al locutorio de enfrente. En estas circunstancias, me distraigo con la pregunta ¿cómo era la vida antes de internet? La espera era una dimensión fundamental de todas mis actividades: esperaba cartas, esperaba fotocopias de revistas o libros que llegaban (o no llegaban) por correo, esperaba llamadas de teléfono, esperaba poder desplazarme hasta una biblioteca si necesitaba un texto clásico que no estaba en la mía, caminaba hasta los estantes para buscar, calmadamente, un dato, consultaba un CD de la Enciclopedia Británica que, en su momento, parecía el mayor avance (poder comprarlo y tener una lectora de CD en la computadora). Antes de internet, esperaba y probablemente pensaba un poco más antes de contestar una carta, de pedir una fotocopia a un amigo que estaba lejos, de hacer una llamada internacional o aceptar una invitación. Antes de internet, esperaba y mis dedos no iban más rápido que mi cabeza: hoy mis dedos son más veloces que mi cabeza. Teclean todo el tiempo, sin parar y, si están quietos, sienten un cosquilleo nervioso. Antes de internet había cosas que renunciaba a saber porque habría sido muy trabajoso encontrar la información. No se trataba de datos importantes y podía seguir viviendo sin ellos (por ejemplo: sabía que Sampras le había ganado más veces a Agassi de las que había perdido frente a él, pero no me importaba el número exacto; hoy, en cambio, busco el número exacto y también lo olvido inmediatamente porque sé que puedo volver a buscarlo y que, para siempre, esa diferencia de victorias y derrotas figura en internet). Tampoco me parecía de importancia capital el año de nacimiento de Janis Joplin, porque no me equivocaba sobre cuál era la época que ella había marcado. Hoy todo eso está en la punta de mis dedos. Pero ahora, en este momento, estoy sin conexión. Sufro. Si necesito saber cuántos años vivió Libertad Lamarque en México, ¿qué hago? ¿A quién llamo para averiguar a qué edad Ingrid Bergman conoció a Roberto Rossellini? Mejor, apago la computadora y, por las dudas de que me surja alguna pregunta de ésas, me voy al locutorio de enfrente.

Beatriz Sarlo, publicado para Revista Viva.

Etica (ASC/RRHH): El bien y el mal.

Nos hemos ido acostumbrando a todo, hundiendo en todo, todos. Corrupción, mentiras, criminalidad, impunidad... al mal. Porque hablar de ética, en su esencialidad, es volver a hablar del bien y del mal. "Siempre fue igual", "pasa en todos lados"... pero la suma de todas las injusticias no justifica la falta de justicia.
La ética no es una abstracción: es "el otro". Nunca se roba "algo", se le roba "a alguien". Cada acto está obrando, directa o indirectamente, sobre una "vida". Un semejante que puede estar ausente, lejano, pero cuyos ojos también reflejan la necesidad de pan, su necesidad de amar, su miedo a morir: su desnudez que se muestra para desnudar nuestra "responsabilidad".
Necesitamos una ética porque sin ella hay selva, no hay humanidad. El imperativo moral no es una ley, no es una convención social, es un latido: la voz del bien.(...)
No nos quedan valores, no tenemos casi nada, o quizás nos queda lo más importante, darnos cuenta, sentirnos asqueados. Sentir cómo comenzamos a vivir al otro ser humano como amenaza y no como semejante... Nos queda lo más humano: "Volver a empezar". (...)
(Los valores)Nos han guiado hasta nuestros días, quizás los de una las épocas de mayor desconcierto, de mayor miedo. (...) Nunca quizá el hombre se sintió más solo, más huérfano y, por eso mismo, más necesitado del otro, del semejante.
La época que puede hacer de esa misma debilidad una nueva verdad: la de reconocernos necesitados (...), encontrarnos en nuestra necesidad. La "responsabilidad" por el otro, la "solidaridad" que debemos defender. Defender al otro para librarnos a nosotros mismos de la cárcel del egoísmo en la que nos comenzamos a cerrar, del "sálvese quien pueda", en el que nos hemos comenzado a perder.

Ensayo de Hugo Mujica, publicado para Revista Noticias.